Música

Nick Cave: creyente y conservador

El músico australiano explica cómo superó a través de la religión el fallecimiento de su hijo Arthur y el de su madre en una larga conversación editada en un libro

Nick Cave, en una acutación en el Primavera Sound
Nick Cave, en una acutación en el Primavera Soundlarazon

La vida de Nick Cave parece atada a las tinieblas. El músico australiano, autor de una obra oscura y misteriosa, alimentó durante años una imagen vampírica impulsada por su adicción a la heroína. Cuando su vida y su carrera gozaban del mejor momento, en 2015, su hijo Arthur murió prematuramente con solo 15 años después de haber consumido LSD, lo que le devolvió a la penumbra. Durante la pandemia, Cave asistió al funeral virtual de su madre, a la que estaba muy unido, y el pasado año falleció otro de sus hijos, Jethro, con 31 años. Para enfrentarse al sufrimiento y la pérdida, el músico abrió un blog, The Red Hand Files, en el que respondía a las preguntas de sus seguidores y ofrecía consuelo. Como parte del mismo proceso de cauterización, mantuvo más de 40 horas de conversación con el periodista Seán O’Hagan, en forma de una larga entrevista que ha sido editada como un libro, «Fe, esperanza y carnicería» (Sexto Piso) que acaba de ser publicado en España. En él, Cave revela cómo sus creencias religiosas no son solo un recurso literario sino una inquietud real y creciente y cómo se sobrepuso al inmenso dolor.

«Hablar del pasado anterior a la muerte de Arthur me hace sentir como si contara la vida de otra persona. Son historias del otro lado de un abismo profundo. No guardan ningún valor para mí y me parecen un tanto superfluas. El pasado representa una vida que ha sido cercenada y apartada de la que vivo ahora», dice sobre una experiencia incapacitante. «Te ves empujado a los extremos de tu resiliencia, pero es también imposible describir la terrible intensidad de la experiencia. Las palabras se desintegran». Durante el duelo Cave compuso «Ghosteen» con un propósito: «Creo que el disco es un lugar inventado en que el espíritu de Arthur puede encontrar alguna especie de refugio o descanso. Creo que su espíritu habita esta obra. No lo pienso de manera metafórica, lo digo de manera literal. No he expresado esta idea antes, pero siento a Arthur deambulando por las canciones». Y aún va más allá: «Parece extraño decirlo, pero también tenía la idea de que quizá podía enviarle un mensaje a Arthur. Me parecía que, si existía alguna forma de hacerlo, era esta. Un intento no solo de articular la pérdida, sino de contactar de alguna forma; quizá igual que cuando rezamos».

La Biblia y la heroína

Tras la muerte de su hijo, el australiano se vio sorprendido por una cierta inclinación hacia el «pensamiento mágico. Con qué prontitud me deshice de esa parte enteramente racional de mi mente y lo reconfortante que fue hacerlo». El líder de The Bad Seeds explica que «sentarse en una iglesia, escuchar a pensadores religiosos, leer las Escrituras, estar sentado en silencio, meditar, rezar: todas esas actividades me hicieron más amable el camino de vuelta al mundo. Quienes las descalifican como tonterías falsas o supersticiosas, o peor, como una expresión de debilidad mental colectiva, están hechos de un material más rígido que yo». Durante la entrevista aparecen los asuntos espirituales aunque Cave rechaza ese término. Prefiere la palabra religión porque «es más específica, incluso conservadora. Tiene un poco más que ver con la tradición». ¿Es Cave en esencia una persona conservadora?, pregunta el autor. «Sí. Siempre ha sido así. Y no solo en cuanto a mi fe. Creo que también en mi temperamento soy conservador», dice el músico australiano que también acepta ser «tradicionalista». «Me atraen las ideas cristianas tradicionales. Me fascina la Biblia y la vida de Cristo. Desde el comienzo ha sido una influencia importante en mi obra, de una forma u otra». Según revela en el libro, Cave siempre ha sentido la necesidad de creer en algo, incluso en las fases más caóticas de su vida, durante las adicciones. «Podía despertar en mi habitación de hotel, rodeado de los desechos de una noche pesada: botellas vacías, la parafernalia de las drogas, quizá una extraña en mi cama, pero también había una copia de la Biblia abierta, con pasajes subrayados. Fue así durante mucho tiempo», revela. Por supuesto, esto tiene una derivada musical: «Lo que me atrevería a decir es que un rechazo de lo divino es malo para el oficio de escribir canciones. El ateísmo es malo para la música». «Todas mis canciones las he escrito desde un lugar de anhelo espiritual, porque es donde vivo de forma permanente».

[[H2:«Yo sí creo»]]

En el proceso del libro, durante la pandemia, la madre del músico falleció en Australia. Cave asistió al «zoomeral», como lo denominó su hijo Earl. «El amor de mi madre me dejó experimentar el mundo de manera plena, incluida la parte oscura: adicciones, duelos, rupturas, decepciones, todo. Por su amor, no me hundí del todo». Y eso que asistió a momentos truculentos, como cuando el músico aterriza en Melbourne muy colocado y es detenido por la Policía, que le lleva a una sala de cacheos junto a ella. No encontraron nada. «Pero cuando menos lo merecía, me ofrecía su apoyo incondicional». «Me arrepiento mucho de cómo me comporté con mi madre. Me hubiese gustado ser lo suficientemente maduro como para advertir su inmenso dolor y ayudarla a lidiar con él, pero durante la mayor parte de mi vida fui un furioso torbellino absorto en sí mismo, con poco tiempo para los demás. Esa también es una fuente de culpa. Los hijos necesitan a los padres, pero los padres también necesitan a los hijos. A veces es todo lo que tienen». ¿Su madre era religiosa?, pregunta el entrevistador.

–No. De hecho, me decía que envidiaba a quienes sí lo son, pero ella no conseguía tener fe.

–Un poco como tú, entonces.

–Oh, no, Seán. Yo sí creo. Especialmente ahora. Así replica Cave que, por enésima vez, insiste en que lo suyo con la religión es más que un recurso literario. «Las canciones que escribo en la actualidad tienden a ser religiosas, en el sentido más amplio del término. Se comportan como si Dios existiera. Básicamente argumentan la propia creencia, aunque en ocasiones son ambiguas e inconsistentes, sobre la existencia de Dios», asegura el músico, que rechaza la corriente de cinismo y desconfianza sobre nuestra existencia: «Hay un esfuerzo por encontrar el significado en lugares donde, en última instancia, eso no es viable: en la política, la identidad y demás».

–Has llevado una vida de extremos: la heroína y Dios.

–Sí. No lo sé. Tal vez.

–Y no uno después de otro. Esto me parece revelador de cómo explorabas lo divino incluso cuando eras consumidor.

–Supongo que eso es verdad. Pero podría ser que consumir heroína y la necesidad de encontrar una dimensión sagrada en la vida fueran búsquedas parejas, en tanto que pudieron ser intentos, en ese entonces, de remediar la misma condición.

–¿Que era cuál?

–Una especie de vacío, creo, y hambre.

Quizá uno imposible de llenar.

La frase maldita que sabotea

►Aunque el tono de la entrevista es más bien trascendente, también hay margen para las curiosidades, acerca de lo que siente sobre el escenario ante sus propias letras. «La frase falsa, carente de valor, te prepara una emboscada para cuando la cantas en directo. Cada vez que estoy en el escenario cantando esa canción en particular pienso: ‘‘¡Aquí viene la maldita frase!’’. Es la misma sensación que tienes cuando robas una frase, algo que todos hacemos de vez en cuando. O quizá escribes la frase de alguien en tu libreta porque te parece increíble y después se abre paso y surge en la