Rodrigo Sorogoyen, un Oscar en diferido
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Probablemente no haya un concepto más importante en el arte, y por supuesto en el cine, que el fuera de campo. Es lo que hace que «El matrimonio Arnolfini», por el recurso de revelar lo que queda al otro lado del cuadro, nos resulte magistral o que un relato tan aparentemente inocuo como «El gato bajo la lluvia», de Ernest Hemingway, sugiera un gran drama de pareja. Lo que se oculta o lo que se intuye es tan importante para lo que se narra como lo que se muestra. André Bazin lo resumía de este modo: «El marco polariza el espacio hacia dentro; todo lo que la pantalla nos muestra hay que considerarlo, por el contrario, como indefinidamente prolongado en el universo. El marco es centrípeto, la pantalla centrífuga». De ahí que el arte nos ensanche en el espacio y en el tiempo. Y de ahí que «Madre», en una época en la que sugerir (ya sea en el sexo, en la violencia...) parece una antigüalla moralista del cine de antaño, haya seducido a los académicos de Hollywood: por su manera de generar suspense de un único plano secuencia de una madre hablando desde casa con su hijo perdido y solo en una playa de Francia. Quince minutos de agonía en un contexto tan trivial, tan supuestamente seguro, como las cuatro paredes del hogar. Lo importante es lo que queda fuera de campo, en aquella lejana playa. Gracias a su talentoso manejo de este recurso narrativo, Rodrigo Sorogoyen, el chico maravillas del cine español, puede agenciarse un Oscar al mejor cortometraje, que sería, de producirse, el primero de siete nominaciones de españoles en este ámbito. Sin embargo, lo más curioso de todo es que, gane o no gane la estatuilla, todo quedará, sí, fuera de campo, o directamente fuera de foco. Hace ya un tiempo que la Academia de Hollywood viene sobresaltándonos con iniciativas a cual más peregrina: ya sea el globo sonda del premio a la película más popular o la casi forzosa decisión de dejar a la gala sin presentador oficial tras la polémica con Kevin Hart. Ahora se han sacado del magín una medida excepcional para lograr que la ceremonia se circunscriba a las tres horas de duración: entregar durante la publicidad los galardones de cuatro categorías, entre ellas, dos de tanto peso y tan indicativas del ganador final como montaje y fotografía. A las mismas se suman maquillaje y peluquería y, maldita sea, cortometraje de ficción, precisamente la categoría en la que compite Sorogoyen. La iniciativa del presidente de la Academia, John Bailey, ha encontrado la oposición de pesos pesados como Guillermo del Toro. Bailey aduce que la entrega de estos galardones y el subsiguiente discurso se podrán seguir por la web o «más tarde». «La forma de ver los premios de la Academia ha cambiando rápidamente en nuestro mundo multimedia», añade. Asegura el presidente que estas categorías se verán en directo en la gala de 2020 y otras cuaro serán las eliminadas de la emisión. Pero, ¿acaso dejarán en «off» la entrega de mejor película o mejor director? Para los técnicos del cine en particular está claro que la Academia plantea sin tapujos un Oscar a dos velocidades o de primera y segunda categoría. De puertas adentro, debería tomar nota la Academia española de este desaguisado después de anunciar que el año que viene habrá también sendos Goya a las series de TV. En cuanto a Sorogoyen, solo nos queda desearle suerte, en directo o en diferido.