Los Premios Max tienen manzanas para todos
Cádiz vivió otra fiesta del teatro en la que no hubo un ganador absoluto. Pablo Messiez y Marta Nieto, entre los victoriosos
Creada:
Última actualización:
Tocaba sacar músculo. Era un día para que los premios de la Fundación SGAE dijeran «aquí estoy yo». Con el recuerdo de los recién nacidos Talía todavía presente, el mensaje que dejan los Max es que tienen mucho «futuro» por delante, como reivindicaron desde el inicio del sarao que dirigieron Ana López Segovia y José Troncoso. Dos premios diferentes (cada uno con sus propias bases) y dos listas de ganadores opuestas. Pocos nominados repitieron de Madrid a Cádiz, de un evento a otro (Carlos Hipólito, Pablo Messiez y poco más); y menos todavía entre los premiados. Si entonces se pudo hablar de cierto centralismo a la hora de repartir el pastel, en el caso de las manzanas fue todo lo contrario. 23 premios y 21 premiados (incluidos los de honor y «especiales»). Solo Runa y Cucaracha con paisaje de fondo repitieron: mejor coreografía e intérprete femenina de danza (Lali Ayguadé), para los primeros; y doble revelación (espectáculo y autoría) para el montaje de Javier Ballesteros.
Eso sí, lejos de buscar enemistades públicas entre los premios de la Academia de Artes Escénicas y los de la SGAE, Antonio Onetti, presidente de la institución, aprovechó el discurso protocolario para tirar de clase y «felicitar a los Talía. Enhorabuena». «Y que sea por muchos años», comenzaba.
Estando en Cádiz, en la cuna de los títeres de la Tía Norica, estos no faltaron a la cita y alternaron con Onetti para romper un «discurso aburrido». Juan José Solana, presidente de la Fundación SGAE, se puso a los mandos del piano mientras Onetti «celebraba» el Estatuto del Artista –cosa que, por cierto, algunos echaron en falta en otras ceremonias–. «Es algo diminuto y todavía quedan muchas aristas, pero por fin hay un texto que ampara a nuestros artistas. Reclamamos difusión y promoción». Rompió una lanza en favor de la danza: «Hay que darle valor al patrimonio coreográfico»; y otra por la «diversidad lingüística»: «Que una compañía vasca pueda llevar su obra a Bollullos completamente en Euskera». Fue Onetti lo más reivindicativo de una gala en la que, como despedida, quiso «brindar por la paz mundial» desde el teatro, «espacio de paz» y «de libertad».
No fueron pocos los aplausos que se llevó el «presi», pero muchas más palmas recibió el trío de la noche y Premio Max de Honor, Tricicle. «Felices de haber dedicado la vida a hacer feliz a la gente», arrancaba Carles Sans sobre su seña de identidad, el «humor gestual, humor universal». Con su filosofía, «la vida sería mucho mejor». Entre risas, propias y del público, continuaron sus compañeros, Paco Mir y Joan Gràcia, quien quiso agradecer el viaje para estar cerca de unos de sus restaurantes «favoritos» (El Chato, Aponiente y El Faro). Y es que la noche también era para sacar pecho por la tierra, y eso lo sabían bien sus directores, que para las actuaciones contaron con artistas de la ciudad y de la provincia, Judeline, David Palomar, María Moreno, María Molina y Marta Reguera, entre otros.
No tuvieron límite de tiempo los «mimos», pero sí el resto de los galardonados. «¡Un minuto!», advertía Víctor Clavijo al inicio. Y de no cumplir con la norma, «una racha de levante se llevará las palabras». Lo que en la práctica se convirtió en un ventilador que sacaban a pasear cuando alguien se pasaba de los 60 segundos.
Y en esas, cada uno campeó el temporal como pudo. Más allá de los dos montajes que repitieron sobre el escenario blanco del Falla, los grandes titulares se los llevaron Pablo Messiez (mejor espectáculo de teatro, por La voluntad de creer); Jesús y Pau Pons (autoría, por Eclipse total); María Goiricelaya (adaptación, por Yerma); Iñaki Rikarte (dirección de escena, por Supernormales); Marta Nieto y Marina Salas (actriz, «ex aequo», por La infamia); Pere Arquillué (actor, por L’adversari). Lo dicho, todo muy repartido.