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La nueva «vida a palos» de Imanol Arias

El actor regresa a los escenarios, tras pisarlos por última vez en Buenos Aires en 1994, con el testamento que le legó su amigo y escritor Pedro Atienza. «Un texto fundamental del flamenco», dice, que acaba de estrenar en Bilbao y que, a continuación, presenta en Madrid.
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El actor regresa a los escenarios, tras pisarlos por última vez en Buenos Aires en 1994, con el testamento que le legó su amigo y escritor Pedro Atienza. «Un texto fundamental del flamenco», dice, que acaba de estrenar en Bilbao y que, a continuación, presenta en Madrid.
Desde que se subiera con el «Calígula» de Camus a los escenarios bonaerenses en el año 94 no habíamos vuelto a ver a Imanol Arias por el teatro. «La vida me ha llevado por otros caminos», cuenta un actor arrastrado por «las circunstancias, el privilegio o el castigo agradable de llevar 17 años con un mismo proyecto en televisión [“Cuéntame cómo pasó”], que no es normal». Una realidad ante la que solo la muerte de Pedro Atienza (1955-2014) le hizo cambiar de opinión: «Vengo con el saco a cuestas que supone la herencia recibida de un amigo. La última voluntad de Pedro». Personaje al que el intérprete define como «un hombre que vivía por y para la palabra, y que, gracias a su enorme experiencia vital, hacía historias en cada camino, en cada trozo, en cada frase».
El escritor insistió durante mucho tiempo a Arias de que pisara de nuevo a las tablas, pero éste no cedía y «cuando le hice caso me sentía incapaz», dice. Las llamadas y la perseverancia se convirtieron en la norma, pero el actor rechazaba cada acometida «por mi propia vida a palos. Hasta que Pedro murió y, entonces, sí tenía un legado que cuidar. No estaba seguro siquiera de que el texto estuviera registrado, y, después de muchas vueltas, nos cayó del cielo quienes han sido capaces de aunar todo eso: José Manuel Mora, y la directora, Carlota Ferrer. He tardado mucho tiempo en comprenderlo y en buscarle una solución para que saliera una pieza de ese texto, pues no tenía estructura dramática. Sin saber cómo afrontarlo, sí sentía la enorme responsabilidad de cumplir lo que se me pidió que prometiera, hacerme cargo de ello», explica Arias.
Fue el «sí» definitivo para un proyecto que iba a llevar al intérprete a las tablas 24 años después, «La vida a palos. Testamento», y que se estrena este mismo fin de semana en Bilbao (Teatro Campos Elíseos) como antesala de su puesta de largo en el Canal madrileño (del 5 al 22 de julio) y de la posterior gira que irá de Argentina a Uruguay y Chile, para «después regresar a España», aseguran. «Un relato que nace de la picaresca española con aroma a flamenco –habla Arias–. Sentí que se había verbalizado su espíritu, y que nos lleva a dar un paseo por la vida del autor».
Sinopsis que Mora, como responsable de la nueva dramaturgia, define con sus palabras: «Además de invitarnos a conocer el mundo del flamenco y sus diferentes palos, el potencial dramático de esta obra está en un tema universal de la relación padre-hijo, el reencuentro entre ambos; reconciliación y la asunción del testamento vital de nuestros progenitores. En este texto asistimos a un doble viaje –continúa–, el que desde los años 80 hasta nuestro presente realizó Pedro Atienza por las diferentes geografías del mundo y, por otro, el tránsito que realizará su hijo revisitando aquellas geografías que en su día habitó el padre con el fin de poder comprender el sentido último de su existencia». Dos trayectos, descritos a través de una serie de monólogos y diálogos, en los que el protagonismo será para el «alter ego» de Atienza, «El Alcayata», y para ese reencuentro con su hijo, de quien hace tiempo perdiera la patria potestad. Y un núcleo argumental que permitirá a Arias compartir escenario «en determinados momentos», explica, con su hijo Jon. «Cuando los compromisos profesionales se lo permitan», puntualiza de un elenco que completan Guadalupe Lancho y Aitor Luna, más el «cello» de Batio y el cante de Raúl Jiménez.
Intranquilo, pero sin miedo
Además de invitar «a conocer el mundo del flamenco», José Manuel Mora recuerda unas palabras del escritor surafricano J. M. Coetzee que considera «oportunas» para la pieza: «La reconciliación solo es posible a través del entendimiento profundo entre ellos, es decir, a través de la comprensión por parte del hijo de lo que desea ser el padre, para así poder ser él a su vez un buen padre».
Regresa así el protagonista de «Cuéntame» al teatro «intranquilo, pero sin miedo» y después dae unos años, reconoce, que no han sido fáciles: «Aunque en los últimos palos me dieron ganas de morirme, no supe porque no sé hacerlo debiendo», reconoce de la «deuda» contraída con su amigo por este montaje cosido por soleás, seguidillas y colombianas. Entonces, se refugió «en lo único que sé hacer, mi oficio, poco más. Pero nadie se va del teatro ni vuelve a él. Siempre está ahí. Hay ocasiones en las que puedes realizar un trabajo muy continuado y ocasiones en las que debes sustituirlo o aparcarlo. Te conviertes más en espectador que en perteneciente», cierra Arias.