«Todas hieren y una mata»: Descacharrante regreso al Barroco
Autor: Álvaro Tato. Director: Yayo Cáceres. Intérpretes: Alba Banegas, Antonio Hernández, Diego Morales, Sol López y Carlos Lorenzo. Teatro Fernán Gómez, Madrid. Hasta el 24 de febrero.
Fuera de su actividad en la aplaudida compañía Ron Lalá, el dramaturgo Álvaro Tato y el director Yayo Cáceres se han sacado de la manga esta curiosísima función que no cabe entender sino como un manifiesto homenaje al Siglo de Oro y a un modelo de teatro, el que se desarrolló en aquel periodo, que hoy sigue asombrando por la precisión de su estructura dramatúrgica y por las elevadas cotas de lirismo que lograba alcanzar. Siguiendo el paradigma que Lope de Vega defendía en «El arte nuevo de hacer comedias», Tato acomete con admirable brillantez el reto formal de escribir una comedia de capa y espada, en pleno siglo XXI, plegándose casi a pie juntillas a las estrofas clásicas, de acuerdo a los usos que proponía el Fénix para cada una de ellas: «...Las décimas son buenas para quejas; / el soneto está bien en los que aguardan; / las relaciones piden los romances, / aunque en octavas lucen por extremo; / son los tercetos para cosas graves, / y para las de amor, las redondillas...». Pero, además, el autor se permite algunas «innovaciones» que funcionan, sobre el escenario, con un vigor poético extraordinario, como es el caso de la décima que don Daniel y el Corregidor, dos de los protagonistas, recitan, en sendos apartes, prestando alternativamente su voz a los versos para dar cuenta de su distinta manera de amar a Aurora –la dama protagonista– en virtud de la edad que cada uno tiene y del distinto momento vital que atraviesan. Pero también hay «innovaciones», como es lógico, en el fondo argumental y en el sentido profundo de la obra. En cuanto a la trama, la comedia de capa y espada va enfundándose, a medida que avanza en la eficaz y desnuda puesta en escena que ha planteado Cáceres, en los modernos ropajes de la ciencia-ficción, de tal modo que los personajes acabarán viajando en el tiempo como si tal cosa, desde el siglo XVII a nuestros días y viceversa. Es aquí cuando se pone en contraste el Barroco con el presente, dando lugar a una certera y simpática crítica de ambas sociedades en algunos pasajes que, nuevamente, alcanzan un extraordinario valor poético. Finalmente, hay también en el desenlace una importante variación con respecto a las comedias clásicas, en cuanto que la dama protagonista, en un desafiante alarde de modernidad, terminará por desembarazarse de dos pretendientes que, cada uno a su modo, están en verdad atentando contra su libre albedrío. Todo este entramado cómico, en el que hay, como digo, un patente homenaje a unas formas de otro tiempo, pero también un intento de refundirlas en un lenguaje teatral contemporáneo, se disfruta desde el patio de butacas, de principio a fin, con una abierta sonrisa que se debe, en buena medida, al trabajo de un elenco muy consistente en el que la veteranía y la juventud han sabido estrecharse la mano con elegancia.