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Frank Sinatra: seis razones por las que recordar a La Voz

Han pasado 25 años de su muerte, pero su vida y obra permanecen vigentes, así como su biografía permite hablar de un hombre y un músico excepcional que todavía hoy reina
Frank Sinatra mantiene hoy vivo su monstruoso legado musical
Frank Sinatra mantiene hoy vivo su monstruoso legado musicalTELEMADRIDEUROPAPRESS
La Razón
  • Alberto Bravo

    Alberto Bravo

Madrid Creada:

Última actualización:

Fue un 14 de mayo de 1998 cuando La Voz se apagó. Pero no se extinguió porque eso nunca ocurre con las leyendas, y no hay ninguna mayor que Francis Albert Sinatra, el hombre que hoy, 25 años después de su muerte, mantiene vivo su monstruoso legado musical mientras su vida sigue ofreciendo motivos para la publicación de más y más biografías. Porque Sinatra fue mucho más que un cantante. Fue una forma de cantar, una forma de vivir. A su manera, siempre.
Existen suficientes motivos para amar a una de las personalidades más singulares de la historia del negocio musical, a un hombre con un carácter tan indómito que siempre miró hacia adelante despreciando a quien quedaba atrás. En lo personal y en lo musical. Un tipo que marcó diferencias, alguien incomparable. Como bien dijo una vez: «Que vivas 100 años y que la última voz que escuches sea la mía». Porque hay muchas razones para recordar a Sinatra…
A lo largo de siete décadas de carrera, Frank Sinatra dejó registrada una obra masiva. Los números son abrasadores: más de 1.400 grabaciones, 31 discos de oro, 9 de platino, 3 doble platino y un triple platino. Pero lo realmente sorprendente no son tanto los números, ya de por sí excepcionales, como la calidad de su obra. Para él, nunca hubo una grabación intrascendente, siempre entregaba todo. Tiró del cancionero americano, hizo swing, discos conceptuales, grabó con orquesta de cuerda y con big-bands, también con grupos pequeños, hizo bossa-nova y mucho más. «Durante toda mi carrera, si algo he hecho ha sido prestar atención a cada nota y cada palabra que canto, respetar la canción. Si no puedo transmitir esto, es un fracaso», diría en una ocasión. Discos como «In the wee small hours», «Francis Albert Sinatra & Antonio Carlos Jobim», «Come fly with me», «Songs for young lovers», «Only the lonely», «Come dance with me», «September of my years» o «Sinatra at the Sands» no deberían faltar en ninguna discoteca que se precie.
Probablemente no haya habido ni vaya a haber un cantante mejor que Sinatra. Lo definió impecablemente el biógrafo Randy Taraborrelli: «Sinatra se caracteriza por su inteligencia como cantante, así como por su sentido poético y el instinto que utiliza para transmitir la verdad de un tema, implantando en el corazón de quien escucha las emociones y el impacto de una canción y una letra». Todo cuenta en la interpretación de Sinatra. Su técnica es prodigiosa, con un control de la respiración como nunca antes se ha visto, pero también su instinto, esa forma de adelantarse al ritmo, uniendo versos y alargando finales. Y ese fraseo, tan lleno de clase, con una dicción impecable. Todo sin aparente esfuerzo. No era un patrón, era puro instinto, era credibilidad. Nada suena aburrido y ese es uno de los motivos por los que su obra perdura y se puede escuchar mil veces: no es predecible, cada verso lo puede cantar diferente al anterior, siempre asombra.
Si buscan una vida de película, ahí tienen la de Sinatra. Hijo de inmigrantes italianos, se abrió hueco con el dominio de su voz y vivió su ascenso desde la miseria hasta la opulencia. Encarnó el sueño americano, esa lotería. Se casó cuatro veces (Nancy Barbato, Ava Gardner, Mia Farrow y Barbara Marx), tuvo decenas de relaciones con famosas (Lana Turner, Marilyn Monroe, Lauren Bacall) y menos famosas, hizo contactos con la mafia al más alto nivel, fue actor, ganó un Oscar, se bebió el Nilo, esnifó una playa, rompió corazones, quebraron el suyo, fracasó, cayó, se levantó, triunfó, conquistó la eternidad... Fueron cien vidas en una y cualquier documental («All or nothing» es sensacional) es de revisión obligada. Pocas canciones como «My way» resumen cómo vivió: «He amado, he reído y he llorado / He tenido mi riqueza y mi ración de pérdida / Y ahora, mientras las lágrimas desaparecen / Me parece todo tan divertido / Pensar que hice todo eso / Y puedo decir que no de una manera tímida / Lo hice a mi manera/ ¿Para qué sirve un hombre, qué es lo que tiene? / Si no es a sí mismo, entonces no tiene nada / Para decir las cosas que realmente siente / Y no las palabras de alguien que se arrodilla / La historia muestra que asumí los golpes / Y lo hice a mi manera».
Es imposible encontrar a un hombre del negocio musical con semejante carácter. Fue siempre dueño de sí mismo, de sus acciones y de sus obras. Obviamente, sus primeros discos fueron guiados, como correspondía en una época como aquella, en la que las casas discográficas decidían e imponían hasta el atuendo del artista. Pero no pasó mucho tiempo hasta que Sinatra se hizo con el control absoluto de su obra y su carrera. También lo hizo con su vida, aunque eso ya lo había conquistado antes. Él tenía la capacidad para decidir qué discos sacaba y qué canciones elegía. Y peleó hasta la extenuación por cada proyecto en el que creía. Incluso en el cine, cuando se empeñó en conseguir el papel de Angelo Maggio en «De aquí a la eternidad» –incluso recurriendo a sus contactos en la mafia–, con el que ganó un Oscar. Nunca tuvo (ni soportó) un «Coronel» que le dijera qué tenía que hacer. «La mayor venganza es el éxito masivo», aseguraría.
Sinatra siempre se movió un paso por delante de los demás. Tenía un instinto increíble para todo: detectar una buena canción, qué tipo de álbum quería grabar, cómo cantar cada tema, quién debía ser el arreglista, cuál era la mejor orquesta, qué tipo de espectáculo iba a demandar el público… En el cine, el cantante se negó a quedar encasillado en papeles más o menos mainstream de estrella de la canción y buscó el drama para dejar huella también en el celuloide. Estuvo atento a los movimientos musicales que se desarrollaban a su alrededor y no dudó en grabar bossa-nova junto a Jobim para reencontrarse con el reconocimiento artístico y comercial. Y tampoco evitó abrir su mente a nuevas generaciones de autores de canciones para grabar composiciones de Beatles, Joni Mitchell, Jim Croce y muchos más. Una vez dijo: «El rock and roll es la más brutal, horrenda, desesperada y viciosa forma de expresión que mis oídos han tenido la mala fortuna de escuchar». Pero es famosa la anécdota en la que a mediados de los 90 invitó a Bruce Springsteen y Bob Dylan a su mansión y acabaron todos borrachos alrededor del piano cantando canciones hasta el amanecer. Poco después, le pidió a Dylan que cantara «Restless farewell», una de sus canciones favoritas, en un homenaje que le dieron.
Hubo un momento en la vida de Sinatra en la que un día típico era acudir por la mañana a rodar una película, desplazarse después a un estudio de grabación para registrar varias canciones, supervisar el estado de sus finanzas para detectar oportunidades de inversión, actuar en un concierto ante una audiencia que quería lo mejor y finalizar la jornada con una juerga salvaje hasta el amanecer. Y así día tras días. Jamás se quejó un solo productor, un solo director ni un solo promotor. Cumplía puntual y excepcionalmente con cada uno de sus compromisos. Y ya en la noche era increíble escucharle en escena, con esa voz impecable a niveles sobrehumanos a pesar de tanto castigo. Ante la audiencia se mostraba absurdamente lúcido y era capaz de desplegar todo su encanto a pesar de las decepciones y excesos del día. Desplegaba un desternillante repertorio de chistes y bromas antes de ponerse a cantar la sentimental «It was a very good year» ante un público que se derretía. La grabación del directo «At the Sands» es una impresionante muestra de quién era Sinatra. El show siempre debía continuar y ser de máxima calidad. Y así ocurrió hasta el final. «La gente a menudo me comenta que tengo mucha suerte. La suerte solo es importante en la medida en que tengas la oportunidad de mostrarte en el momento adecuado. Después de eso, tienes que tener talento y saber cómo usarlo», resumiría.