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Risueño porvenir

Obras de Lalo y Bruckner. Orquesta Sinfónica Freixenet de la Escuela Superior de Música Reina Sofía. Director: Víctor Pablo Pérez. En colaboración con la Fundación BBVA. Madrid. Auditorio Nacional, 25-X-2013.
La Razón
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No hace mucho aplaudíamos a Víctor Pablo en San Sebastián una conspicua interpretación de la «Sinfonía nº 9» de Bruckner con la Sinfónica de Galicia. Ahora, al frente del joven y ya acrisolado conjunto patrocinado por la firma de espumosos, nos ha explicado la «nº 3», dedicada por el autor a Wagner. El director sabe dar a estos pentagramas, tocados en la versión de 1889, la apariencia sonora adecuada, calibrando los timbres, clarificando polifonías y contrapuntos, configurando progresiones y alquitarando proporciones. El colorido translúcido de la orquestación, el fraseo sencillo y lírico y la potencia dramática de las extensas peroraciones encuentran en él un buen traductor.
Muy bien controlado el «crescendo» inicial y efusivamente dicho el tema de canto del primer movimiento. El Adagio tuvo la justa acentuación, con una transida planificación en pianísimo poco antes del cierre. Saltarín y transparente el trío del furibundo «Scherzo» y bien resuelto el complejo clímax del «Finale». Aunque no pudieran evitarse ciertos confusionismos por acumulación –las superposiciones en Bruckner tienen ese problema– y a la coda le faltara una gradación dinámica más sutil. La orquesta, entusiasta y atenta, cumplió bien, algo que hay que celebrar en formación tan bisoña. En cuanto se consiga que algunos toquen más piano, mejore el empaste de los metales –en todo caso, muy bueno el trompeta Alfonso Cantó–, y se regulen y unifiquen todas las entradas, se estará en el camino. Lo ha recorrido ya en gran parte el violinista de 24 años Rubén Mendoza, alumno de Zakhar Bron. Anda todavía un tanto rígido de gesto y actitud, lo que no le impide tocar de manera suelta y resuelta. Posee un hermoso y bruñido sonido, con una magnífica cuarta cuerda y muestra un mecanismo y una afinación muy seguros. Su interpretación de la «Sinfonía Española» de Lalo fue espléndida. No nos convenció del todo el acompañamiento, en exceso aparatoso, poco transparente.