Naves del Español

La sórdida realidad de "El perro del teniente"

Pilar Valenciano recupera un texto de Benet i Jornet en el que el "dolor es aplacado con crueldad", presentan

Roberto Enríquez y María Ramos, en el escenario de la Sala Max Aub
Roberto Enríquez y María Ramos, en el escenario de la Sala Max AubVanessa Rábade

El «teaser» de El perro del teniente cierra con una declaración de intenciones de lo que el público va a encontrarse sobre el escenario de las Naves del Español (Matadero): «Tensión, dudas, dolor». «En esta obra el dolor es aplacado con crueldad», puntualiza uno de sus protagonistas, Roberto Enríquez, que continúa asegurando que el texto de Josep M. Benet i Jornet (1940-2020) «tiene algo muy bestia»: «Cómo el poder utiliza la carne de la mujer. Es una pieza oscura que se mueve por sitio sórdidos».

Aparece así en la cartelera el nombre de Benet i Jornet –que no es tan habitual por la capital– por segunda vez en dos semanas. Si en La Abadía su figura está en el origen de «El cuerpo más bonito que se habrá encontrado en este lugar» –como confirmó Josep Maria Miró: «Lo escribí como sonámbulo a partir de la muerte de Benet i Jornet»–; aquí, surge por derecho propio y bajo la dirección de Pilar Valenciano: «Nunca conocí a Josep M. Benet i Jornet, a “Papitu”, y, sin embargo, lo recuerdo. Lo recuerdo en el sentido original de la palabra recordar, lo paso una y otra vez del corazón a la cabeza, de la cabeza al corazón. Recordar, un verbo primordial para quienes nos dedicamos al teatro. Memorizar... y el miedo a quedarse en blanco».

El dramaturgo se quedó sin memoria por culpa del Alzheimer. «La vida, a menudo, tiene un pésimo gusto a la hora de gastar bromas y se regodea en el sarcasmo, y con Benet se pasó tres pueblos», lamenta una directora que señala hacia uno de los personajes de Salamandra, donde el Señor, dice: «El mundo de donde vengo, la música que tienen los nombres de las cosas en el mundo de donde vengo, desaparecerá. Su mundo (...) no sé cuál será, pero tendrán uno y, cualquiera que sea, no debe desaparecer. Que esto no ocurra. Que su mundo no desaparezca».

Valenciano toma la palabra de nuevo para contestar a ese Señor y afirmar que «Benet supo que no somos nada sin memoria, que todo cambia y que es importante aprender de las lecciones del pasado, es fundamental el legado».

Y ese espíritu es el que trata de transmitir con este Perro cuya sinopsis reza así: un hombre entra en un burdel buscando un nexo con su pasado, pero encuentra una realidad más sórdida... y quizá también lo que andaba buscando, mezclado con los restos del naufragio, encarnado en el cuerpo y la presencia de una prostituta. Pero alguien mira. Alguien que maneja los hilos: El perro del teniente.

Se refleja así el prostíbulo como ese lugar «en el que se compran cuerpos, donde se venden almas, donde miradas cómplices asisten impasibles al espectáculo de la transacción de placer a cambio de dinero», presentan. Un lugar en el que encuentran similitudes a un teatro. Personajes sin nombre (1,2, 3 y 4, se llaman las pieles de Fernando Delgado-Hierro, María Ramos, Beatriz Argüello y Roberto Enríquez, respectivamente) que son unos «cualquiera» en cualquier lugar del mundo. Una historia que se repite día tras día en innumerables rincones del planeta, con un denominador común: «La miseria que obliga a una parte a ser protagonista y el abuso de poder económico, militar y de estatus que hace protagonistas a otros». Un lugar parecido a «una perrera», dicen. Un espacio de encierro, de violencia, de sometimiento, donde se da rienda suelta a los instintos como si de animales se tratase, como perros que pugnan por la supervivencia sin amo, sin mano que les dé de comer, sin correa que los ate. Perros que odian su condición servil dispuestos a cualquier cosa para extirpar ese estigma de su carácter. Un lugar parecido al mundo. Un mundo que reivindique la dignidad, la humanidad, que rechace la violencia y el abuso de poder y que otorgue al ser humano la divina providencia de inventar y contar historias para ser mejores. Una patera en la que aventurarnos al mar de la narración para sobrevivir y salvaguardar nuestra memoria.

«Dicen que el buen teatro es el que lanza la pregunta y creo que esta pieza es eso, buen teatro, porque lanza la pregunta y deja al espectador en el desasosiego para que cada uno pueda contestar esa incertidumbre», concluía en la presentación Luis Luque, responsable de la Nave 10 de Matadero.

  • Dónde: Sala Max Aub, Matadero. Madrid. Cuándo: hasta el 10 de marzo. Cuánto: 20 euros.