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«El teatro puede ser mucho más que contar una historia»

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El director y compositor y el Théâtre Vidy-Lausanne regresan a Madrid con "Max Black", una experiencia de luz, fuego y música con textos de Paul Valéry y Ludwig Wittgenstein.
Imaginen un escenario vacío. El actor, el único protagonista, ha dejado de citar a Elias Canetti, ha salido por el patio de butacas, ha atravesado la puerta principal y lleva cinco minutos paseando por la ciudad, mientras seguimos sus movimientos por una pantalla. Imaginen ahora un cuarteto de cantantes líricos desarrollando una repetición de acciones en una pieza teatral sin protagonistas que revisa textos de Burroughs, de Lévi-Strauss, de Malcom X. Sigamos imaginando: un intérprete/cocinero/científico juega con fuego mientras da voz al pensamiento de Ludwig Ludwig Wittgenstein.
Bienvenidos al universo de Heiner Goebbels, uno de los directores de escena y compositores más interesantes del panorama escénico europeo, que nos visita una vez más este fin de semana semana con el Théâtre Vidy-Lausanne. Las tres escenas citadas, por cierto, corresponden a "Eraritjaritjaka", "I went to the house but did not enter"y "Max Back", respectivamente, tres de sus piezas vistas en España. La tercera, un montaje emblemático de 1998, regresa ahora a Madrid, donde ya se vio en 2002, para celebrar el XXX aniversario del Festival de Otoño, ahora reconvertido en largo certamen que abarca hasta la primavera. En "Max Black", que toma su nombre de un matemático y pensador, el fuego juega un papel importante, junto, como siempre en la obra de Goebbels, a la música, la luz, el sonido... Lo suyo no es exactamente teatro. O quizá sí, si se cree en otro teatro. Él lo tiene claro, y así lo explicó a LA RAZÓN.
-«Max Black» es una obra que ya estuvo en Madrid. ¿Por qué repetir con este montaje?
-¡Podría estar representándolo siempre! Madrid es una ciudad emocionante y su público es excepcionalmente curioso. Es una producción que tan sólo un número reducido de personas pudo ver la última vez, y dado que tuve la oportunidad en los últimos años de mostrar otros trabajos, como "Black on white", "Stifters Dinge", "Eraritjaritjaka", "I went to the house...", creo que ahora podemos contar con que hay un interés mucho mayor. Y es una pieza muy intensa, explosiva. Incluso si ya las has visto puedes descubrir un montón de cosas nuevas en ella.
-¿Puede decirse que resume, en cierto modo, su carrera?
-Sí, es así: es en ese sentido muy ejemplar, porque es una de mis primeras piezas y en ella el equilibrio de todos los elementos teatrales está muy desarrollado de una forma sorprendente. Es un montaje que nunca sabes si va a ser un concierto, una exhibición de fuegos artificiales, un discurso filosófico, una escapada sonora, un monólogo... Es una reacción en cadena entre sonidos, olores, pensamientos y espacios, una pieza muy concentrada y rica que se apoya en el principal valor del teatro, que es el talento de un actor virtuoso, André Wilms, pero a la vez hay textos muy inspiradores de Paul Valéry, de Wittgenstein... Y también tiene tiempo para desarrollar la enorme riqueza de lo que el teatro puede llegar a ser, que es mucho más que el texto.
-Usted no cree en el teatro como un terreno exclusivo del texto y los actores...
-No. Veamos: sí que creo en los actores, aunque haya llegado a hacer una obra sin ellos. Pero no en ese orden jerárquico según el cual el actor es lo más importante. Siempre creo que hay influencias de otras formas artísticas, elementos que pueden convertir la experiencia teatral en algo mucho más intenso.
-Tengo la sensación de que además no le gustan los textos con estructuras clásicas, las tramas, sino que prefiere que en sus obras se lancen ideas...
-Sí, esa es una buena cita. Creo que nuestra vida diaria está repleta de historias. Cualquiera puede contarlas y nos las venden constantemente. Pero el teatro puede ser mucho más que eso: el teatro puede descubrir el espacio que hay entre las palabras y la relación inconsciente entre imágenes y sonidos. Por lo tanto, trato de descubrir cosas y de que el público las descubra también.
-El matemático y pensador que da título al montaje no es de los más famosos, no creo que en España haya mucha gente que lo conozca...
-Ni en ninguna parte, pero fue un filósofo americano de origen ruso muy interesante. En la obra están sus textos, pero también los de Valéry y Wittgenstein. Y no trata de él, no es una ópera biográfica, algo que se ve hoy en día muy a menudo. Lo usé para el título porque su nombre era el que mejor sonaba de los tres.
-¿Puede explicar un poco sus ideas?
-Lo que más me interesó fue un artículo que publicó en los años 30 sobre "lo difuso", que trataba de la imprecisión en la investigación y en la ciencia, la imposibilidad por fuerza de ser preciso en muchos sentidos. Me gusta tomar eso como una metáfora del arte, porque creo que el arte más interesante es el que no puede ser explicado de forma fiable. Es siempre algo secreto, un espacio para la imaginación. De otro modo, me parece inútil. El arte tiene que prometer ese espacio. En ese sentido, "Max Black"es una pieza en la que puedes ver a alguien que está pensando, puedes ver, oír y oler los pensamientos, y a la vez es exactamente algo que no puedes aprehender de forma fiable. No puedes explicar con unas pocas palabras lo que está sucediendo, porque se trata de la conexión entre la palabra, el fuego, el sonido y la acción. Y es esa conexión lo que hace que las cosas sean tan difíciles de captar.
-Hay una vieja discusión a ese respecto. El arte abstracto como algo que no hay que tratar de entender necesariamente. Sin embargo, hay también que se escuda en eso para presentar propuestas artísticas que no albergan idea alguna, lo que podríamos llamar engaños...
-Por supuesto, hay buenos y malos artistas. Pero cada espectador deberá verlo por sí mismo. Es muy fácil distinguir una obra de arte que te ofrece algo de lo que preocuparte o sobre lo que reflexionar de otra que está vacía o que es tan sólo un "ego trip"-una demostración de ego- de un artista o que es hermética, inaccesible... Yo veo mucho arte, de todos los tipos. Ahora soy el comisario y director artístico de un festival internacional de arte en Alemania, la Ruhrtriennale, e invito a artistas que conectan con el público mirándolo a la cara, que no tratan de enseñar nada a nadie ni de escondérselo, artistas a los que les gusta ofrecer y compartir experiencias artísticas. Esos son los artistas que me interesan y con los que me encanta trabajar.
-En "Max Black"trabaja con fuego en escena. ¿Está controlado? ¿Es peligroso?
-Tratamos de controlarlo (risas), pero no es siempre muy fiable. No es peligroso en cualquier caso para el público, para el edifico ni para el actor. Es, eso sí, muy difícil de domar. Al principio traté de trabajar únicamente con fuego porque pensé que sería una buena conexión con la fluidez de los pensamientos, pero entonces descubrí que el fuego no deja mucha luz para otros elementos, más que para sí mismo. Si quieres usar fuego para hacer visibles muchas cosas en el escenario, necesitarías tantas llamas que no podrías ver nada por culpa del humo, así que ahora tenemos muchos momentos en los que son las acciones del actor las que llevan hasta un experimento con fuego, en el que los elementos químicos comienzan a explotar y el fuego tiene vida propia... Pero tuve que aceptar que no era posible trabajar exclusivamente con fuego.
-André Wilms es un intérprete con el que trabaja a menudo. ¿Puede decirse que es su actor fetiche?
-Es un actor que trabaja conmigo prácticamente en exclusiva, y viceversa. Tenemos un entendimiento muy claro sobre cómo no debería ser el teatro. Él lo sabe y me ayuda a encontrar ese camino...
-¿Y cómo no debería ser?
-Tal y como era (risas). Quiero decir: creo que ya no necesitamos esa expresión clásica que es la idea de la presencia en el teatro. Tenemos que aferrarnos a la parte artística en vez de mostrar lo obvio. En vez de situar lo principal en el centro, el teatro debería permitir a la gente la posibilidad de descubrir, de encontrar sus propios pensamientos, y de combinar las cosas que están sobre el escenario con otras que no están para fundirlas es un significado importante.
-¿Esa visión contempla la posibilidad el entretenimiento?
-No estoy hablando de ocio. Pero sí del entretenimiento para las mentes inteligentes, de la imagen que no has visto aún o el sonido que no has escuchado. Estoy interesado en lo que el teatro podría ofrecer: mostrarte algo que no has visto antes en ningún sitio. No creo en el teatro que se repite y vuelve sobre las mismas convenciones.
-Como director de escena y compositor, ¿hay dos Heiner Goebbels?
-Creo que ambas facetas no pueden ser separadas. Cuando dirijo , se trata de un proceso muy musical, y cuando compongo es muy teatral, y eso incluye trabajar el lado dramático de tocar instrumentos o indagar en las biografías de los músicos que están involucrados en el montaje. Afortunadamente, no me veo obligado a separar ambas. Pero si tengo que hacerlo, es muy fácil para mí decirle adiós a una pieza musical si creo que es muy larga, o a una escena si entiendo que la música puede expresara mejor.

Apoyo: una ópera de estreno en la Ruhrtriennale

El próximo 23 de agosto, Heiner Goebbels estrenará en la Ruhrtriennale, el certamen del que es director artístico por segundo año, "Delusion of the Fury", una ópera contemporánea del compositor norteamericano Harry Partch, estrenada en EE UU en su momento -la compuso entre 1965y 66-, pero inédita en Europa. "Él construyó todos sus instrumentos para sus piezas, y aquí, de hecho, vamos a volver a fabricarlos para el estreno", explica el creador suizo.

Ficha:

Cuándo: días 8 y 9 de marzo, 20.00 h. Día 10 de marzo, 18:00 h.
Cuánto: desde 18 euros.