Teatro

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Un Mihura sin Mihura

Tamzin Townsend debuta en el CDN con «La comedia que nunca escribió Mihura», un texto de Carlos Contreras. Cuándo: desde hoy hasta el 25 de noviembre. Dónde: Teatro Valle-Inclán. Sala Francisco Nieva. Madrid. Cuánto: 20 euros. Tel. 91.505. 88.01.

De izda. a dcha., Manu Hernández, José Manjón, Gorka Martín y Sandra Arpa, en un ensayo de «La comedia que nunca escribió Mihura» Marta Vidanes
De izda. a dcha., Manu Hernández, José Manjón, Gorka Martín y Sandra Arpa, en un ensayo de «La comedia que nunca escribió Mihura» Marta Vidaneslarazon

Cuando Miguel Mihura murió en 1977, dejó de herencia una gran obra como comediógrafo cargada de un humor de evasión, algo surrealista e inquietante, y sin duda lleno de brillo e ingenio. «Tres sombreros de copa», «Ninette y un señor de Murcia», «Melocotón en almíbar», «Maribel y la extraña familia»... Pero, entre tantas líneas, una frase quedó incompleta, huérfana, errática en las biografías y los años. Era la idea de la que habría sido su siguiente comedia, que finalmente le dio pereza escribir: «El administrador de una finca tiene que echar a un inquilino por falta de pago». Ahí se quedó, hasta hoy mismo, el día en que el Centro Dramático Nacional estrena «La comedia que nunca escribió Mihura», un experimento teatral, dentro del ciclo «Escritos en la escena», en el que se ha encargado al joven autor Carlos Contreras trabajar a partir de esa frase y a la directora Tamzin Townsend montar la obra sobre la marcha, en un proceso paralelo a la escritura. Llevan ya seis semanas, desde octubre, «y muy tranquilamente», asegura la directora. ¿Será entonces una invención hipotética de lo que podría haber sido la última obra de Mihura? No van por ahí los tiros. «Al principio, dentro de "Escritos en la escena", nos tocó desarrollar esas frases que dejó. pero después, Ignacio García May, que es como el gran hermano del proyecto, y yo, vimos que no nos llevaba a ninguna parte. Hemos utilizado estas dos frases para crear una obra dentro de otra. Se habla de la pieza de Mihura, pero no es la que nosotros hacemos».

Amor setentero

Así, Contreras, apoyado por Townsend y García May, han viajado a 1973: «Nuestra obra es un triángulo de amor entre una chica que canta en San Juan de Luz, que es donde Mihura se fue a escribir, un escritor que quiere ir a esa misma localidad para escribir, y un productor que está quemado, crispado, harto de todo, y quiere encontrar a una actriz». Y matiza la directora, que venía directa de montar un drama tan duro como «Babel»: «Es una historia de amor, y como yo tenía muchas ganas de pasarlo bien, he incluido muchas canciones de los años 70, mucho baile y color, y muchas chica ye-ye».

Bien, pero, entonces, ¿qué pinta Mihura en todo esto? Paciencia, que sí que pinta: «El autor está tratando de escribir una obra sobre un casero con dos inquilinos que son músicos y que no pagan, y ésa es la obra que empezó Mihura. Lo que pasa es que no le sale, y va cambiando la historia según lo que habla con cada persona». Será, subraya, «comedia, comedia, comedia». Además, Mihura no deja de estar presente: el escritor de la historia viaja hasta la localidad del sur de Francia para inspirarse en el comediógrafo madrileño, tiene una foto suya en el escritorio y se pregunta sin cesar por qué al autor de «La bella Dorotea» le iba bien refugiarse en aquel pueblecito para inspirarse y a él en cambio no le funciona. «Hay mil referencias», cuenta Townsend. «Él quiere ser Mihura». La directora, que está acostumbrada a la escritura sobre la marcha con el grupo teatral que dirige en el Museo del Ferrocarril, explica que está siendo una experiencia relajada y feliz: «Es un proyecto muy bonito, pero después de lo que sufrí con "Babel", estoy en la gloria. No me resulta muy complicado», asegura. Además, dice, se lo pone fácil un reparto con talento formado por Sandra Arpa, Manu Hernández, José Manjón y Gorka Martín.

Sobre Contreras, Townsend explica que «es un escritor muy joven, no es nada rígido. Creo que ha aprendido muchísimo.Una cosa es escribir y otra que te monten una obra: para estrenarla, ha de ser teatral, tener punch. Para él, ésta es una experiencia buenísima. El proyecto, de hecho, está enfocado a los escritores, para que se luzcan, para que mejoren y en el futuro escriban más cosas», asegura la directora.

El drama de los desahucios

A menudo parece que la vida llamara a la puerta de la ficción. Cuando comenzaron en el proyecto, la crisis era cosa archisabida, pero la controversia de los últimos días sobre los desahucios no se había desatado aún: «Habríamos hecho más referencias a ellos, pero como la obra está ambientada en 1973 y tiene un look tan setentero, con la música ye-ye y los tejanos de campana, no pudimos -explica la directora-. Hay un momento en que la chica dice de la obra: ¡qué moderna! Pero claro, es algo terrorífico». Y añade Townsend: «La verdad ha cambiado las cosas».

Para la directora anglo-española, el montaje supone su debut en el CDN, después de darse a conocer en el teatro privado con montajes como «Paraules encadenades», de Jordi Galcerán, «El método Grönholm», otro texto del mismo autor que le abrió casi todas las puertas, pero aún no las del sector público, «Seis clases de baile en seis semanas» o «Un dios salvaje». Y por fin, Ernesto Caballero cursó una invitación que tardaba. «Lo bueno de este proyecto es que puede ir en la dirección que quiera: en el CDN no te dicen nada, ni en qué sentido debes avanzar, estás absolutamente libre», explica la directora, que asegura estar «feliz, después de tantos años, como puedes imaginar, y con esta cosa de que soy tan comercial, que es tremendo».

UN GENIO DE LA COMEDIA

Madrileño, hipocondríaco, proverbialmente misógino y melancólico, Miguel Mihura (1905-1977) despachó todo su humor en sus textos, pero no tanto en su vida personal. Aunque ahí quedan sus éxitos, como «Tres sombreros de copa», que durmió en un cajón veinte años hasta que Gustavo Pérez Puig la estrenó en 1952; o «Ni pobre ni rico sino todo lo contrario» y «El caso de la mujer asesinadita», ambas estrenadas por Luis Escobar... Sus títulos se han repetido sin cesar: «A media luz los tres», «Ninette y un señor de Murcia» y su continuación, «Ninette, modas de París», «Maribel y la extraña familia» y «Melocotón en Almíbar», por citar algunas.