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El amor de Almudena Grandes a la parricida paranoide más famosa de España llega al teatro

"La madre de Frankenstein" da el salto a las tablas del Centro Dramático Nacional de la mano de Carme Portaceli y Blanca Portillo
Blanca Portillo y Pablo Derqui se meten en la piel de doña Aurora y Germán Velázquez
Blanca Portillo y Pablo Derqui se meten en la piel de doña Aurora y Germán VelázquezGeraldine Leloutre

Madrid Creada:

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Una buena negociación siempre termina con ambas partes cediendo, y las charlas entre Carme Portaceli y Almudena Grandes no fueron diferentes. Una –la directora–, propuso Los besos en el pan; sin embargo, la autora prefería otro de sus «retoños», Los aires difíciles..., así que tuvieron que volver a iniciar conversaciones para que su «pacto», como lo llama Portaceli, llegase a buen puerto. «Yo hablaba de una obra y ella de otra hasta que, en 2019, me mandó un Word en el que estaba corrigiendo La madre de Frankenstein... Me pareció brutal», comenta la directora de un título que todavía no había pisado las librerías. Fue entonces, ya sí, con el tiro centrado, cuando el trabajo pasó a una colaboradora habitual, Anna Maria Ricart Codina (Jane Eyre, Mrs. Dalloway...), responsable aquí de una adaptación que «se podía haber ido a las 35 horas», ríe una Portaceli que «tampoco ayudaba mucho porque tenía todo el libro subrayado». Finalmente no será para tanto, pero no son pocas las casi cuatro horas a las que se marcha el montaje final (descanso incluido).
Portaceli, Grandes y... Blanca Portillo, metida en la piel protagonista y real de doña Aurora Rodríguez Carballeira, para completar un triunvirato en el que el Centro Dramático Nacional y el Teatre Nacional de Catalunya han puesto buena parte de sus activos de la temporada: «La madre de Frankenstein».
Anna Maria Ricart firma la nueva versión de la novela de Almudena Grandes
Anna Maria Ricart firma la nueva versión de la novela de Almudena GrandesGeraldine Leloutre
Cuenta Portillo que una de las primeras personas en ver la función fue Luis García Montero, viudo de la escritora: «Habló con Rosana [Torres] y le dijo que no paró de llorar». «Debió de ser fuerte», supone. La directora asiente a su lado y asegura que el inicio es «emocionante», pero que «la segunda parte te coge la boca del estómago y no te suelta. Todo empieza a asentarse ahí. Por eso Luis no podía ni hablar el día que vino a verlo. Reconoció que se había emocionado mucho, aunque también que no era un espectador objetivo». El poeta y director del Instituto Cervantes recordaba las palabras de Grandes sobre aquella España de la posguerra de su esposa, concretamente, las de la quinta entrega de sus Episodios de una guerra interminable: 1954. Germán Velázquez vuelve a España de su exilio en Suiza, donde ha pasado más de la mitad de su vida, para trabajar en el manicomio de mujeres de Ciempozuelos. Allí se reencuentra con doña Aurora, una parricida paranoica, eugenésica, inteligente y brillante, que él conoció en la clínica de su padre a los trece años. Fue tal la fascinación que ella es la culpable de que se convirtiera en psiquiatra. De primeras, solo era «una señora muy rara con un señor normal [su abogado]», dijo de pequeño, pero a la larga fue uno de los motores y contrapuntos de su vida.
Grandes, y ahora Ricart, crean un «mosaico» –en palabras de Portillo– en el que «Almu era la reina de las subordinadas y eso mismo lo hacía con la propia trama». «El teatro [y la literatura] tiene la clave para juntar personajes que nunca lo harían en la vida real, es una cosa mágica», señala la directora.
Si Germán reconoce a Aurora, no le ocurre lo mismo con el país al que ha vuelto: «La rotundidad del sol, la humillación de las mujeres, otras banderas, otros nombres en las calles, miedo, silencio, miseria...», presentan de este retrato de España como una nación en el que las diferencias sociales e ideológicas son lo que determina las relaciones humanas. «Es una época en la que se ha perdido la esperanza de que el mundo ayude a España. Décadas oscuras en las que la conclusión –reflexiona Portillo–, es que esa dictadura seguirá ahí como una losa para la población».
La recreación de los tiempos es una de las claves de una novela «extraordinaria», para Portaceli, por diversas razones. «La primera, porque el retrato de la España de los años 50 vista por alguien que se ha educado fuera de este país, que ha estudiado y ha crecido fuera de él, es fantástico. Todo aquello que es normal en cualquier contexto, sucede aquí de una manera peculiar y cargada con una intención siempre retorcida, y eso es lo que le sucede a Germán cuando llega al manicomio de mujeres de Ciempozuelos. ¡Todo lo que hay que pensar para hablar con quien sea, especialmente con una persona del otro sexo! Otra razón –continúa la directora–, porque viendo todo lo que ocurre en este manicomio, todo lo que se explica en la novela, vinculado a las historias más íntimas de los personajes, nos damos cuenta de que jamás nadie nos lo ha explicado, jamás nos han explicado la historia real de este país nuestro, jamás hemos podido saber de dónde venimos y por qué nuestro comportamiento es el que es y no otro».
Y la otra razón que esgrime Portaceli es el «impresionante» personaje protagonista, doña Aurora Rodríguez Carballeira, «la asesina de Hildegard [su hija superdotada], que la mató porque ella la creó, y ella la destruyó, mujer brillante, inteligente, que se cree superior a los demás, eugenésica, metáfora de nuestro país en ese momento de la historia, de un país más católico que los católicos, más puro que los puros, que siempre tiene la razón y se impone por cualquier medio», expone la directora de la pieza.
Se entrega Portaceli a la protagonista, pero también la Portillo: «No se puede hacer teatro sin el corazón en la mesa», dice; y la actriz, una vez más, pone sus vísceras sobre el escenario del María Guerrero para enamorarse hasta de una mujer que fue capaz de pegarle cuatro tiros en la cabeza a su hija mientras dormía. «Hacer a doña Aurora es muy difícil», apunta de una figura que Almudena Grandes escogió por su «interesantísima» historia. «Era de una clase social alta, tenía independencia, era valiente, culta y aguerrida, estaba comprometida socialmente, pero tenía un problema mental», se detiene la intérprete. «Todo lo que fue queda borrado por eso». Su salud mental pudo con todo el poder de una superdotada, «de la parricida más famosa de la historia de España», como la define Portaceli.
  • Dónde: Teatro María Guerrero, Madrid. Cuándo: hasta el 12 de noviembre. Cuánto: de 6 a 25 euros.