"The last dance"

El último "tropiezo" de Mastropiero con Les Luthiers

Antes de despedirse para siempre, visitan España con un nuevo montaje que aspira a convertirse en el "final de la fiesta" y no en un "duelo triste"

De izquierda a derecha, Jorge Maronna, Carlos López Puccio, Daniel Rabinovich y Carlos Núñez Cortés durante una actuación
De izquierda a derecha, Jorge Maronna, Carlos López Puccio, Daniel Rabinovich y Carlos Núñez Cortés durante una actuación La Razón

Nada es eterno. Tampoco ellos, Les Luthiers. Se llegó a especular, a soñar, hace algún tiempo –según se iban yendo algunos de los fundadores– con que se convirtieran en una marca con vida propia. Trascender más allá de las personas y los personajes, y pasar su legado de generación en generación. Que vinieran unos y otros y cogieran el testigo de los originales. Les Luthiers de por vida, muy cerquita de la inmortalidad. Pero no. Les Luthiers son ellos: Jorge Maronna, Daniel Rabinovich, Marcos Mundstock y Gerardo Masana, los padres fundadores en 1967. También Carlos Núñez Cortés, Carlos López Puccio, Ernesto Acher y Roberto Antier; y Martín O’Connor y Tomás Mayer Wolf. Siempre con el apadrinamiento de alguno de los primeros. Se fueron Masana, Rabinovich y Mundstock, y el fenómeno siguió en boga. Sus chistes, sus «sketches», sus instrumentos, sus coletillas, sus todo seguían ahí. Sirva como ejemplo el imán llamado Abdul que se presentó ante Mastropiero y le dijo: «Maestro, hoy seré su anfitrión, porque a mi jefe el jeque lo aqueja la jaqueca. El imán Abul poseía una personalidad magnética, como todos los imanes (...)».

Sin embargo, lo dicho: todo llega a su fin. Los artistas argentinos (Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades 2017) presentaban ayer su adiós definitivo de los escenarios españoles. Más tropiezos de Mastropiero será lo último de estos genios que tendremos por nuestra tierra; 32 funciones (Madrid, Sevilla, Nerja, Barcelona y Sant Feliu de Guíxols) que presentaron bajo los dorados y los frescos del Salón Simón Bolívar de la Casa de América, en Cibeles. «The last dance» de Les Luthiers, los creadores de «un mundo mítico con fuertes contactos con la realidad, un mundo paródico que sería imposible sin la cultura. Hemos jugado toda la vida con la parodia de la cultura y los ritos que envuelven a esta y que incluso la superan», comentaba López Puccio durante la rueda de Prensa sobre un montaje que ya ha pasado «con mucho éxito», advierten, por cuatro países. Incide el luthier en que es la última pieza «tanto por el sentido de que es reciente, como de que no hay más». «Y con modestia», continúa, «tal vez sea el mejor. Recomiendo verlo para tener opinión propia».

Vuelven, pues, los argentinos a España, aunque esta vez no lo hacen con esas antologías a las que nos acostumbraron en sus anteriores visitas; regresan con un espectáculo original «que ya no está escrito para los integrantes anteriores», confirman. «Tiene la particularidad, y ahí está parte del mérito, de haber sido escrito para ellos [los “nuevos”]. No hacen el papel de nadie, sino de sí mismos», expuso López Puccio. «Más tropiezos...» se ha estrenado para «explotar» las nuevas posibilidades que ofrecen los O’Connor y Mayer Wolf. «Y, para nuestra sorpresa, porque era el primero sin el concurso de nuestros compañeros históricos, ha ido muy bien. Tuvimos el temor de no poder escribir una función a la altura de los clásicos, pero nos cuidamos mucho de ello. No sé si fuimos buenos o tuvimos suerte, aunque ha tenido una bárbara repercusión en crítica y halagos», apuntan de este «elenco de 2019», como se hacen llamar «por cuestiones obvias» del momento en el que terminó de constituirse el reparto actual, ya sin esos «amigos, socios y hermanos de toda la vida».

¿Y ahora qué?, se pregunta Maronna sobre el legado de Les Luthiers en el tiempo: «El continuar es algo que hemos pensado, deseado e imaginado durante muchos años. Parecía que iba ser así, que había relevos y que tendríamos un público fiel. Pero, junto a Carlos López Puccio decidimos dar por terminado este hermoso proyecto que tanto éxito tuvo. Quién sabe si más adelante aparece alguna posibilidad de continuación, pero a partir del año próximo estaremos en redes, vídeos, discos... y no en persona». «Esta retirada es una especie de declaración preventiva –ríe López Puccio–. No nos sentimos incapacitados, pero sí preferimos dejarlo ahora que nos sentimos muy vivos».

Dice Antier que les han preguntado muchas veces qué harán esa primera mañana sin tener el compromiso del grupo y lo excusa con que «quienes han tomado la decisión llevan acumulado el cansancio de muchos años y prefieren dedicarse a no viajar tanto». Y para él, en particular, es una imagen que está «demasiado a futuro»: «En algún lugar me entristece, así que prefiero ponerla en el cajón y disfrutar de este presente tan lindo. Hay que vivirlo». De la misma opinión es Maronna, quien reconoce que, «a lo mejor, el último día estaré tirado en el piso llorando», pero, hasta entonces, apuesta por disfrutar de la «linda temporada y del espectáculo»: «Hay más alegría que tristeza en el público, y eso nos estimula y divierte. Llegué a temer que cada función fuera un duelo y es más un final de fiesta. La decisión de cerrar no fue fácil. Me sentí abatido al día siguiente».

López Puccio, por su parte, reconoce que se marcha sin la sensación de que le quede ningún chiste por contar: «A esta esta edad es mejor disfrutar con el orgullo de los 55 años que hicimos que pensar en lo que faltó». Mientras, Maronna se envalentona y asegura que podrían continuar sin ninguna duda: «No se nos acabaron las ideas. Tenemos suficiente oficio y si nos juntáramos dentro de tres años tendríamos en mismo efecto». Aunque la «realidad biológica», señala Puccio, es la que los acompaña. «Esta función tardamos en construirla tres años y medio a la vez que hacíamos las antologías. Pero dijimos “basta de vivir del pasado”. O hacíamos algo nuevo o no hacíamos más, así que lo hicimos. Si iniciáramos una nueva tarea seríamos esperpentos seniles dentro de tres años, y no tenemos ganas de dar esa imagen por más que el espectáculo fuera lindo», bromea.

Les Luthiers afrontan así un nuevo y último concierto teatralizado con temáticas «de actualidad», defienden de esos «sketches» «de riesgo para gente de más de 70». La compañía recurre a los «tópicos de hoy» para continuar en la senda de siempre: «Nunca hemos sido ni pedagógicos ni ideológicos. Nuestro objetivo es divertir y divertirnos». El lenguaje inclusivo, los temas de género y la corrección política se abordan ahora con «una suavísima incorrección para reírse con el público como cómplice», zanja López Puccio.

  • Dónde: Gran Teatro CaixaBank, Madrid. Cuándo: hasta el 25 de junio. Cuánto: desde 50 euros.

La leyenda contada por Carlos Núñez Cortés

Les Luthiers suman unas 150 piezas en su haber, pero Carlos Núñez Cortés es un hombre de cifras redondas; no quiere aproximaciones. Cuando el grupo cumplió 50 años exactos (el 4 de septiembre de 2017) fue el momento que eligió para irse; y también 50 son los capítulos/obras que recoge en el libro que llega a España, Memorias de un luthier (Kultrum), y en el que hace un repaso a su trayectoria por los escenarios desde antes incluso de la formación del conjunto.

«Mis primeros recuerdos datan de 1963, durante el Festival de Coros Universitarios en Bahía Blanca», cuando solo era un joven estudiante de Química Biológica «con inquietudes artísticas», apunta. Allí conocería a los cuatro fundadores (Maronna, Rabinovich, Mundstock y Masana) y comenzarían unos años «de descubrimientos y de placeres», dice. Reuniones en las que se hacía música, ensayos, conciertos, viajes a festivales, amistades y, escribe, «escarceos amorosos con las sopranos y contraltos». Y en mitad de ese mejunje de experiencias empezaron el teatro de la música-humor, de «las travesuras», como las define Núñez Cortés.

«El Loco» –así le llamaban–, sin saberlo, tomó la máxima de Jean Cocteau: «Lo que todos te censuran cultívalo... porque eso eres tú». Así, se dio cuenta a principios de los 70 de que Les Luthiers era «un grupo sumamente peculiar»: «Fue indudable que se convertiría en algo trascendente», por lo que se puso a registrar cada paso que daban en «una especie de diario de ruta» donde anotaba «absolutamente todo». De la génesis de las obras al número de gente que los iba a ver. «7.500 presentaciones en casi 150 ciudades se fueron sumando para dar origen a una historia que es leyenda», asegura el autor.

«Después de medio siglo me he ganado un merecido descanso. Deberé aprender a vivir fuera de mi vitrina, perspectiva que me resulta inconcebible, pero a la que espero ir acostumbrándome. ¿Y qué me espera? Me dedicaré al “dolce far niente”, a realizar todas aquellas cosas que alguna vez pospuse por falta de tiempo: asaditos, viajes, conciertos, pájaros, caracoles...», afirmaba el ya ex luthier justo antes de dejar el grupo.

  • Memorias de un luthier (Kultrum), de Carlos Núñez Cortés, 406 páginas, 24 euros.