Blanca Portillo,la virgen más humana
Agustí Villaronga debuta en la dirección escénica con «El testamento de María», un monólogo sobre el rostro humano de la madre de Jesús de Nazaret
Vio a su hijo ser prendido, torturado y ajusticiado de forma cruel. ¿Qué madre no se derrumbaría, no sucumbiría al rencor? Pero María, madre de Jesucristo, nos dice la doctrina cristiana, no era una mujer cualquiera. Había concebido por medio del Espíritu Santo; era virgen, inmaculada, era todo bondad y perdón. Personaje poderoso históricamente, como representación de todas las madres, ella, que según la Iglesia llevó al hijo de Dios en su interior, protagoniza «El testamento de María», un monólogo que la desacraliza para verla no como la virgen, sino como la mujer. Se trata de un texto teatral del autor irlandés Colm Tóibín (Enniscorthy, 1955). Un monólogo que dirige el cineasta Agustí Villaronga, en una coproducción del Grec y el Centro Dramático Nacional con Blanca Portillo como María de Nazaret.
Tóibín publicó en inglés «El testamento de María» en formato de audiolibro, una novela a la que acompañaba la voz de Meryl Streep. Pero antes había sido un monólogo teatral que estrenó en Dublín en 2011. En abril del 2013 Deborah Warner lo dirigió en Broadway, protagonizado por Fiona Shaw. Aquí será la Portillo, la que encarne al bíblico personaje, aunque no fue la primera opción: Villaronga y Enrique Juncosa, que dirigió el Museo de Arte Moderno de Dublín entre 2005 y 2011, le propusieron a Tóibín llevar la obra a escena, y barajaron nombres. «Yo pensaba en alguien mayor, pero luego nos decantamos por Blanca y estoy encantado», cuenta Villaronga a LA RAZÓN. La María de la obra tiene entre 60 y 70 años, «pero de aquella época, que estaban más cascados», matiza. «Pero nuestra puesta en escena es muy vital. No habla como una persona de 70 años, sino que va adelante y atrás emocionalmente, recorriendo aquellos momentos». Además, Portillo es de esas todoterreno que parecen poder con todo. «Ha sido un trabajo muy bueno. Nos entendimos desde el primer momento». Monólogo pues, con algo de sagrado, pero también algo de profano. «Yo no diría que es ni una cosa ni la otra. Lo describiría como muy humano», prosigue el cineasta. «Es religioso, porque evidentemente toca aspectos de la religión; y profano porque no lo hace desde el punto de vista ortodoxo, el del católico o el cristiano. Pero no hace especial hincapié en una crítica hacia la religión ni pretende hacer valer una teoría. Sólo intenta enfocar a María, al personaje, desde un punto de vista humano». Tóibín, continúa el director, «lo que hace es divagar, pensar sobre ese personaje que está poco explicado en el Evangelio, y suponer una trama de sentimientos que puede haber detrás de esa persona, que vio cosas terribles».
Algo que no tendría por qué estar reñido con la imagen que de María, la Virgen, tiene un creyente, y que no excluye a la mujer, al ser humano. «La obra no toca temas como la Anunciación o la Concepción, porque no se quiere hacer un enfoque divino del personaje». Son las reflexiones «de una madre y de una mujer, y tiene mucho que ver con la memoria, con lo que se pudo haber hecho y no se hizo», aclara Villaronga. «Ella está ya en Éfeso, retirada, mayor, a punto de morir. El personaje de Tóibín es una mujer de campo, dura, que no entiende que su hijo diga que es el hijo de Dios. Todo esto le viene grande y la asusta».
Es curioso que este texto, tan alejado de la doctrina oficial cristiana, proceda de un autor irlandés. En su patria el estreno no generó repercusión negativa alguna, explica el director: «La familia de Tóibín es católica. En Londres tampoco ocurrió nada. El único sitio donde sí fue más controvertido fue en Broadway. Como cuando se estrenó ‘‘La pasión’’ de Mel Gibson». Villaronga eligió esta obra porque «el texto es bellísimo. Yo me he criado en el catolicismo y he estado trece años con jesuítas. La historia que cuenta, la resurrección de Lázaro, la Pasión, todas esas cosas las conozco bien. La visión que se plantea es muy hermosa. El personaje de María crece más cuando lo descubres con sus confusiones, sus contradicciones, se hace más humano, más cercano. A mí me ha pasado». Y añade: «María es un personaje que me caía bien. Ves ‘‘El Evangelio según San Mateo’’ y el personaje cobra una dimensión trágica. Y en otras cosas que vas viendo». pero no tenía una idea previa sobre ella.
Villaronga explica sobre la vinculación de esta pieza con sus filmes: «Es muy distinto cómo se trabaja en cine y en teatro, pero la sensibilidad sigue siendo la misma. Yo tengo la que tengo: para unas cosas sirvo y para otras no. En ese sentido, me reconozco mucho en esta obra. Hay una reflexión sobre la muerte, el tiempo, la memoria... Son cosas que ya me importaban de joven, cuando no tocaba... y ahora mucho más».
Como un yihadista
Reconoce que esta visión «a unas personas les parecerá algo agresiva y a otras no. Ahí entramos en el mundo subjetivo de cada uno. Yo no lo veo para nada algo que pueda molestar. Lo poco que pueda haber no busca la provocación ni corregir a nadie». Su ejemplo siguiente, sin embargo, puede provocar ampollas: «Si te acercas a un yihadista, cuya madre ve que le están metiendo ideas desde una mezquita y que acaba inmolado, se preguntará ¿por qué? ¿para qué? A ella le queda dolor. Él habla de ideales y le devuelven un cadáver. Es parecido a lo que ocurre aquí: yo la parte divina no la toco, no quiero entrar ahí para nada. Pero desde un punto de vista histórico, Jesús es alguien que defiende unos ideales».