Estreno

Un barroco francés para disfrutar

«El jardín de monsieur Rameau». Obras de Rameau, Pignolet de Monteclair, Dauvergne, Racot de Grandval, Gluck y Campra. Orquesta de Les Arts Florissants. Director: William Christie. Solistas del Jardín: Daniela Skorka, Emilie Renard, Benedetta Mazzucato, Zachary Wilder, Victor Sicard y Cyril Costanzo.

La Razón
La RazónLa Razón

En Caen, hace once años, William Christie (1944) fundó la academia vocal Le Jardin des Voix. Se ha presentado de nuevo en Madrid con algunos de los integrantes de la VI edición de esa academia. Pese al empleo de instrumentos de época, se han conseguido una afinación impoluta, una densidad y un colorido tímbricos muy peculiares. El espectro es más bien oscuro, equilibrado y sedoso, sin la agresividad que muestran otras formaciones de época. Los 21 profesores, cuerdas, con contrabajo, más cinco maderas, un clave y una –excelente– percusionista, capaz de producir multitud de efectos «caseros», se alían en este caso a un plantel de seis voces jóvenes, representantes de la academia. Todos se integran en un espectáculo semiescenificado, dirigido por Paul Agnew, codirector del proyecto, y Sophie Daneman. Los movimientos acompasados, las idas y venidas siempre justificadas, las relaciones entre personajes se hacen con la complicidad del oyente-espectador, que va siendo llevado de unas músicas a otras, en una selección ejemplar e inteligente. Se han enlazado magistralmente fragmentos de cantatas, óperas, acciones escénicas y ballets con estudiadas transiciones, de tal manera que se teje una sutil red de teatro musical que discurre fluidamente, gracias a la excelencia de los instrumentistas y a la buena disposición, ya que no alta calidad, de los cantantes.

Voces corrientitas

Sobresale por encima de los demás la muy lírica mezzo inglesa Emilie Renard, de timbre fresco, claro, emisión ortodoxa y expresividad centelleante. Corrientitos los demás y muy flojito el tenor Zachary Wilder, de voz pequeña y blanquecina. Fue un placer seguir todas las evoluciones y sumergirnos en las partituras, a veces sentidas y en ciertos momentos profundas. Un ejemplo de esto último es el cuarteto «Tendre amour» de «Les Indes Galantes» de Rameau, que creemos se dio como regalo, aunque esta vez cantado por las seis voces.