Rosa Montero: «Los humanos a veces nos defendemos de una manera muy rara»
En noviembre fue galardonada con el Premio Nacional de las Letras por su excepcional trayectoria y aunque colecciona reconocimientos, admite que éste es especial porque «ha sido terapéutico, me ha proporcionado serenidad»
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En noviembre fue galardonada con el Premio Nacional de las Letras por su excepcional trayectoria y aunque colecciona reconocimientos, admite que éste es especial porque «ha sido terapéutico, me ha proporcionado serenidad».
Me ilusiona reencontrarme con Rosa Montero. Esta vez, con el Premio Nacional de las Letras Españolas en su poder. Lo merece tanto, que hasta me animaría a piropearla con elocuencia si no fuera porque sé que, si lo hiciera, me soltaría un «anda, anda». Da igual que tenga una trayectoria excepcional y que varias generaciones de periodistas y escritoras, o solo periodistas o solo escritoras, le deban la vocación a haberse mirado en su espejo. Rosa agradece las amabilidades, pero casi le incomoda que la celebren tanto por pura inseguridad. Una zozobra que, tal vez, debería desaparecer con todos los premios que ha recibido, incluido este último, que no es uno más... «Es que yo tengo la inseguridad habitual de los escritores y es tremenda. Pero es verdad que este premio no es uno más. Es un premiazo que ni me esperaba y ha sido terapéutico porque me ha proporcionado una especie de rara serenidad. Ojalá me dure, porque luego enseguida reaparecen los demonios, el miedo y la sensación de que ya se ha acabado, que no tienes más que decir y que eres un desastre. Algo habitual, como digo, en lo neuróticos que somos todos los escritores».
No todos. Alguno, como Umbral en su día, juraba que él no tiraba nada de lo que escribía porque sería como tirar billetes de cinco mil... «Bueno (se ríe), conocí mucho a Umbral y era muy típico de él, pero yo fíjate que creo que esa especie de frases grandilocuentes y como egocentristas están dichas justamente para tapar una inseguridad abismal. Los seres humanos somos muy contradictorios y a veces nos defendemos de una manera muy rara».
Solo cinco mujeres
Rosa Montero está más que acostumbrada a los grandes premios, los lleva recibiendo toda la vida. Antes de cumplir los 30 ya era suyo el Nacional de Periodismo. «Sí, pero el periodismo para mí es otra cosa en todos los sentidos. Y es una estupidez porque es otro género literario y además puede ser tan grandioso y sublime literariamente como cualquier otro. “A sangre fría”, de Truman Capote, es un reportaje y fíjate qué libro es. Pero a mí el lugar donde me arde el corazón y donde realmente parece que te estás jugando el valor de todas las cosas siempre ha sido en la ficción, en la novela. Los premios periodísticos, que agradezco y me enorgullecen muchísimo, digamos que son, menos terapéuticos». Conviene que no olvidemos que solo cinco mujeres han recibido este de las Letras. Solo cinco en 34 años. La vida sigue sin tratarnos bien. «Marta, es un desastre, porque en esa falta de apreciación del lugar y el valor de la mujer también estamos nosotras. El sexismo y el machismo son ideologías en las que nos educan a todos. Nadie –ni siquiera nosotras– nos valora igual que a los hombres. Hay muchos estudios hechos sobre esta discriminación. En Yale, una de las universidades más prestigiosas de EE UU, en 2013, había una plaza para jefe del laboratorio de química a la que se presentaron dos chicos que hacían el doctorado: John y Jennifer. Valoraron sus currículos y proyectos 120 catedráticos de Ciencias. Los mejores hombres y mujeres del país. Ganó el de John por un punto y dijeron que le pagarían 35.000 dólares anuales. El de Jennifer sacó un punto menos y convinieron un salario de 28.000. Hasta ahí todo bien, pero la cuestión es que no había ni Jennifer ni John, los currículos eran idénticos y solo cambiaba el nombre. Es atroz. Y lo hicieron hombres y mujeres. Lo tenemos todos tan metido en el fondo del cerebelo que tenemos que hacer un verdadero esfuerzo para ser justos. Yo no pido –prosigue– que a las mujeres nos den por caridad un puesto en no sé dónde o que nos miren en las listas y nos incluyan en los premios para compensar la falta de presencia femenina; solo pido que nos miren y nos miremos y juzguemos con la misma y exacta imparcialidad con la que se juzga a los hombres».
De momento parece que no pasa en casi ninguna parte, incluida la RAE. Somos legión los que nos quedamos con las ganas de que entrara Rosa Montero. «Pues, mira, a mí se me ha olvidado ya. Me dio pena que habiendo unas sillas inmediatas, como sabíamos que habría después, presentaran a Carlos García Gual cuando estaba yo. No hacía ninguna falta. Pero, por otro lado, estoy súper contenta, agradecida y orgullosa de todos los votos que saqué, que fueron muchísimos. Quedamos empatados, de hecho. Hice la prueba porque varias personas llevaban años diciéndome que me presentara y estaba dudosa, y yo prefiero equivocarme por acción que por omisión. Ya me he presentado y ya está, se acabó para mí».
Pues ya lo siento y espero que el tiempo la contradiga. Entretanto, vuelvo a la literatura. A esa novela, «La ridícula idea de no volver a verte», donde sentí, como muchos lectores, que algo mágico ocurría en la narrativa de Rosa. «A partir de “La ridícula...”, es verdad que entré en un periodo de madurez literaria. Escribir novela es picar piedra, siempre lo digo. Continuamente tienes muchas dudas, estás perdiéndote día sí y día no. Te puedes pasar dos meses escribiendo y tirándolo todo porque te has atrancado. Curiosamente, a partir de “La ridícula...”, las tres últimas, esa, “El peso del corazón” y “La carne”, las he escrito con una potencia mucho mayor que nunca. La novela es un género de madurez y yo ya soy lo suficientemente vieja. ¡Para algo tiene que servir! Ahora me siento con el dominio, digamos, de la artesanía narrativa, de los recursos narrativos. Claro que eso ha sido en las últimas tres novelas... a lo mejor ahora se vuelve a perder».
Lo que parece perdernos en este país son los nacionalismos. ¿Los teme Rosa Montero? «El fanatismo y el dogmatismo me dan terror. Y los nacionalismos siempre son algo emocional irracional y que nos puede llevar a un lugar muy oscuro. Todos sabemos lo que ha pasado con el nacionalismo en el mundo a lo largo de la historia. Y, además, es que se fomenta, porque todos tenemos un rincón de ese loco nacionalismo en el corazón... No sé qué pasará tras el 21 D, pero, en cualquier caso, hay que buscar una salida política a todo esto porque hay una herida enorme que va a durar décadas».