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«Ushuaia»: fantasmas confesables

Alberto Conejero estrena en la Principal del Teatro Español su nueva pieza, un «thriller» de suspense en el que un hombre, interpretado por José Coronado, se aislará en la Patagonia para luchar contra las culpas que arrastra desde hace años
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Alberto Conejero estrena en la Principal del Teatro Español su nueva pieza, un «thriller» de suspense en el que un hombre, interpretado por José Coronado, se aislará en la Patagonia para luchar contra las culpas que arrastra desde hace años
La charla con Conejero comienza con una declaración de intenciones del autor: «Me gustaría que el espectador fuera con las maletas muy ligeras. Sin saber prácticamente qué se va a encontrar». A partir de ahí, se complica el trabajo. Contar sin contar. Entonces, ¿qué es «Ushuaia»? «Una búsqueda sobre la necesidad que tenemos de ser auténticos y de cómo sólo podemos perdonarnos ante los ojos de otros». Y remite a dos citas para contextualizar el todo. La primera, de María Zambrano: «Lo grave es ser un extraño para sí mismo (...) ¿No estaremos necesitando de una verdadera e implacable confesión?»; y, la segunda, de Tennessee Williams: «Nadie es realmente libre hasta que confiesa la verdad sobre la vida de uno mismo y la vida que nos ha tocado».
Suficiente para hacerse una idea de que la pieza que estrena en el Español va a tener mucho de secretismo y de misterio. Suposición que Conejero refuerza cuando habla de «Ushuaia» –con dirección de Julián Fuentes Reta– como «un ‘‘thriller’’ de suspense». En el centro de la trama sale un nombre: Mateo (José Coronado). Un hombre que huye hasta el final del mundo –Ushuaia, la ciudad más austral de la Patagonia, pegada al Cabo de Hornos– para tratar de apaciguar los fantasmas que le acompañan. Rodeado de nada más que naturaleza ha construido su propio refugio de palabras y ficciones. Aunque el intento de exorcizar esos monstruos vague sin éxito. A su vez, el viejo está perdiendo la vista progresivamente. Entre las pistas que surgen a cuentagotas, se asoma el origen de Mateo y la época: Alemán; años 80. Y más: «Lleva cuatro décadas huyendo de sí mismo y de los suyos». Por lo que si las Matemáticas y la Geografía no fallan, sólo hay un pasado a mediados de los 40 que haga a un hombre esconderse en la otra punta del mundo. Solo y recluido en el bosque.
Importante será la pérdida de visión del protagonista. Su creciente dependencia le llevará a pedir ayuda a través de un anuncio que le llevará a Nina (Ángela Villar) hasta la puerta de casa. Otra mujer con un saco de misterio en la mochila. «Aquí se desencadenará todo», confiesan.
–Entonces, ¿fue nazi?
–No es una obra que aborde directamente este tema, no es el tema central –responde el autor–.
–¿Pero estuvo en la II Guerra Mundial?
–Estuvo.
–¿Dónde?
–En Salónica.
–Se puede decir que muchos de los fantasmas que tiene vienen de algo que ocurrió en la ocupación de Salónica. En su última noche allí –completa Coronado–.
Esos dos seres, que sólo habitan en la cabeza de Mateo, son Matthäus (Daniel Jumillas) y Rosa (Olivia Delcán), una chica judía. Serán los que utiliza Alberto Conejero para su «juego de identidades», como lo llama: «Los de Nina son los ojos de espectador dentro de Ushuaia. La seguimos hasta la casa de Mateo y creemos saber quienes son todos, pero realmente no es así. Esos dos personajes de la imaginación del protagonista son un hombre y una mujer fundamentales en su vida porque representan una historia de amor imposible», explica el dramaturgo entre titubeos y «estoy intentando decir lo mínimo».
- Ansia de redención
Tras los secretos, las confesiones a las que aludían Zambrano y Williams: Nina tendrá mucha culpa en ello. Las figuras de su cabeza no dejan de ser culpas que le acompañan desde hace casi medio siglo –«a nivel universal por la vergüenza de lo que hizo y país y personalmente por algo inconfesable, por el momento», puntualiza Coronado– y en todo este tiempo no han conseguido apaciguar su ansia de redención. «Por eso hay algo de necesidad en Mateo de que exista y llegue Nina a la puerta de su casa –habla Conejero–. Es la necesidad de abrirse delante de alguien para decir quien fue, quien es y cual es su verdadera identidad».
«Ushuaia» se centra en el autodestierro de Mateo, pero autor e intérprete levanta la voz para decir que lo que allí se muestra no son sólo los fantasmas de un hombre en plena huida, sino los de todo: «Todos los tenemos. Se cuenta lo peligroso que son los recuerdos sin solucionar que hay pendientes. Todos somos nietos de un horror que ahora nos parece de otro mundo, pero del que sin embargo no estamos tan lejos».

«Stop»: totalitarismos

El ansia investigador de Conejero le llevó a Grecia hace años. Allí descubrió el genocidio que la ciudad de Salónica sufrió durante la ocupación nazi. «Terrible», comenta. Miles de personas fueron conducidas al centro de Europa para su exterminio, otras fueron salvadas «in extremis» por embajadores y cónsules. Los españoles entre ellos con la concesión de la identidad española con aquellos que tenían algún tipo de resquicio sanguíneo con el que justificar la repatriación. De todas esas historias se empapó Conejero como punto de partida para levantar «Ushuaia». Un montaje que se suma en el tiempo a la representación de otros como «Último tren a Treblinka» (Cuarta Pared), «Himmelweg» (Fernán Gómez) y «El cartógrafo» (Matadero) –de Juan Mayorga las dos últimas– porque «la cercanía de estar tocando fantasmas como los de entonces obliga al teatro a detenerse en ellos para removerlos. No es casualidad que nos ocupemos de los totalitarismos», confiesa.
- Dónde: Teatro Español(Sala Principal). Madrid.
- Cuándo: del 16 de marzo al 16 de abril.
- Cuánto: de 5 a 22 euros.