¿De qué hablamos cuando hablamos de Dios?
Andrés Lima, con Pere Arquillué convertido en ser supremo, levanta en "Paraíso perdido" el poema épico del poeta y ensayista inglés John Milton
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Pere Arquillué está en un momento de esos «dulces»; está como Dios. Y no porque la agenda la tenga más apretada que nunca –«no paro, cojo cosas que no sé ni cuándo las voy a hacer»– o por haber recibido hace poco más de dos semanas el Premio Max a la mejor interpretación masculina por sus más de veinte papeles en L'adversari, sino porque es el mismísimo Dios. Aunque «no es uno», anticipa: «Tenía claro que quería salir de la figura icónica». Arquillué ha querido «jugar», dice el actor. «Sigo creyendo que, si existe, que no lo sé, debe ser alguien con mucha retranca, un gamberro. Pensé en un personaje cómplice del espectador aunque trate de engañarlo y de ocultarle si le está vacilando o le cuenta verdades como puños».
«Dios ha sido muchas veces representado y a la vez pobremente representado», suma Andrés Lima a la conversación. «Ha sido divertido crear al personaje porque la carcajada de Dios está presente en el montaje –continúa–. Él se divierte con todo. Su omnipresencia, su omnisciencia, el saberlo todo de antemano... O lo haces divertido o es un aburrimiento porque ya sabe que va a ganar y cómo. Aquí presentamos a un Dios que juega con nosotros. Una idea divertida y perversa al mismo tiempo. Para un creyente pensar que su Creador está jugando con el planeta como con una canica y que el mundo se va a pique por una indolencia es una idea interesante para desarrollar».
Lima y Arquillué, director e intérprete, se unen en Paraíso perdido para darle vida al poema épico que escribió John Milton en la segunda mitad del siglo XVII sobre la caída del hombre y de Satanás; reivindicado por los románticos como el verdadero héroe, el demonio de Milton simboliza el rebelde sublevado ante la tiranía del cielo. Porque antes de la caída del hombre está la historia del ángel caído. La de una rebelión fracasada y las consecuencias que condicionarán el destino del hombre y de la mujer. «¿Somos de esta forma porque así fue escrito nuestro destino o porque nuestras creencias nos llevaron a escribirlo así?», cuestionan. «¡Pero que no se me asuste la gente con lo de “poema épico”!», clama el actor sobre un «espectáculo con proyecciones, música, sentido del humor...» que llega al Centro Dramático Nacional (Teatro María Guerrero) desde mañana al 18 de junio. «Al final es un poema –apunta Lima–, y la manera de representarlo no solo es diciendo las frases en verso. Hemos querido hacer contemporánea la poética del paraíso».
Junto al director, Helena Tornero firma una dramaturgia a cuatro manos que «parte fiel al original y que, según avanza el texto, vamos yéndonos a nuestra propuesta», advierte un Lima que, además de Arquillué, cuenta en el elenco con Maria Codony, Rubén de Eguía, Laura Font, Lucía Juárez y Cristina Plazas. Tornero, por su parte, define la pieza como «un viaje al lugar del otro, el opuesto, el diferente, un dejarse atravesar por las palabras de Milton y descubrir qué parte hay en cada uno de nosotros de ángel, diablo, hombre, mujer, comediante o espectador». Una adaptación que da un paso más allá del autor primigenio y permite «homenajear al comediante». «Igual que la Biblia pone al demonio como el enemigo, nosotros asumimos ese papel que nos ha dado la cultura», sostiene el director en una obra que, confiesa, «mantiene una máxima»: «El hombre creó a Dios, Dios al demonio y el demonio al actor». Abrazados a estas palabras, el equipo asume «desde la ficción» el papel de «cuestionador del poder», defiende Andrés Lima. «Lo personificamos en el teatro porque somos actores, pero toda la cultura ha tenido ese rol de representar y cuestionar el mundo».
Y lo hacen en «una misa laica» que pasa por el infierno, el cielo y el paraíso con un lenguaje muy cinéfilo: mientras Lima no oculta la influencia de Kubrick en su obra, Arquillué reconoce el peso de Peter Sellers en la construcción de su Dios. «Parece que el teatro de hoy está a ras de suelo. Se trabaja mucho con la cosa realista. Y a mí me apetecía levantarlo del suelo», explica el intérprete.
Aprovecha este Paraíso perdido la «gamberrada» de los artistas para deslizar preguntas de una forma sutil. «¿De qué hablamos cuando hablamos de Dios?», se lanza el actor. Al director le «inquietó» hablar de algo que está a su alrededor desde que es pequeño, «el hecho de estar penetrado por la cultura religiosa»: la rebeldía frente a Dios, la creación del enemigo en la figura de Satanás, el concepto de guerra como algo natural, la venganza, la tentación, la obediencia... son algunos de los temas que se abordan en escena.
Dios, Satanás, Adán, Eva, la Muerte y la Culpa serán los seis personajes «muy humanos» que despertarán las dudas entre el público. Cuestiones que llevan años, siglos, sin respuesta. «Primero, tendremos que empezar por si Dios existe...», comenta Lima. «Una buena obra lanza preguntas de una manera estética o espectacular, de una forma bella, para que se produzca el fin en el espectador. Pero no es una obra sesuda a la que ir con un cuaderno, entra suave». Para Arquillué, el montaje aparece en un momento de crisis para las religiones en el que «las respuestas que se ofrecen cada vez son más cortas y, sin embargo, se pide que la fe sea mayor que nunca».
«Puede que el Paraíso perfecto sea la propia Tierra con el cambio climático», cierra Lima de una pieza en la que «el papel más sorprendente es el de Eva, que se pregunta demasiado, aunque para mí nunca es suficiente...».
- Dónde: Teatro María Guerrero, Madrid. Cuándo: hasta el 18 de junio. Cuánto: de 6 a 25 euros.