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El año de Blanca Li: «El traje de académica me queda divino»

En los últimos cuatro meses ha sumado un León de Oro de Venecia y un sillón en la Academia Francesa de Bellas Artes. Además, puede presumir de dirigir los Teatros del Canal, abiertos sin tregua desde junio de 2020
Ali Mahadavi

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Blanca Li es directora y directa. «Siempre me he sentido más valorada fuera que dentro de España porque aquí venía una vez al año». Sabe que los 30 que ha pasado picoteando por el mundo (codeándose con Beyoncé, Kanye West, McCartney y compañía) le han hecho ser quien es, pero también que «la gente no me conozca mucho», aunque «desde que estoy en Canal noto una diferencia importante». Donde sí saben bien de su existencia es en Francia. Tanto como para entrar en la Academia de Bellas Artes por la puerta grande. En octubre tomaba posesión del cargo y lo hacía con un espectáculo en el que los artistas tomaron cada rincón de la sala de plenos. En el medio, atónitos, los propios académicos.
–¿Es normal entrar así?
–No (ríe), pero les encantó. Era la bienvenida de la Academia a la danza y había que hacer algo diferente para que se notase.
Y tanto que lo hizo. Desde el estrado, y ataviada con el uniforme de académica, «que me queda divino», Li dirigía a sus bailarines con una especie de daga naranja de juguete porque «es un cargo que voy a disfrutar hasta que me muera». Aunque sin dejar de fijarse en los objetivos: «Llevar la danza a los colegios y ayudar a los artistas».
Pero eso ocurre más allá de los Pirineos, donde, por cierto, también ha rascado este año un León de Oro en Venecia por Le bal de Paris, pieza multimedia estrenada en Madrid hace un año y reconocida en el festival como mejor espectáculo de realidad virtual. «Han sido muchas emociones desde septiembre. Estoy feliz», dice una artista que sabe que «un día estás arriba y al siguiente abajo. Por eso hay que disfrutar el momento».
Aquí, ya en Madrid, la realidad es otra. Lejos ya de aquella integrante de las Xoxonees que cantaba en La Movida contra la depilación –«no me pelo mi pelo»– y contra el racismo –«yo no sé qué les pasa a los blanquitos del mundo (...) Molan los negros, molan los indios, molan los chinos...»–, aunque de espíritu similar: «Siempre mucho contenido social», aparece la Li gestora que saca pecho por ser «uno de los pocos teatros del mundo que no ha cerrado sus puertas desde junio de 2020, incluido el verano».
Se podría decir que la directora de los Teatros del Canal vive la anormalidad pandémica como normal. Ella misma reconoce «que no he conocido otra realidad». Entró el otoño de 2019 y a los pocos meses tuvo que campear con lo que ya todos sabemos. «Está siendo difícil, pero dentro de toda esa dureza, ha sido emocionante recibir a los actores y vivir momentos especiales». Quiso que las salas de Cea Bermúdez fueran un «pulmón en el que la gente pasase el día a día» y el público ha respondido. También las compañías, a las que ha abierto las puertas de las salas de ensayo de par en par.
Ahora, Blanca Li presenta su Pulcinella (en un programa doble de la Compañía Nacional de Danza, junto a Apollo) en la Sala Verde (4-9 de enero). Un montaje que se quedó colgado en su versión para concierto en el Auditorio Nacional con el confinamiento y que regresa en un formato más armado y sin orquesta.
Otro punto a destacar de la coreógrafa es su practicidad: ya cambió el Gutiérrez de nacimiento, en Granada (1964), por el Li (de su esposo) para facilitarse la vida. «Es más fácil de deletrear». No se arruga ante lo que pueda venir. ¿Una hipotética vuelta a la reducción de aforos? «En su día no estábamos preparados y lo superamos. Nos hemos acostumbrado a la flexibilidad. Lo más importante es tener las puertas abiertas y olvidar lo malo del día a día. Debemos soñar juntos y traer artistas de todo el mundo». Y ahí está una de las principales obsesiones de Li: ponerse a la altura de teatros como los de París, Berlín o Birmingham.
–¿Estamos lejos de Europa?
–No. Todos los que vienen se sorprenden por los espacios y por la diversidad de la programación.
–¿Y qué falta?
–Que nos conozcan más y que piensen en nosotros para entrar en las coproducciones.
–¿Y para ello no se necesita una mayor inversión económica?
–Se pueden dar residencias u otros acuerdos. No todo es dinero.
–Su madre tenía 500 empleados a su cargo, ¿qué aprendió?
–¡Y siete hijos! Tienes que inventarte tu propia manera de conciliar, aunque puede que la mía no le valga a nadie más. Es mi equilibrio. La manera de llevar tu vida es fundamental cuando tienes hijos, sin embargo, la maternidad nunca fue una razón para dejar de ser quien soy como artista o de sacrificar mi carrera. La vida como artista es una necesidad.
–Se ha quejado de que a algunos hombres todavía les cuesta ver a una directora.
–La mayoría son súper respetuosos, aunque los hay que tienen un problema. No es como antes. Hemos crecido con unos modelos que no son fáciles de cambiar, y muchísimos se han reinventado; luego, otros se resisten porque sus madres no han querido comunicarles el cambio.
Fuera del microuniverso del Canal, Li está a punto de estrenar en Francia una versión hip hop de El cascanueces para «que se conozca más el panorama español». Y es que la coreógrafa vio nacer el break dance en las calles de Nueva York durante los 80 y, asegura, «desde el día uno intuí ese lado deportivo». Por ello ya se encuentra entre bambalinas del equipo que luchará por ir a los Juegos Olímpicos de París’24 (donde debuta el break dance) con Xak a la cabeza: «Ya estamos viendo cosas», dice quien también formó parte del conjunto de rítmica en su juventud.
Eso sí, no leerá las críticas. Lleva mucho sin preocuparse por ellas: «No es nada en contra de los críticos, sino que desde muy joven vi que me afectaban mucho. En los estrenos estás muy sensible, es un estado emocional muy especial. Llevas años en un proyecto, lo das todo y estás muy vulnerable. Entonces, es un mazazo que te digan que todo lo que has hecho durante años es una mierda. Me di cuenta de que no podía con eso. Así que las leo con dos o tres años de retraso. Con la distancia, no pasa nada, si no le gustó, no le gustó. Ahora hay veces en las que toca levantar la moral de la tropa cuando están “down”».
  • Dónde: Teatros del Canal, Madrid. Cuándo: del 4 al 9 de enero. Cuánto: desde 9 euros.