Crítica de teatro

“Un hombre de paso”: Monótono bucle sobre el Holocausto ★★☆☆☆

Había ganas de volver a ver en los escenarios al popular actor Antonio de la Torre, pero no ha satisfecho demasiado entre el público más teatrero la propuesta

Manuel Martín Cuenca dirige al actor Antonio de la Torre (en la imagen) en "Un hombre de paso"
Manuel Martín Cuenca dirige al actor Antonio de la Torre (en la imagen) en "Un hombre de paso"Joaquin CorcheroEuropa Press

Autor: Felipe Vega. Director: Manuel Martín Cuenca. Intérpretes: Antonio de la Torre, María Morales y Juan Carlos Villanueva. Naves del Español (Matadero), Madrid. Hasta el 20 de febrero.

Había ganas de volver a ver en los escenarios al popular actor Antonio de la Torre, pero no ha satisfecho demasiado entre el público más teatrero la propuesta que ha escogido para su regreso.

Cuando el cineasta francés Claude Lanzmann estrenó en 1985 Shoah −un documental sobre el Holocausto de cerca de diez horas de duración que tardó en rodar otros tantos años− dejó fuera del montaje una entrevista que años después, en 1997, convirtió en otra película independiente, bajo el título de Un hombre de paso. Esa entrevista que el director creyó que merecía un nuevo film por sí sola es la que él mismo le hizo a Maurice Rossel, un funcionario suizo de la Cruz Roja Internacional durante la Segunda Guerra Mundial que visitó Auschwitz sin advertir nada relacionado con el exterminio de judíos y que incluso escribió un informe favorable sobre Theresienstadt, un supuesto gueto judío que los nazis calificaban como modélico y que no era otra cosa que un campo de concentración.

No conozco las virtudes la película, porque no he conseguido alquilarla ni comprarla en ninguna plataforma; pero es muy posible que las tenga por su valor puramente documental, esto es, por lo expresiva que pueda resultar, bien tratada, la devastadora realidad que maneja. Pero, claro, intentar hacer una ficción sobre esa realidad sin intervenirla con las herramientas que permite, y aun exige, un buen desarrollo dramático es malograr el potencial de su trasfondo.

Aquí, en la obra de teatro, lo que la gente va a ver no es a Lanzmann y a Rossel, lógicamente, sino a unos personajes que han de interactuar en razón del supuesto conflicto que están protagonizando. Pero… ¡es que no hay conflicto por ninguna parte! En la adaptación teatral, es una periodista la que convoca a Rosell, y también a Primo Levi, para hacerles una entrevista y que cada uno cuente cómo fue su experiencia en los campos de exterminio. La periodista repite una y otra vez unas preguntas cuyas respuestas ya conoce, quizá esperando una información que no obtiene; pero nada evoluciona a partir de ahí. Todos siguen encastillados, La interacción no progresa y los actores poco pueden hacer con sus personajes; no pasa nada de nada. Y esto no es un documental; aquí la situación como tal no tiene gran valor expresivo por la sencilla razón de que no es real.

Lo mejor

La iluminación y el espacio escénico, apropiados para lo que podría haber sido, y no es, un buen drama, o incluso thriller, psicológico.

Lo peor

El personaje de Primo Levi está metido en la trama no ya con calzador, sino directamente a empujones.