«Ana el once de marzo»: «Crece la hierba, incluso tras la barbarie»
«Ana el once de marzo». Autora: Paloma Pedrero. Dirección: Paloma Pedrero y Pilar Rodríguez. Intérpretes: María José Alfonso, Blanca Rivera, Marta Larralde, Laura Toledo y Ana Peinado. Teatro Español. Madrid. Hasta el 10 de abril.
Ha querido la casualidad, más maldita que nunca, que estos días en que se representa en el Teatro Español «Ana el once de marzo», una obra de Paloma Pedrero sobre la cruel sinrazón del terrorismo, los islamistas radicales hayan vuelto a sacudir Europa con otro salvaje atentado. Algunos fanáticos parecen empeñados en amedrentar y someter al mundo haciéndole ver lo fácil que es para ellos acabar con la vida de cualquiera de nosotros; pero, atendiendo al entusiasta aplauso del público en esta función, se diría que solo consiguen hacer más inexpugnable la fortaleza del pensamiento libre. Nunca podrán acallar con sus bombas la repulsa de la gente de bien, y nunca podrán matar con ellas el arte que brota, como esta obra, de esa repulsa.
En «Ana el once de marzo», tres mujeres relacionadas con un mismo hombre esperan con impaciencia noticias de él tras enterarse de que ha habido un brutal atentado en la estación de Atocha. Las tres se llaman Ana, y la tres intuyen que ese hombre, al que cada una ama de manera distinta, puede estar entre las víctimas.
Pilar Rodríguez y la propia Pedrero –codirectoras del montaje– se sirven con habilidad del teléfono móvil como eficaz recurso para presentar a los personajes con precisión y claridad, y para que el espectador, en una ágil superposición de escenas, pueda ubicarlos y relacionarlos en la trama. Pero el bagaje de estas mujeres protagonistas no es en realidad tan importante para la acción como la situación emocional a la que se ven abocadas de repente, ante el presentimiento de la catástrofe. Esa tensa espera, hasta que se confirme la peor de las posibilidades, es el auténtico motor de la función: de lo que habla la obra es de cómo el enjambre de pensamientos que colma la cabeza de cada una de las mujeres se va transformando en supremo dolor cuando la devastadora realidad hace acto de presencia. Pero, al mismo tiempo, hay al final un canto a la superación de ese sufrimiento mediante una nueva y necesaria transformación que habrá de surgir de las inextinguibles cenizas del amor.
Con una escenografía mínima, las cinco actrices que conforman el reparto, entre ellas una veterana María José Alfonso todavía en plena forma, se pliegan a las exigencias de una propuesta que sacrifica su lucimiento individual para que destaque la estampa conjunta de todas como única protagonista: una sola y genérica Ana que siente y padece como cualquier ser humano en cualquier parte del mundo.