Rocío Esteban

Ramoncín: «Sería imposible componer hoy ''Marica de terciopelo''»

La entrevista se resume en una denuncia social; reivindica los derechos del colectivo LGTBi, lamenta que las nuevas generaciones vivan a través del móvil y cree que dentro de 50 años

Ramoncín / Foto: Connie G. Santos
Ramoncín / Foto: Connie G. Santoslarazon

La entrevista se resume en una denuncia social; reivindica los derechos del colectivo LGTBi, lamenta que las nuevas generaciones vivan a través del móvil y cree que dentro de 50 años

Llega a la Bodega Rosell puntual. Lo primero es lo primero, saludar a los dueños del local, con los que se ha criado. Hablar con los vecinos y recibir el apoyo de curiosos que se acercan a él.

Sin pelos en la lengua, la entrevista se resume en una denuncia social; reivindica los derechos del colectivo LGTBi, lamenta que las nuevas generaciones vivan a través del móvil y cree que dentro de 50 años, cuando en un bar se escuche «Litros de alcohol» la gente lo seguirá cantando.

Lleva más de 35 años componiendo. Hoy nos encontramos con música que nace solo para bailar. ¿Se escuchan sus reclamaciones?

La peor censura que existe es la falta de difusión. Ignorando a un artista o cineasta logras algo que ni la censura lo consigue. El mérito de dejar de difundir es la hostia. Se logra con la mierda de música que suena hoy, la que no va a perdurar. El arte se distingue de otras cosas porque perdura.

¿Usted perdurará?

Mientras que esté aquí, esas canciones estarán vivas. El día que me muera en los telediarios saldré cantando una canción. Después dará igual, no me preocupa. Pero tengo la sensación de que dentro de 50 años alguien en un bar pondrá «Litros de alcohol» y la gente seguirá cantándola.

¿Entienden sus letras las nuevas generaciones?

Hay que ser generosos con ellos, con el mismo entusiasmo que pedimos que lo fueran con nosotros. No es justo pensar que la juventud está enganchada a los móviles, no todos. Entre estos jóvenes hay científicos, matemáticos... gente con capacidad de discernir.

¿Le gustaría recuperar los conciertos en los que los fans le miraban sin necesidad de la pantalla del móvil?

Cuando comienzo un concierto, les pido que me hagan todas las fotos que quieran al inicio y después les invito a guardar los teléfonos. Porque esas fotos que hacen son malas para ellos porque están fuera de la realidad. Es una falta de respeto inmensa que la gente te de la espalda para hacerse un «selfie». No puedo entenderlo.

Hoy en día ¿importa más el aplauso que cierra un concierto o los «likes» que acumule ese vídeo en Instagram?

Por muchos «likes» que pueda tener, eso no es comparable de ninguna manera a lo que se produce cuando se termina un concierto, con ese abrazo que recibes de tu gente. ¿Hasta dónde van a ser importantes los «likes»? Ya lo veremos. Hablas con alguien que no puede concebir que se pueda vivir sin leer a Platón, a Shakespeare o a Nabokov. Me temo que para que esta «generación del móvil» lea a Hamlet habrá que mandárselo en 140 caracteres.

¿Qué es lo más extraño que le han lanzado en un concierto?

Creo que he recibido más sujetadores y tangas que nadie. Lo más raro, una vez, una serpiente muerta en la sala Macumba.

¿Qué queda de la época del «Rey del pollo frito»?

Quedan muchos reyes del pollo frito. Tenemos un debate ahora con las leyes LGTBi, cuando yo escribí «Marica de terciopelo» en el 78, había un chico en esta misma calle con un puesto al que se le llamaba «Antonio, el marica del barrio». Tenía que cerrar el quiosco por las palizas que le daban, a veces en el Ministerio de la Gobernación, en algunos casos con Billy el Niño de testigo. El primero que reivindicó el mundo LGTBi con 17 años fui yo, le joda a quién le joda.

¿Se imagina haber escrito esa canción hoy?

Sería imposible escribir «Marica de terciopelo» hoy. Hoy hay ecos de esas palizas a gente por ser gays, desprecios, asaltos... un partido que los quiere controlar. Todo eso se tiene que acabar.

¿Usted quema el tiempo o resurge de él?

Llega un momento en el que sumar es imposible y vives en la resta. Yo intento vivir cada día.

¿A quién pondría límites?

Pongo límites a la hipocresía. Es lo que más desprecio.

¿Mereció la pena luchar por los autores?

Hay una parte de mí que cree que sí, y otra que está profundamente arrepentida. Nuestro colectivo está donde se merece estar, a nivel del barro. Se lo han ganado a pulso por no defenderse.