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24 horas en la vida de Mr. Dalloway

Blanca Portillo y Carmen Portaceli levantan en la sala grande del Español el clásico de Virginia Woolf sobre la sexualidad, la represión y el suicidio.

Inma Cuevas (izda.) y Blanca Portillo durante un ensayo de «Mrs. Dalloway». Foto: Teatro Español larazon

Blanca Portillo y Carmen Portaceli levantan en la sala grande del Español el clásico de Virginia Woolf sobre la sexualidad, la represión y el suicidio.

Lo hizo recientemente con «Jane Eyre» y con «Frankenstein», y lo vuelve a hacer ahora con «Mrs. Dalloway». Carme Portaceli ha encontrado un filón en la literatura narrativa clásica buscando textos que puedan despertar interés hoy sobre un escenario. Pero lo curioso no es su inclinación por un material que no ha sido concebido originalmente para las tablas –al fin y al cabo, el teatro es un género mixto que siempre ha sabido nutrirse de otros–; lo verdaderamente sorprendente es que la directora se decante por aquellas novelas que, por su estructura o por su estilo, parecen a priori más difíciles de acomodar en los códigos de la representación. En cualquier caso, sí hay algo en los títulos que escoge la directora que es sumamente importante para el teatro: los personajes principales son potentes, ricos y complejos. Y todo esto, y más, es sin duda Clarisa Dalloway, la gran protagonista de la novela que Virginia Woolf escribió en 1925.

Blanca Portillo asume con entusiasmo el reto de interpretarla ahora en este montaje, el primero en su carrera en el que coincide con Portaceli: «Para mí este papel es una responsabilidad gozosa –explica la actriz–. Yo adoro a Virginia Woolf, pero nunca se había cruzado en mi camino. Así que, cuando Carme [Portaceli] me ofreció el trabajo, no lo dudé. Tenía además muchas ganas de trabajar con ella. No había leído “Mrs. Dalloway”; pero, cuando la leí, me fascinó. Me pareció que este personaje aparecía en mi vida por alguna razón. Comparto con ella muchas cosas. Estamos las dos en el mismo periodo vital, que es la madurez; y ella me está enseñando a convivir con el paso del tiempo de una manera sana. Porque ella es una persona que no añora su juventud; aunque mantenga cosas muy vivas del pasado, es una mujer que vive desde el presente. Es una mujer generosa que vive en permanente estado de búsqueda de belleza. ¡Y a mí eso me encanta!».

Autora de cabecera

Portaceli va más allá que la actriz en su fascinación por la autora y por su personaje, y llega incluso a reconocer a Woolf como su autora de cabecera: «Creo que es una gran conocedora del alma humana, y esa es la gran belleza de esta obra». Una obra «sencilla y tremendamente compleja a la vez», según la directora, cuya acción, que se desarrolla a lo largo de un solo día, se estructura a partir del monólogo interior de Clarissa –en el que se intercalan los de otros personajes– durante los preparativos de una fiesta que ofrecerá a su marido por la noche. Los permanentes saltos en el tiempo –desde el presente hasta los recuerdos, y vuelta a empezar–, los cambios en el punto de vista de la narración y la inquebrantable asociación de argumentos y sentimientos en la percepción que tiene la protagonista de cada instante son algunas de las dificultades con las que han tenido que lidiar Michael De Cock, Anna M. Ricart y la propia Portaceli, que son quienes firman conjuntamente esta versión en la que algunos personajes aglutinan varios de la novela y en la que la acción, concebida originalmente por la autora en el periodo de entreguerras, ha sido trasladada al presente. «En la versión nos hemos mantenido muy fieles a la obra de Virginia –asegura la directora–; hemos llevado la historia al siglo XXI simplemente porque habla de algo que existe y existirá siempre, que es el fondo de los seres humanos». Manolo Solo, Jimmy Castro, Jordi Collet –que ha compuesto también la banda sonora–, Inma Cuevas, Gabriela Flores, Anna Moliner y Zaira Montes completan el reparto en esta ambiciosa y difícil propuesta en la que no parece haberse alterado ni un ápice, con respecto al original, la figura de Clarissa Dalloway como eje dramático de todo lo que va aconteciendo. «Woolf entra en el corazón de todos los personajes, y especialmente en el de Clarissa –corrobora Portaceli–. Mientras ella prepara la fiesta, entra en su vida el pasado y empieza a recordar todo lo que ha hecho y lo que no ha hecho; por qué lo ha hecho y por qué no. Dentro de su gran libertad interior es capaz de explicarse a sí misma. Hay en ella un torrente de conciencia maravilloso».

No es una vida banal

Sin duda, una de las grandes virtudes de la novela es el modo en que Woolf es capaz de depurar todo el entorno, por nimio que pudiera resultar en ocasiones, en el cedazo emocional de la protagonista. «Puede parecer que lleva una vida banal. Pero, aunque la gente no la entienda desde fuera, en realidad es muy profundo todo en ella –aclara Portillo–. Es consciente de que la vida es muy dura; y cree que hay que decorar esta mazmorra en la que vivimos para que los dioses no se salgan del todo con la suya. Es una mujer que tiene limitaciones sociales por su condición femenina, y que no deja de ser “la señora de”; pero tiene una libertad interior que es la base para construir luego una libertad hacia afuera». Ciertamente, al margen de que ella pueda asumir o no el rol social que le viene impuesto, es precisamente por esa «libertad interior» que tiene Clarissa para analizarse a sí misma por lo que «Mrs. Dalloway» está considerada una obra feminista. Y una obra en la que además, salen a colación otros temas importantes en la literatura y en la vida de Woolf, como la sexualidad, la represión o el suicidio.

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