Entrevista

Juanjo Puigcorbé: “En política he conocido una maldad que no sabía que existía”

Tras once años (y un paréntesis adherido a ERC del que ahora se lamenta), regresa a las tablas con "Roca negra", en el Pavón

Juanjo Puigcorbé, actor.
Juanjo Puigcorbé, actor.David JarLa Razón

Juanjo Puigcorbé está de vuelta. De vuelta a los escenarios y de vuelta de Cataluña. No es demasiado positivo sobre su última etapa en Barcelona. Le duele que ya no le quieran o, como poco, que no cuenten con él. Sí le quisieron en 2015 como ejemplo de esa sociedad civil que se metía en política: “Me adherí a ERC, pero nunca he sido de ERC”; y cinco años después se confiesa trasquilado de la experiencia: “No quedamos ninguno de aquellos”. Muy diferentes son sus palabras para hablar de Madrid, donde estrena Roca negra, de Ignasi Vidal. Es por estos lares donde se le ve pletórico por pisar las tablas once años después de su última actuación. Disfruta de la ciudad y, sobre todo, de sus cocinas: “Toga, Lev...”, recomienda. No son pocos los rincones que va aconsejando mientras toma asiento en su camerino del Teatro Pavón, donde vivirá la crisis existencial de un escritor de relumbrón, Nando, hasta el 3 de marzo.

−Once años...

−Desde El crítico, de Juan Mayorga, en el Marquina.

−¿Cómo ha sido este tiempo?

−Pues entré en política, en ERC, para hacer un servicio y terminé escaldado, como otros muchos. Dijo García Montero que salió de la política con el “alma arañada”, y es una frase para esculpir en piedra porque es la sensación que tengo.

−¿Le revolcó la ola?

−Ves cosas que son ajenas a tu vida. Puedes entender que se quiera mejorar la sociedad desde el punto de vista de cada uno, pero no puedes entender que sea una zona de navajazos.

−¿Encontró buenos (o no tan buenos) actores?

−Gente con doble cara.

"Entraron docenas de veces en Wikipedia para poner cosas negativas de mí. Me harté de cambiarlo"

J. Puigcorbé

−¿Cínicos?

−Sí, pero como forma de vida. Somos diferentes a los políticos y no podemos copiarles. He conocido la maldad, una maldad que no sabía que existía. Siempre están detrás de una careta. Una cosa es ver o leer a Yago en Otelo y otra encontrarte a estos personajes a dos metros.

−¿Qué género vivió en la política: drama, vodevil, terror...?

−Algo ajeno. No sabía que me estaban haciendo la cama [está acusado de maltrato laboral]. Vivía la actividad cultural a tope hasta que de la noche a la mañana me sacaron de la circulación de una manera mafiosa, como si fuera un accidente. Me asusté porque vi las caras de esa gente y entendí que iban a por mí. Pensé en dimitir, pero los abogados y los otros partidos me aconsejaron que no lo hiciera. El golpe fue tremendo, fue una puñalada por la espalda literal. No la vi venir y allí tampoco me dieron la oportunidad de defenderme. Sigo teniendo la documentación para demostrar que es falso y quién es el acusador.

−Algo bueno habrá sacado de todo ello...

−Estar en contacto con los equipamientos culturales e ir a todos los estrenos. Ver la cantidad de talento que existe, que es enorme, aunque no se pueda vivir de la profesión. Más del 80% de los actores están en situación precaria. Es espeluznante. Uno tiene que estar en actividad constante para sobrevivir. En Barcelona se nota más que siempre son los mismos y aun así no se pueden hacer ricos. Y nunca hablaré mal de ellos, son gente que admiro. Sí me meto con la gente que está por encima, los que dirigen las políticas culturales. La organización de esta sociedad cultural es fallida.

−¿Usted vuelve a los escenarios por necesidad o porque el “gusanillo” sigue dentro?

−Yo me prejubilé después de la política porque no tenía trabajo ni ingresos. Tuve que prejubilarme año y medio antes por la jugada que me hicieron y porque no se podía compaginar la actividad artística con la jubilación. Ahora, desde hace menos de un año [por el Estatuto del Artista], sí. Tampoco me han ofrecido nada, ni siquiera en los teatros públicos pese a ser Premio Nacional de Cataluña e inaugurar el Centre Dramàtic. Creo que es una rareza a denunciar por mi parte. Mucha más gente no lo dice por miedo a la represión, pero yo me puedo permitir el lujo porque me parece injusto.

−¿Lujo?

−Sí, porque la oportunidad de vivir de mi profesión me la da otra ciudad, como Madrid, u otros países, como Argentina y México.

−¿Y qué ha ganado y qué ha perdido (actoralmente) desde 2013?

−Tengo más mano, más experiencias, pero he perdido facultades gimnásticas mentales y físicas. No es lo mismo. Hace 20 años me aprendía un papel en un santiamén.

"Me prejubilé después de la política porque no tenía trabajo ni ingresos"

J. Puigcorbé

−Si pone su nombre en internet pone “actor y político”, ¿se siente identificado?

−No. Entraron docenas de veces en Wikipedia para poner cosas negativas. Ya hace tiempo que ni lo miro, me harté de cambiarlo. Casualmente, las ediciones correspondían con las horas de oficina de un determinado departamento.

−¿Ve solución al “problema catalán”?

−Es un problema territorial grave irresuelto que nace en la generación del 98. Cataluña quedó como antiespañola, hasta hoy, por su actitud ante el concepto africanista. Tenemos un país enormemente poblado en la periferia y en el centro, pero la zona del medio se va despoblando, y es una anomalía que tiene que resolverse. No es necesario que en Madrid esté una piscina para probar barcos... Hay cosas que no funcionan en la práctica, pero no se quieren solucionar.

−¿Servirán de algo las concesiones de Sánchez ante Puigdemont?

−Ahondar en eso solo ayuda a la oposición. Estamos en la propaganda constante. Parece que hay elecciones cada día y eso es un agobio para la gente. Hay cosas más importantes, como que la desigualdad ha crecido en todo el mundo, lo que genera situaciones más complejas. Estuve en Argentina antes de la segunda vuelta de las elecciones y comprobé de primera mano cómo la gente iba a votar a Milei por dar una patada al tablero político, que era lo único que le satisfacía. Y cuando existe ese premio se llama fascismo: “Me voy a joder, pero tú también”. Esa sensación de venganza está ganando posiciones en muchos lugares del mundo. Es el descontento porque el capitalismo vive desatado.

  • Dónde: Teatro Pavón, Madrid. Cuándo: hasta el 3 de marzo. Cuánto: desde 14 euros.