¿Por dónde se escapó el Duende de Madrid?
Manuel Freyre fue un personaje singular rodeado de misterio. Se convirtió en azote de Felipe V y aún es un enigma el modo en que consiguió huir de la celda donde estaba confinado sin forzar la cerradura
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Manuel Freyre fue un personaje singular rodeado de misterio. Se convirtió en azote de Felipe V y aún es un enigma el modo en que consiguió huir de la celda donde estaba confinado sin forzar la cerradura
El 17 de marzo de 1737, el prior del convento de carmelitas descalzos de Madrid se dirigió, en compañía de un funcionario del Ministerio de Justicia, a la cárcel donde llevaba confinado casi un año el motejado como «Duende de Madrid». ¿Quién se escondía en realidad tras ese mágico y misterioso apodo que sobrevive todavía hoy, al cabo de casi tres siglos de Historia? El preso se llamaba Manuel Freyre da Silva, y había sido nada menos que capitán de Dragones en el Ejército portugués que combatió a favor de sus aliados de la Casa de Austria en la célebre Guerra de Sucesión española, declarada en 1701. Una vez firmado el Tratado de Utrecht, en 1713, que asentó la dinastía de los Borbones en España y en concreto la Corona en las sienes de Felipe V, Freyre tomó los hábitos de carmelita descalzo en un convento de Navarra, por lo que se hacía llamar Fray Manuel de San José durante el tiempo de su cautiverio.
El prior de la orden y el funcionario estaban muy preocupados, pues habían oído rumores aquel mismo día de que el recluso acababa de fugarse de la prisión, donde se le confinó por orden expresa del primer Borbón Felipe V, acusado sin juicio previo de ser el autor de unos escritos satíricos contra el propio monarca y su segunda esposa, la reina Isabel de Farnesio, padres del futuro Carlos III. La primera de un sinfín de , aparecidas en los bolsillos de las casacas, en las servilletas de palacio y en otros insospechados lugares, arrancaba así, en diciembre de 1735:
«Yo soy en la Corte
un crítico Duende
que todos me miran
y nadie me entiende;
cuando meto ruido
en el Gabinete
asusto a Patiño
y enfado a los Reyes»
El enigmático Duende arremetía así contra los propios monarcas, a quienes censuraba en muchos de sus versos burlescos, y en especial contra uno de sus ministros plenipotenciarios, José Patiño. La tensión política de España en aquellos momentos favorecía el descontento general: la firma de las condiciones preliminares del Tratado de Viena y el fracaso de la estrategia en Italia de la reina Isabel de Farnesio y del ministro Patiño sumían, como decimos, al país en un auténtico caldo de cultivo para las críticas mordaces. Más tarde, esas críticas en forma de sátira despiadada se vertieron en un periódico clandestino del Duende publicado cada jueves, durante seis meses consecutivos, desde diciembre de 1735 hasta mayo de 1736.
Pero volvamos al mismo día 17 de marzo de 1737 con que arrancábamos esta crónica. Al llegar a la prisión, el prior y el funcionario comprobaron que la celda estaba cerrada. Para acceder a ella tuvieron que abrir antes dos puertas bajo llave. Al abrir la tercera, verificaron estupefactos que la celda estaba vacía sin el menor rastro del Duende de Madrid, como si se hubiese volatilizado de aquella mísera estancia. El habitáculo, de tres metros de largo por dos de ancho, se hallaba intacto, sin pasadizo ni agujero alguno por el que hubiese podido huir el prisionero. Las tres cerraduras que debía abrir el preso para escapar tampoco habían sido forzadas. Todo aparecía con absoluta normalidad... ¡excepto que el cautivo había desaparecido de allí como por ensalmo!
w Sin agujerear paredes
¿Cómo había logrado evadirse entonces? Hallaron la explicación en una extensa carta manuscrita del propio Duende a su superior, dejada a propósito por el primero en una mesilla desvencijada, que decía textualmente así: «Juro in verbum sacerdotis que para salir de este encierro no me ha dado nadie, seglar ni religioso, ayuda directa ni indirecta. Todo ha corrido a cargo de Dios Nuestro Señor, sin necesidad de forzar puertas ni falsificar llaves, ni agujerear paredes. Yo sólo oía una voz que me decía: ‘‘¡Date prisa!’’».
La escena era casi un calco de la relatada en los Hechos de los Apóstoles, cuando San Pablo, hallándose preso con varios discípulos suyos por evangelizar sobre Cristo Jesús, vio de repente una madrugada cómo se abrían solas las puertas de hierro de todas las celdas y quedaban liberados de sus cadenas.
El Duende de Madrid vivió en Italia hasta que falleció el rey Felipe V. Había ingresado en un convento de Florencia y retornó a Madrid cuando ya no corría peligro. Su vida siempre fue un auténtico enigma, tan sugerente como el apodo con que pasó a la Historia de España y al que hizo honor con su misteriosa evasión de la cárcel. Su última sátira fue, precisamente, la explicación manuscrita de su fuga. ¿Realidad o fantasía?
Quién iba a decir que, más de medio siglo después de las críticas publicadas por el «Duende de Madrid», Fray Carlos de Luca, dominico del convento de Nuestra Señora del Pilar, presentaría una denuncia contra «un carmelita descalzo portugués», en alusión velada a Manuel Freyre Da Silva. La denuncia se interpuso ante el Tribunal de la Inquisición de Valencia, con fecha 26 de agosto de 1791 para ser exactos. El motivo de la misma era la existencia de dos volúmenes manuscritos cuya autoría se atribuía sin pruebas al protagonista de esta historia, donde se plasmaban duras críticas contra los reyes Felipe V e Isabel de Farnesio, principalmente, amén del ministro Patiño. El citado tribunal inquisidor acabó prohibiendo esos dos tomos por considerarlos «escandalosos», «ofensivos», y «abusivos de lo más sagrado de nuestra Santa Religión». Y entre tanto, el «Duende de Madrid». siguió dando rienda suelta a la leyenda... ¡Hasta hoy!
@JMZavalaOficial