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Profeta Kubrick

En el 50 aniversario del estreno de «2001: una odisea del espacio», la Fundación Telefónica inaugura una exposición, que coincide con otra dedicada al director en Barcelona, y que toma como base la mítica película para indagar en el origen de nuestra inteligencia.

Uno de los carteles del artista Robert McCall en el que se ve a Bowman en el centrífugo
Uno de los carteles del artista Robert McCall en el que se ve a Bowman en el centrífugolarazon

En el 50 aniversario del estreno de «2001: una odisea del espacio», la Fundación Telefónica inaugura una exposición, que coincide con otra dedicada al director en Barcelona, y que toma como base la mítica película para indagar en el origen de nuestra inteligencia.

En los años sesenta, Stanley Kubrick quiso indagar en uno de los misterios de la naturaleza humana aún pendientes de resolver por la ciencia: el origen de la inteligencia. Para profundizar en ese enigma, el realizador unió fuerzas con el escritor Arthur C. Clarke y el resultado de sus reflexiones conjuntas fue una película controvertida, hoy legendaria, pero que en su momento despertó opiniones encontradas y que todavía en nuestros días divide a los espectadores entre aquellos que la elogian y los que la denostan: «2001: una odisea del espacio» (1968). Una cinta de múltiples caras y aristas que homenajeaba a la «Odisea» de Homero (Ulises sería el astronauta David Bowman, que se enfrenta a ese polifemo moderno que sería Hal 9000), recogía las teorías filosóficas de Nietzsche y refractaba preguntas que siguen siendo universales en la actualidad: «¿Qué es el hombre actual respecto al mono que fue hace seis millones de años? ¿Cuál será la relación con la inteligencia artificial? ¿Cómo será el superhombre del futuro?». Cuando Kubrick se asocia con Clark, él ya estaba interesado en la inteligencia artificial y en las potencialidades que ofrecía la informática. Sin duda, de este enfoque es de donde surge Hal 9000. A Stanley Kubrick hacía tiempo que le atraía el nacimiento de la inteligencia humana y cómo funcionaría en relación con las máquinas. En este planteamiento subyacía una preocupación fundamental: cuál será el futuro de la especie humana. «Es una cinta clave porque, partiendo del pensamiento de Nietzsche, enfoca todo hacia las grandes cuestiones que han preocupado a la humanidad», comenta Claudia Giannetti, comisaria de la exposición «Más allá de 2001: odiseas de la inteligencia», una muestra que, aprovechando el 70 aniversario de «El centinela», el cuento de Arthur C. Clarke que dio pie a la película, y los 50 años del estreno de este filme, tildado por muchos como una obra maestra, reflexiona ahora sobre estas mismas cuestiones. «Uno de los grandes aciertos que tuvo su director es que Hal 9000 es una inteligencia superior, no un robot. Es una inteligencia omnipresente. Esto lo hace muy atractivo. Ya se habían rodado cintas en las que se veían robots como simulacros de seres humanos, pero Kubrick tuvo la lucidez de dejar esta cuestión formal de lado y centrarse en qué es lo que hace a una inteligencia superior».

El famoso monolito

El rodaje del filme costó casi once millones de dólares (más de la mitad se invirtió en los elaborados efectos especiales), una suma que después se cubrió con creces con la recaudación de taquilla. Pero la cinta arrastraría al público a un intenso debate sobre su sentido, el significado del célebre monolito y lo que quería decir la escena final. Una conversación que se ha ido repitiendo generación tras generación desde entonces. «Todo lo que refleja es imprescindible para nosotros a pesar del tiempo que ha transcurrido. Quizá, lo que menos ha aguantado es la solución que Kubrick intenta dar a este interrogante: ¿de dónde proviene la inteligencia? Él responde remitiendo a un ser de otro planeta, representado en el monolito. Bueno, pues esto, justamente, es lo que más ciencia ficción es de todo el metraje. El resto continúa siendo vigente», aclara Claudia Giannetti.

Para ella, que ha montado el recorrido de la muestra desde el arte rupestre como la primera manifestación de la creatividad del hombre, hasta el proyecto «The next Rembrandt», un programa informático que imita el estilo de famoso pintor y que hará una demostración de sus habilidades durante la exhibición, existe una relación clara entre «el desarrollo de la inteligencia humana y la propia supervivencia de los hombres, que ha dependido de los instrumentos. Sin ellos, el hombre no habría podido sobrevivir. Kubrick enseña muy bien esto. Por un lado, un hueso le permite a los primeros humanos matar para comer, pero, también, matar a sus enemigos. Después, Hal 9000 usará las herramientas a su alcance para exterminar a los astronautas. En la actualidad, la inteligencia artificial se está aplicando con funciones que van a ser positivas para la humanidad y que, de hecho, ya lo son. Pero, por otro lado, se han generado sistemas, y que la inteligencia artificial actúe de forma autónoma ya es una realidad. Algunos se comportan por su cuenta. Y, evidentemente, son usados en las guerras. Ahí es donde reside en la actualidad nuestra gran preocupación y, por eso, se está intentando establecer normas internacionales para que no se produzca una proliferación de esta clase de armas independientes». Pero Claudia Giannetti advierte: «La IA hará justamente lo que el ser humano haya programado. Si desarrollas un programa para ser utilizado como arma, evidentemente el que estará detrás es el hombre. Los usos estratégicos de esta violencia contra nosotros mismos es una derivación de la acción humana».

«Miguelón», desde Burgos

La exposición ha reunido multitud de piezas, desde el borrador de la película, «El ajedrecista», de Leonardo Torres Quevedo, los dibujos de las neuronas de Santiago Ramón y Cajal y una réplica del cráneo del Homo Antecessor, conocido por todos como «Miguelón», que se ha traído del Museo de la Evolución Humana de Burgos. Pero lo que más interesa es lo que Kubrick planteaba al final de su película, cuando recurre a la música de Richard Strauss: ¿qué será de nosotros mañana? «Todos los logros –explica Claudia Giannetti– y las investigaciones apuntan a que el camino es una simbiosis entre la inteligencia artificial y la humana. Habrá una confluencia de las dos para potenciar nuestras capacidades, porque para unas cosas, los cálculos y los procedimientos rápidos, la IA ya ha superado a la inteligencia humana. Pero existen otras, y que nosotros hacemos de una forma inconsciente y que están relacionadas con el sentido común, la sensibilidad y las emociones, que para una máquina todavía es impensable. Esa sinergia es lo que las investigaciones están buscando y lo que marcará la inteligencia del futuro».

Por eso, Giannetti revela que próximamente, en ese horizonte indeciso del futuro, aguarda el día en que el aprendizaje será casi instantáneo, como se ve en «Matrix»: «Hay científicos cuyos estudios van en ese sentido. Se trata de potenciar nuestra inteligencia a través de conexiones externas, pero también internas, con sistemas implantados en el cuerpo. Es algo muy serio y que en treinta o cuarenta años aflorará. Es la conexión biológico-digital». Eso abre un panorama que se ha reflejado en otras películas de ciencia ficción, con unas sociedades controladas por organismos superiores o grandes magnates que concentran todo el poder. «Está bastante claro que el día de mañana, quien tenga el control de la IA tendrá el poder del mundo. ¿Y qué pasará con el ser humano? Debemos tener presente que el hombre es el mismo desde hace 200.000 años. Desde esas fechas, ni ha crecido ni evolucionado desde el punto de vista cerebral. Ahora será posible dar un salto al generar un proceso extrabiológico».

La creatividad de las máquinas

La exposición cuenta con dos instalaciones que llamarán la atención de los visitantes. La primera es un trabajo del artista Patrick Tresset: un brazo robótico bautizado como «Human Study #1», que es capaz de ejecutar un retrato en tiempo real. La segunda, «The Mutual Waves Machine», mide la capacidad de empatía que existe entre dos personas. Giannetti explica que «la creatividad en las máquinas se está desarrollando en dos líneas. Por un lado, están los robots que aprenden un determinado estilo y lo reproducen con gran maestría, como es el caso de Rembrandt. Esta máquina es capaz de recrear un nuevo cuadro a partir de lo que ha asumido. La otra línea se refiere a la autonomía de las máquinas. Se ha creado un algoritmo que ha enseñado a una cómo se compone y ahora es capaz de componer una pieza musical. No hay estilo previo. Llega a un punto en que la escuchas y no la diferencias de la de un ser humano».

La muestra refleja también la partida de ajedrez que estableció el hombre (y que ahora dominan los programas diseñados para este juego después de batir a los grandes campeones), pero lo que más obsesiona es la prueba de Turing. El test, que aparece en otro filme, «Blade Runner», que es capaz de establecer si alguien es una persona o un robot. «De momento, ninguna máquina ha superado este examen de la manera en que lo planteó Turing. Todo tiene que ver con la capacidad de lenguaje que adquieran las máquinas próximamente. Es la gran apuesta. Hoy en día hablan y son capaces de comunicarse, aunque en este aspecto todavía están en un punto incipiente. Cualquiera puede percibir que no pueden hablar al mismo nivel que el ser humano. Aún tardarán décadas en alcanzar ese punto». O sea, que puedan expresarse, comunicarse y dar opiniones sobre obras de arte tal como lo hace Hal 9000.

Hal, en el salón de casa

«Buenas tardes, señores. Soy un computador Hal de la serie 9000. Me pusieron en funcionamiento en la fábrica H.A.L. de Urbana, Illinois, el 12 de enero de 1992». Aunque sin querer hacer «spoilers», los que hayan visto «2001: una odisea del espacio» reconocerán esta frase de la inteligencia artificial más famosa de la ciencia ficción. Hal (acrónimo de Heuristically Programmed Algorithmic Computer, o computador algorítmico heurísticamente programado) plantea la posibilidad de que las máquinas tengan algún día autoconsciencia, deseos y voluntad, como los seres humanos. Si bien dicho debate sigue resultando interesante y más actual que nunca, la tecnología actual aún no ha logrado desarrollar un ordenador con la capacidad de sentir emociones como el del filme. Sin embargo, para los amantes de la película ya existe una versión de Hal que podrán tener en sus propias casas y que estará disponible a partir del año que viene por alrededor de 900 euros. Se trata de una réplica de la máquina que, si bien no puede catalogarse de Inteligencia Artificial, sí responde a comandos de voz y funciona como un altavoz bluetooth.