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Romper el molde del quinqui

«Mala ruina» es un mediometraje del director de «Criando ratas», con Yung Beef y Ramón «El Cristo» como protagonistas de una historia que no hace concesiones.

Ramón Guerrero, «El Cristo» (izda.) y Fernando Gálvez, Yung Beef, en una imagen de «Mala Ruina»
Ramón Guerrero, «El Cristo» (izda.) y Fernando Gálvez, Yung Beef, en una imagen de «Mala Ruina»larazon

«Mala ruina» es un mediometraje del director de «Criando ratas», con Yung Beef y Ramón «El Cristo» como protagonistas de una historia que no hace concesiones.

Cuando explican la génesis de la película, no se ponen del todo de acuerdo. Quién o qué fue primero, cuál era la idea que movió todo es un recuerdo enmarañado en el entusiasmo de las dos partes. Carlos Salado, director de cine («Criando ratas»), y Yung Beef, estrella del trap e ídolo «underground», dan versiones diferentes sobre cómo pusieron en marcha «Mala ruina», una película movida por el motor de una actitud: contar la cruda realidad, sin concesiones, sin moraleja del «delincuente bueno» y sin la moralina del «delincuente malo». Y promovida con el sacrificio de todos desde una radical independencia. «Puedes decir que está hecha desde las entrañas, desde la pureza y la realidad absoluta», dice el director, aliviado después de que el filme se estrenase en Madrid y ya pueda verse libremente en internet.

«Esto ya no es un homenaje al cine quinqui. Es una transgresión del género hacia la realidad, pero la de 2018», dice Carlos Salado, cuyo largo de debut, «Criando ratas», lleva más de 2,5 millones de visualizaciones en YouTube. Aquel fue casi un proyecto de fin de carrera y estuvo rodado en Alicante con actores no profesionales para contar una historia que algunos calificaron de «neoquinqui». Aquella película fue autofinanciada y contó con una estrella en el reparto: Ramón Guerrero, «El Cristo», que era carne de prisión pero gracias al filme enderezó su vida. Su arrolladora interpretación fue un fenómeno en las redes y una de las razones de ser principales de «Mala ruina», volver a ponerle delante de una cámara, según cuenta Salado. «La premisa era la misma: contar lo que hay, enseñar la delincuencia, la droga, la calle. Yo me siento estafado cuando veo una película y no me la creo de verdad. Es una obsesión para mí», explica el director de este filme, un «spin-off» que en el fondo es un largo videoclip.

Sin policías

De la misma opinión es Yung Beef, estrella de la música en el filo de la mayoría de edad creativa y exponente del trap en España. Fernando Gálvez, su nombre real, concede pocas entrevistas, pero nos sentamos con él en la plaza de Nelson Mandela, en Lavapiés, donde tiene una tienda de ropa y se arremolinan colegas y seguidores. «No hay nadie caracterizado en la película, son conocidos nuestros, gente que viene a nuestras fiestas... no hemos tenido que hacer un casting, todo el mundo sale como es... Bueno, espera, no. Para el policía sí que tuvimos que buscar». ¿De ese tipo no tiene amigos? «No, pero dio el pego, estuvo bien», ríe Gálvez. La película no obtuvo financiación externa aunque llamaron a algunas puertas. «Iba a ser nada más que un videoclip para un tema mío, pero todo se desfasó –explica el cantante–. La cosa fue creciendo y se nos fue de madre. Y la historia empezó a cobrar forma pero ya hacían falta muchos medios, así que lo intentamos con alguna marca pero ninguna quiso, porque no hay un mensaje en la película que a ninguna le pueda interesar. Así que lo produjimos nosotros. Es cien por cien independiente».

No hay, como decíamos, ninguna moral en esta historia, hay demasiada realidad. «Claro, en el cine quinqui siempre había al final como un mensaje porque esas películas recibían subvenciones y tenían que dar una nota positiva de alguna manera y eso no es lo que quería hacer Carlos, que buscaba solo la voz de la calle, la realidad, y mostrar que hay situaciones en las que todo explota. Yo soy muy admirador de su manera de entender el cine», señala el músico.

El filme se inspira en la canción «Lil Romeo» de Yung Beef que habla del amor incondicional de un padre hacia su hijo. Después de haber vivido la delincuencia, el cantante adoctrina y prepara a su heredero para que sepa lidiar el día de mañana en el barrio. Expone una visión cruda sobre lo que se va a encontrar en las calles y le inculca valores como la lealtad, la palabra, el respeto o el amor a una madre. En la historia, los protagonistas descienden al inframundo de la noche, a una discoteca donde todo se desencadena. «En realidad es una de nuestras fiestas. Por eso hay gente de todas partes, brasileños, marroquíes, argelinos, que son amigos nuestros», comenta Yung Beef acerca de «Infierno», una de las sesiones que programa en Madrid, casi sin promoción y que, aunque parezca en la película una bacanal imposible, «es casi un documental», según Gálvez. «Si quieres hablar de la calle, necesitas gente de la calle».

Almas gemelas

«Tanto Ramón como Fernando vienen del mismo ecosistema, ellos salen del entorno quinqui y han vivido la delincuencia», comenta el director, que explica que su intención era mostrarla y que cada uno pueda hacer sus valoraciones. «Habrá gente que no conozca esa realidad y que se haga un tipo de preguntas o de conclusiones y otra que sí lo haga y por eso se hará otras. En los dos casos me parece valioso. Pero hay una realidad incuestionable: la delincuencia es dura y trágica, y si el final de ''Criando ratas'' era el laberinto, aquí tenemos una especie de canto a la segunda oportunidad, pero no es una conclusión a priori, sino que es la realidad de los dos actores protagonistas», apunta Salado. Como dice Yung Beef rimando: «Somos muchos los que salimos del crimen. Yo soy cantante y Cristo es estrella del cine». Es como si ambos tuvieran dos identidades, Ramón y Cristo, Fernando y Yung Beef. Los dos, por cierto, tienen un hijo de la misma edad. Ramón «El Cristo» sigue en la obra mientras no le llamen para rodar otra película. «No pienso hacer ninguna hasta que consigamos hacer ''Criando ratas 2'', eso puedes decirlo». El intérprete se vio impresionado por el montaje para el primer día de grabación, pero enseguida arrolló con su naturalidad. La misma de Gálvez, que no dice una sola palabra en la película. «No le hace falta –dice el director–. Domina la escena con su presencia». Si todo va como debe, esta historia continuará.

Una película muy poco convencional por formato y banda sonora

«Tuvimos que ser osados y valientes para sacar esto adelante», dice Carlos Salado del proyecto de «Mala ruina». «No podíamos esperar para hacerlo y la verdad es que no era nada fácil encontrar financiación para una película así. Y como nos decían que no se podía, pues demostramos que sí». Nada en el filme, ni los actores, ni el formato, es convencional. «Todo nos lo hemos tomado como una transgresión, pero es que en el cine, en cinco minutos, puedes contar una vida. Así que nosotros lo hemos hecho también», comenta el director, que además compuso una pieza para orquesta sinfónica de 15 minutos que acompañara a la imagen. «Me llevó dos meses y medio hacerlo. Y le pregunté a Yung Beef si podía mezclarlo con el trap y él me dijo que adelante. Y metimos sus voces encima», dice. También hay algo de flamenco, de un tema de la primera película. «Es que si has nacido en España en un barrio, has tenido que conocer algo de flamenco. Ahora el trap lo está incorporando porque hay una conexión muy fuerte. ¿De qué habla el trap? De vender droga, calle y delincuencia, y si no es eso, es que no es trap –dice Yung Beef–. Todo sigue una lógica... aunque sea caótica».