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"El gran mercado del mundo": Auto sacramental y teatro de variedades

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Autoría: Calderón de la Barca. Dirección y versión: Xavier Albertí. Intérpretes: Cristina Arias, Alejandro Bordanove, Antoni Comas y Elvira Cuadrupani. Teatro de la comedia de Madrid. Hasta el 27 de octubre de 2019.
No puede ser más atrevida y arriesgada la propuesta de Xavier Albertí en su aproximación a esta obra de Calderón de la Barca. La simple idea de querer representar en la actualidad un auto sacramental sin que el resultado se antoje caduco, simplón y sermoneador a los ojos de cualquier espectador medio es ya osada en sí misma. No obstante, el director catalán ha sacado petróleo: sin traicionar el espíritu original en la versión que él mismo firma, ha sabido remozar toda la función, desde el primer minuto, con aires cabareteros y operísticos en la forma y con un notable sentido del humor, cargado de ironía, en el fondo. Ciertamente, resulta llamativo y elogiable ver lo bien que se acoplan las canciones y los números musicales que ha introducido en un texto en el que, curiosamente, se mantienen por otra parte arcaísmos que fácilmente podían ser sustituidos por sinónimos de uso contemporáneo sin que ello afectase a la métrica ni a la rima (un ejemplo claro es el término «trujo», que aparece varias veces a mitad de verso y que bien podía haber sido cambiado por «trajo»). En cualquier caso, el texto tiene un envoltorio estético rompedor, decididamente moderno. Y así se percibe en el impecable vestuario con ecos de music-hall que ha diseñado Marian García Milla, así como en la escenografía de Max Glaenzel, presidida en el nudo argumental por una imponente atracción de feria giratoria que probablemente simboliza tanto el movimiento del mundo –entendido como un mercado que ofrece sin solución de continuidad los dones más honrosos y las peores vilezas– como la mudanza del destino del hombre en ese mundo, tal y como advierte el texto: «Y ved que en la plaza ya / vienen entrando los genios, / que son las inclinaciones / que tienen malos y buenos». En cuanto al elenco, sorprendentemente ecléctico, todo él trabaja con acierto de forma muy coral al servicio del protagonismo que tiene la propia obra como espectáculo global, si bien pueden resultar especialmente simpáticos los trabajos de Silvia Marsó, como la alocada Culpa; el polifacético Antoni Comas, haciendo de Inocencia; Roberto G. Alonso, que compone a Lascivia desde el más puro cabaret; o Lara Grube, tan radiante como siempre en sus escasas intervenciones como la Fama.