«Sólo quince chiflados como yo protestamos»
Pierre Morel era un adolescente cuando decidió levantarse contra los alemanes que ocupaban Francia. Se convirtió en un resistente y tuvo que huir a Inglaterra y España, donde fue detenido y acabó en la cárcel
Pierre Morel era un adolescente cuando decidió levantarse contra los alemanes que ocupaban Francia. Se convirtió en un resistente y tuvo que huir a Inglaterra y España, donde fue detenido y acabó en la cárcel
Pierre Morel tenía 17 años cuando, el 22 de junio de 1940, las autoridades francesas firmaron el armisticio que dividía a Francia en dos zonas: la norte, ocupada por Alemania, y al sur, la llamada «zona libre». La noticia le sorprendió junto a su familia, camino de Argelia donde debían replegarse los talleres de reparaciones del ejército del aire de Clermont-Ferrand, en los que su padre trabajaba como jefe de taller. No habían llegado a Toulouse cuando supieron que Pétain había firmado el armisticio. Morel aún no lo ha olvidado: «Todo el taller, bajo las órdenes de oficiales superiores de aviación, dio un suspiro de alivio. Sólo vi a dos personas reaccionar, entre ellos mi padre, antiguo combatiente de la guerra del 14, que se echó a llorar». El ejemplo de su padre, y el amor por la patria que le habían inculcado sus profesores de primaria cuando vivía en Saint-Aubin-du-Cormier, un pueblecito de la Bretaña, fueron los motores de su reacción frente a la ocupación alemana. De vuelta a Clermont-Ferrand, las clases comenzaron de nuevo. Cada mañana, profesores y alumnos asistían a la ceremonia del saludo a la bandera que terminaba con la canción en honor del mariscal Pétain, «Maréchal, nous voilà». «Sólo había una quincena de chiflados como yo que protestaba», recuerda Morel, «en 1940 la población francesa no era pro alemana, pero estaba a la espera, había sido anestesiada». Clermont-Ferrand estaba cerca de Vichy, y tras diez meses de guerra, la gente sólo pensaba en cómo comer un poco mejor.
Panfletos y armas
En 1941 comenzaron los primeros contactos con la Resistencia. La mayoría de los profesores apoyaban al Gobierno, pero había dos, Saintenac y Flandin, que habían empezado a reaccionar. Las primeras armas que usaron Morel y sus amigos, fueron trozos de tiza: «Resistíamos escribiendo “ V” de victoria y cruces de Lorena». Para enterarse de lo que pasaba en el exterior, escuchaban la BBC, pero sobre todo una emisora suiza, Radio Sottens. «Lo que oíamos lo escribíamos con ayuda de una Remington en unos panfletos que metíamos en los buzones». La actividad de los jóvenes no pasó desapercibida a la policía de Vichy. «Un día, mi padre me preguntó qué estaba haciendo para que la policía estuviera preguntando por mí». De acuerdo con la familia, se decidió que el joven debía marcharse a Rennes, donde seguía viviendo parte de la misma, para continuar allí sus estudios. En Rennes recuperó a antiguos amigos que formaban parte de un grupo de resistentes bajo las órdenes de una mujer, Herminie Prod’Homme, responsable de la red Oscar Buckmaster. El objetivo era entrar en contacto con Londres. «Habíamos comprendido que si no, no servíamos para gran cosa». Lo lograron en noviembre de 1941 a través de un oficial francés, Joël Letac. Las tareas que les encomendaron fueron buscar terrenos donde pudieran lanzar a los paracaidistas, difundir un periódico clandestino, «La Bretagne enchaînée», recuperar las armas y municiones abandonadas por el ejército tras el armisticio, y formar grupos de acción. Tres meses más tarde, Le Tac y gran parte del grupo fueron arrestados por la Gestapo y deportados. Ese año, Pierre Morel acabó el bachillerato y se matriculó en la universidad para tener una cobertura que disimulara sus actividades en la resistencia.
Tardaron un año en entrar de nuevo en contacto con una red establecida. Primero con Marathon (Chinchilla), «que tenía co-mo misión buscar información sobre los desplazamientos de las tropas alemanas y los puertos», hasta que fueron sorprendidos por la Gestapo, y unas semanas más tarde con el capitán François Vallée, alias «Oscar», (agente del servicio secreto británico Special Operations Executive) que venía de Inglaterra para coordinar la resistencia en Bretaña. A finales de 1943, con 20 años, Morel era responsable del norte de Ille-et-Vilaine y de Côtes du Nord. «Llegamos a programar unas 25 operaciones de lanzamientos de paracaidistas, aunque al final fueron unas veinte las que llevamos a cabo». En noviembre de 1943, tuvo que ir a Rennes para hablar con «Oscar». Se dirigió a la casa de Herminie, que se había convertido en la sede de la resistencia, pero al llegar al piso vio que la puerta había sido sellada por los alemanes. Herminie había sido detenida y Vallée había logrado escapar a París. Pocas horas después supo que sus padres y hermano habían sido arrestados.
También su organización fue descubierta, y Vallée le dió orden de evadirse a través de España con la red Pernod. Desde Gibraltar llegó a Inglaterra donde se incorporó a la sección francesa del 50 regimiento. En noviembre de 1944 estaba de nuevo en Francia, movilizado en el frente del atlántico. Al llegar a España, Morel fue recibido por un comité poco acogedor. «Eran representantes de la Iglesia que querían saber si era comunista», asegura. Tras una dura travesía, aún le esperaba un recorrido por las cárceles españolas: Lérida, Zaragoza y Miranda de Ebro. «Tengo un mal recuerdo de las prisiones españolas», comenta divertido Morel, «¡allí conocí qué eran las chinches y me dejaron la cabeza como una bola de billar!».
Una gesta entre el cine y la literatura
En Francia, la resistencia ha dado lugar a varias reflexiones a través del cine y la literatura. En la gran pantalla, sobresale «El silencio del mar», de Jean-Pierre Melville, o «Esta tierra es mía», de Jean Renoir, protagonizada por Charles Laughton. En lo literario, destaca «Suite francesa», de la escritora Irène Némirovsky, que cuenta la relación entre un alemán y una francesa.