Por favor, no cambien a mis superhéroes
Para ganar y diversificar la audiencia, en los cómics, los personajes se casan, tienen hijos, cambian de raza o de sexo.
Los superhéroes de los cómics ya tienen una edad. El legendario Superman cuenta con 77 años, Batman, 76, uno menos el veloz Flash, el patriótico Capitán América 74, Spiderman, 53 primaveras, Iron Man, 52, o el mutante Lobezno, 41. Una vida repleta de miles de aventuras, narradas por centenares de guionistas y dibujantes que han traslado sus aventuras a las páginas de los tebeos. La verdad es que han vivido todo tipo de hazañas. Es difícil mantener cada mes el interés del público y es por eso que, periódicamente hay cambios de trajes, muere un personaje o se cede el testigo a otro. Todos recordamos cómo la desaparición de Batman, la muerte del Capitán América o unos años antes la de Superman, llenaron las páginas de las secciones de cultura de todo el mundo. Hoy todo ha vuelto a su statu quo y sabemos que no estaban muertos, sino que estaban de parranda.
¿De quién es la culpa de esta puerta giratoria celestial? ¿Quizá la falta de ideas? Parte de la culpa es de los lectores. Después de décadas siguiendo las aventuras del personaje de turno, piden cambios reales, evolución en los héroes de papel. Son los mismos que cuando ocurren dichas transformaciones reniegan de ellas y piden una vuelta a los orígenes. De esta manera, a Batman se le rompió la columna. Hal Jordan dejó el anillo de Green Lantern en manos de Kyle Rayner. Y Wally West sustituyó a Barry Allen como Flash.
¿Y qué pasa con Spiderman?
Muy sonada fue también la muerte de Steve Rogers, el Capitán América original, aunque finalmente todo resultó ser un complot de sus enemigos para secuestrarlo. No hablemos ya de los mutantes de la Patrulla-X. Las veces que han muerto y resucitado son incontables ¿A qué se debe esta sangría continua de héroes (y villanos) en los cómics? Como parte dramática del guión, sin duda funciona y cumple su cometido. El problema viene cuando lo que mueren son, no seres abstractos, sino licencias tras la cual las empresas ganan millones de dólares al año. Desde este punto de vista, sería tan poco probable la muerte de la Wonder Woman o de Hulk de turno como sería la desaparición de cualquier marca comercial... siempre y cuando sigan dando dinero a sus accionistas.
Peter Parker y su álter ego Spiderman han sido la gallina de los huevos de oro de Marvel durante mucho tiempo. Así fue hasta que Chris Claremont y John Byrne tomaron las riendas de la Patrulla-X y alzaron a los mutantes a la primera posición. Aun así, Spiderman ha tenido siempre el favor de los lectores de todo el mundo. Un joven estudiante, con los problemas propios de su edad, que se enfrentaba risueño al malvado de turno, mientras se preocupaba de que su pobre tía May llegara a final de mes.
Con el tiempo pasó de estudiante de instituto a universitario y de estudiante a profesor. Era la evolución lógica, como lo fue la boda con Mary Jane en 1987. Y aquí se abrió la caja de Pandora. Con un Spiderman casado, las aventuras tomaron otro cariz. Tanto, que apelando a la tan solicitada evolución, Mary Jane queda embarazada y da a luz a un bebé a mediados de los 90. Y si casado era malo, con hijos, peor. Joe Quesada, el editor Marvel, había manifestado en alguna ocasión que los personajes casados los hacían «menos atractivos para los lectores» y que perjudicaba en el nivel dramático de la historia. Pero veía que el divorcio o la viudedad no eran la mejor solución. La primera decisión fue olvidarse del bebé. Tras ser secuestrada por una secuaz de Norman Osborn (el Duende Verde), la pequeña May desapareció de la continuidad oficial del Universo Marvel. Se dejó de hablar de ella y se hizo como si no existiera. Más difícil era el «problema» de Mary Jane. Como personaje secundario continuaba siendo interesante, por lo que su muerte no estaba en la agenda de nadie. Lo mismo que un posible divorcio. La decisión fue una de las más polémicas de las que se han realizado en Marvel. En 2007 la tía May cae gravemente enferma y Peter pacta con Mefisto, un poderoso ser que personifica el mal. Este demonio le pide a cambio de salvar a su tía, no su alma inmortal, sino otra cosa que le haría sufrir aún más. Hacerle olvidar, a ellos y a todo el mundo, que habían estado casados alguna vez. De esa manera, Quesada conseguía, además de volver al Spiderman que hemos visto en la versión cinematográfica, quitarse el problema de un Peter Parker casado.
Las declaraciones de Stan Lee respecto a que no le gustaría un Spiderman homosexual o negro no pueden ser tomadas de ninguna manera como despectivas o discriminatorias. Tanto Marvel Comics como Stan Lee han publicado un gran número de historias en las que sus protagonistas se alejaban del patrón «wasp», iniciales inglesas de blanco, anglosajón y protestante. Stan Lee estaba en contra de modificar los personajes ya creados. «Lo único que no me gusta hacer es cambiar los que ya tenemos», dijo. Le gustaría que Spiderman continuase tal y como él lo creó, «Pero no tengo ningún problema en crear un superhéroe que sea homosexual. Ni tampoco uno negro, latino o asiático. Se pueden inventar personajes de todo el mundo».
Aunque lo de que Spiderman debería ser blanco es parecido a la opinión de Disney. En los correos electrónicos mostrados tras el hackeo a Sony se desveló que el acuerdo alcanzado con la licencia incluía que el nuevo Spiderman debería ser, entre otros puntos, obligatoriamente blanco, no fumador y que no hubiese mantenido relaciones sexuales antes de los 16 años. Es por eso que la decisión de contratar a Tom Holland ha sido aplaudida por todos.
Los rumores del cambio de raza del personaje no son casuales. Estos vinieron acompañados de una novedad en las páginas del cómic en el que Miles Morales (un Spiderman hijo de padre negro y madre puertorriqueña), aterrizaba en las páginas del universo tradicional acompañando a Peter Parker en el negocio de subirse por las paredes. Incluso se rumoreaba que Jaden Smith, el hijo de Will Smith, podría enfundarse las mallas azulgranas en una futura adaptación cinematográfica. Y es que el negocio está en Hollywood. Las cinco películas de Spiderman (las tres de Sam Raimi y las dos de Marc Webb) han recaudado más de 4.000 millones de dólares. Una cifra nada despreciable a la que los accionistas de The Walt Disney Company y Sony Pictures no están dispuestos a ceder.
Desde hace unos meses, en los cómics, el poderoso Mjolnir (el martillo de Thor) lo empuña una mujer. De momento sigue siendo así, pero nadie duda que es un cambio temporal y que en el momento menos pensado (o cuando el guión lo requiera) volverá a ser el Dios nórdico que todos conocemos. Y es que sería extraño tener al Thor tradicional viviendo sus aventuras en la gran pantalla y a uno completamente diferente en las páginas de los cómics. El porqué de este cambio podría encontrarse en las reveladoras cifras que Marvel ha hecho públicas: el 47% de sus lectores son mujeres. Quizás aquí se encuentre una parte importante del porqué personajes como Thor o Lobezno cambian de sexo, o se presentan héroes de universos alternativos como Spider-Gwen, en el que la legendaria novia de Peter Parker es la que se convierte en la mujer araña.