Tarantino, el perro se transforma en Zorro
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Hay quien pone precio y hora a su propia cabeza. Gabriel Ferrater deslizó de forma intrascendente a sus amigos «en una de esas noches memorables de rara comunión, con la botella medio vacía, los ceniceros sucios» (según escribiría su colega Gil de Biedma) su intención de hacer mutis por el foro a los 50 años. Se suicidó solo 23 días antes de lo previsto, como si temiera faltar a esa palabra que nadie había tomado en cuenta. Quentin Tarantino colocó su propia lápida en 2014: «Me gustaría irme tras mi décima película, así que me quedan dos. No es algo que esté escrito sobre piedra, pero ese es el plan. Uno no debe seguir dirigiendo hasta que la gente se canse y le pida que lo deje». Hace ya tiempo que la carrera de Tarantino, que arrancó con la jauría de «Reservoir Dogs», se ha convertido en una cuenta atrás, minutada desde sus títulos de crédito: «La 7ª película de...», «La 8ª película de...», «La 9ª película de...». «Érase una vez en Hollywood», recién presentada en Cannes, sería así la penúltima cinta del norteamericano y no ha pasado ni un mes desde aquello para que se filtren noticias de una posible y en consecuencia última película: un «crossover» entre Django y el Zorro. El portal norteamericano de cine «Collider» apunta a que el cineasta está trabajando con el guionista Jerrod Carmichael para adaptar al cine el cómic escrito por el propio Tarantino (y publicado en DC) y que suponía una secuela en forma de historieta de su séptimo filme, «Django desencadenado». La historia narraría el encuentro, el cruce de caminos, del cazarrecompensas Django, huido hacia California presumiblemente, con un maduro y enigmático Diego de Varela, el Zorro justiciero. Aparte del cómic, la filtración de unos correos con Sony en 2014 ponen en evidencia que la idea lleva desde entonces en la cabeza de Tarantino. De llevarse a cabo, el cineasta rescataría a uno de los personajes legendarios de Hollywood, que ya nada menos que Fred Niblo y Douglas Fairbanks lanzaron a los caminos en 1920. De la mítica versión de Tyrone Power en 1940 a los dos «zorros» de Antonio Banderas en los 90 y los 2.000, van decenas de versiones, algunas tan bizarras (y deliciosas desde el punto de vista tarantiniano) como «El Zorro contra Maciste». Y es que el «crossover», el cruce ficcional de personajes o estilos, santo y seña de la cultura-popular-esquina-friki, está en el meollo del cine de un hombre que aprendió la profesión en un videoclub para luego exudarlo sin prejuicios, todo bien compostado, en películas donde los gangsters usan katana y los samuráis ejecutan a ritmo de Morricone. Como los viejos pastiches del forzudo Maciste o los encuentros imposibles de vampiros y monstruos en el «giallo» y el «fantaterror», nada hecho de celuloide es ajeno a Tarantino, ni nada indigno de formar parte de su universo creativo. No es descabellado, por tanto, que veamos cabalgar a Django y al Zorro, dos personajes de enjundia cinematográfica, en la 10ª película del director de «Pulp Fiction». Pero, de ser así, ¿será realmente su despedida de las salas? ¿Fiará su última bala a una secuela? ¿Se atreverá, como Ferrater a los 50, a disparar el gatillo en el momento en que aparezaca en la pantalla «La 10ª película de Quentin Tarantino»?