En siete décadas de carrera publicó más de 70 álbumes, ganó 19 Grammy y fue el único cantante capaz de desafiar el reinado de Frank Sinatra, admirador suyo
Alberto Bravo
Alberto Bravo
Madrid Creada:
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Algún día tenía que llegar. El desafío de Tony Bennett a la inmortalidad tuvo ese final tan lleno de lógica y se marchó a los 96 años, a solo dos semanas de su nuevo cumpleaños y dejando atrás una carrera de siete décadas que defendió con dignidad y talento hasta su último día. Atrás deja un catálogo impresionante y un recuerdo imborrable con interpretaciones sobrecogedoras que quedarán para siempre. Fue un rey de la canción a quien ni siquiera un gigante como Frank Sinatra pudo opacar.
La publicista Sylvia Weiner confirmó el fallecimiento de Bennett a «The Associated Press». Murió en su ciudad natal de Nueva York sin especificar la causa de su fallecimiento, aunque desde 2016 luchaba contra la enfermedad de Alzheimer, una pelea titánica que apenas dejó entrever, pues continuó cantando y actuando casi hasta el final. Deja una carrera irrepetible –por longevidad y calidad– de más de 70 álbumes y múltiples reconocimientos, incluyendo 19 premios Grammy. Curiosamente, 17 estos trofeos le llegaron después de cumplir los 60 años, disfrutando del afecto y reconocimiento de público y artistas de varias generaciones.
Nadie mejor que Frank Sinatra para reivindicar su figura. Lo hizo en 1965 en unas célebres declaraciones para la revista «Life»: «Tony Bennett es el mejor cantante que hay en el negocio. Me emociono cuando le veo, me conmueve. Él es el cantante que ve lo que el compositor tenía en su mente, y posiblemente un poco más». Lejos de sentir el peso de la competencia, Sinatra cayó rendido ante el valor de un vocalista único que no solo tenía voz, sino una expresividad que llegaba al corazón.
De orígenes italianos, como el propio Sinatra, Anthony Benedetto nació en Astoria, un barrio de Queens lleno de inmigrantes, y creció en el seno de una familia profundamente musical que vivía pegada a la radio y las crónicas sentimentales de canciones interpretadas por pioneros como Al Jolson, Judy Garland, Bing Crosby o Billie Holiday. Pronto supo lo que era la necesidad de traer dinero a casa, pues su padre, empleado de ultramarinos, falleció cuando él apenas tenía diez años. Su madre se puso a trabajar como costurera de sol a sol, abrazando la cama con su cuerpo cansado y sus dedos marcados por la sangre de las agujas.
Uno de sus tíos era bailarín de claqué, tan de moda en la época, y fue quien le acercó al mundo del espectáculo, y todavía niño ya exhibía una exuberancia vocal y expresiva impropia de su edad. Siendo adolescente, comenzó a cantar en restaurantes italianos de Queens para traer dinero a casa. Combatió en la Segunda Guerra Mundial y hasta participó en la liberación del campo de concentración de Landsberg. De regreso en EE UU, siguió actuando sin muchas pretensiones hasta que fue descubierto por la actriz y cantante Pearl Bailey, quien le eligió como telonero en un espectáculo que ella ofrecía en el barrio de Greenwich Village. Y fue así como Anthony Benedetto pasó a llamarse Tony Bennett. Animado por el comediante Bob Hope, en 1950 Bennett grabó una prueba de la canción «Boulevard of Broken Dreams» y la envió a la Columbia Records, compañía discográfica que pertenecía a la multinacional CBS, y aquella impresionante interpretación le procuraría su primer gran contrato. A partir de ahí, el cielo era la cima. El secreto: no imitar a Frank Sinatra.
«Because of You», en 1951, fue el primero de sus éxitos. Se atrevía con todo: country («Cold cold heart»), tango («Rags to Riches»), musicales («Stranger in Paradise») y, por supuesto, el gran cancionero americano. En 1957 publicaría el álbum «The Beat of My Heart» y se convertiría en el primer cantante de música popular en colaborar con el gran Count Basie y su orquesta, construyendo un tipo de sonido que luego haría suyo el propio Sinatra. Y ya en 1962 grabaría su canción más emblemática y que definiría su propia marca, la impresionante «I Left My Heart in San Francisco», ganadora de dos premios Grammy y considerada hoy una de las mejores interpretaciones de la historia.
Bennett sobreviviría a las modas y la llegada del pop, que desplazaría a tantos crooners. También a divorcios, desfases y la cocaína. Y a mediados de los años 80 rejuveneció su sonido –sin alejarse de la autenticidad– para conquistar nuevas generaciones que todavía hoy le aclaman y recuerdan como lo que fue: un rey que además reinó. El último de los crooners de una época dorada.
EL «UNPLUGGED» DE 1994 Y GLASTONBURY
Fue en 1994, en plena moda «Unplugged», cuando Tony Bennett grabó para la MTV un especial en el que también participaron Elvis Costello y K.d. lang, un disco que más tarde sería doble platino y por el que recibiría el Grammy a mejor álbum. Y en 1999 sorprendió en el icónico Festival de Glastonbury al actuar vestido con un impresionante traje blanco y sobrecoger a muchachos que podrían ser sus nietos con una interpretación auténtica.
El acercamiento de Bennett a talentos jóvenes y supuestamente alejados de su estilo, como Costello, Bono, Amy Winehouse o Lady Gaga, extendió su fama a niveles masivos, pero todo ello con un signo distintivo: nadie cuestionaría su autenticidad y respeto.