Historia

Estreno teatral

Que nadie las borre de la historia

El Teatro de la Abadía estrena «Sólo son mujeres», una obra de Carmen Domingo dirigida por Carmen Portaceli sobre las mujeres encarceladas en la Guerra Civil española.

Sol Picó (en la imagen) protagoniza «Sólo son mujeres» junto a Miriam Iscla y Carmen Conesa
Sol Picó (en la imagen) protagoniza «Sólo son mujeres» junto a Miriam Iscla y Carmen Conesalarazon

El Teatro de la Abadía estrena «Sólo son mujeres», una obra de Carmen Domingo dirigida por Carmen Portaceli sobre las mujeres encarceladas en la Guerra Civil española.

«Cuando una mujer crece y se desarrolla como un ser humano, obliga al hombre a comportarse, no sólo como un hombre, sino como un ser humano y eso te hace crecer como persona». Esto le decía a Carmen Portaceli un hombre al que conoció «hace tiempo». Las Ventas, Amorebieta, Les Corts, Valencia, Sevilla, Málaga, Segovia... y tantos otros, fueron centros penitenciarios exclusivamente femeninos. Allí iban esposas, madres, hijas, hermanas, primas... pero, sobre todo, militantes, sindicalistas, luchadoras incansables por la democracia y por los derechos adquiridos durante la Segunda República. Y allí se encuentran y desde allí hablan las protagonistas de «Sólo son mujeres», una obra de Carmen Domingo, que, dirigida por Carmen Portaceli, llega al Teatro de La Abadía después de su estreno en TNC de Barcelona. Cinco mujeres, cinco historias entrelazadas basadas hechos reales, y que, entre realidad y ficción, cuentan los sufrimientos y penurias que vivieron miles de mujeres presas durante la Guerra Civil y los primeros años de franquismo.

¿Por qué mezcladas? «Para hacer un modelo que represente a todas» –dice Portaceli–. «No sólo había militantes, socialistas, sindicalistas o anarquistas, estaban los familiares, la madre, la hermana, la esposa... La autora ficciona para que representen a este amplio abanico. Aunque sea reflejo de una situación histórica concreta, universaliza a todas las mujeres que luchan por un mundo mejor y, en muchos casos, mueren en el intento». Y prosigue: «En esta época, las mujeres no eran consideradas presas políticas, eso no existía, estaban en la cárcel por prostitutas o delincuentes comunes. Fueron juzgadas y condenadas por tribunales militares por delitos “de auxilio, incitación o exaltación a la rebelión”, por rojas. Así no había testimonios de los crímenes de lesa humanidad que se cometían contra ellas. También se cometían contra los hombres, pero aquí sí había testimonios, cifras de fusilados, muertos, etc. De las mujeres no, como no las hay de perros, de gatos o de ratas». Y todo, «con el problema añadido de los hijos. Se los quitaban para darles “una mejor crianza” o antes de fusilarlas. Era tremendo».

Para las mujeres, «la República había significado la conquista del espacio público. La dictadura se lo quitó y las volvió a relegar al espacio privado. A su papel exclusivo en la casa como esposas y madres. Conquistas como el derecho a voto, la educación o el divorcio, reflejo de un espíritu liberador, les fueran arrancadas de cuajo. Perdieron las libertades y las hicieron invisibles. Sabemos que avanzar en la historia es muy difícil, pero ir para atrás es facilísimo. Decía Simone de Beauvoir: “Mujeres, en la primera crisis económica, política o moral, veréis disminuir vuestros derechos”, y así ha sido. Creo que la imagen de la crisis es una mujer con sus hijos. Como decía Víctor Catalá: “Las mujeres son los olvidados de los olvidados”. En las guerras, ellas y los niños son los que más pierden».

«Lo importante –dice la directora– es no olvidar. Hablando abiertamente se cierran heridas. Hay que sacar la historia a la luz para no repetir y que los jóvenes sepan lo que pasó. En los coloquios que hacíamos, una chica nos preguntó: “¿Cómo nadie me explicó esto? No me parece justo no saberlo. Estaba indignada y a la vez contentísima y agradecida porque, gracias a la obra, se había enterado».

Multidisciplinar

La obra está concebida como un espectáculo multidisciplinar con interpretación, danza y música. «Cinco personajes que interpreta una actriz, Míriam Iscla, que interactúa con Sol Picó, que baila representando el espíritu de la mujer, de todas las mujeres y con Carmen Conesa, que canta la música de Maika Makovski, la voz del inconsciente, del que mira desde fuera. La música como lenguaje, como contrapunto que ayuda a expresar allí donde no llegan las palabras». Según Portaceli: «He hecho una dramaturgia donde los vinculo familiarmente. Las mujeres uno y cuatro son madre e hija, una madre que expresa y una hija evacuada fuera de España, uno de esos “niños de la guerra” que llevaron a Rusia pensando que salvaban sus vidas y que en tres meses volverían. Al final no lo hicieron y no fueron ni de un país ni de otro. Y cuando al final volvieron, sus familias estaban enterradas. Otro personaje es la nieta de una represaliada. Otro como si fuera uno de nosotros, una madre que quiere enterrar a su madre. Y una más, suelta, inspirada en Tomasa Cuevas».

En la escenografía, Portaceli recurre, una vez más, a Paco Azorín: «Está planteada de forma funcional y despejada para trabajar con los actores. Primero por la gira y segundo, porque creemos que el espacio no debe de representar una cárcel, sino un lugar donde esto sucede y donde puede pasar todo lo que nosotros necesitamos». Como mensaje final, la directora concluye: «Ésta no es una obra angustiante, sino de luz. Un homenaje a todas estas heroínas que lucharon por la libertad y la democracia y que siguen sin salir en los libros de historia. Explicado tranquilamente, sin drama. Una obra de luz porque es positiva».