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Y Calderón se hizo mujer

La Compañía Nacional de Teatro Clásico pone por primera vez en escena «La hija del aire» en una versión muy feminista dirigida por Mario Gas y que protagoniza Marta Poveda

«La hija del aire» plantea una reflexión sobre el poder y sus consecuencias, así como sobre el deseo, la lealtad y el feminismo
«La hija del aire» plantea una reflexión sobre el poder y sus consecuencias, así como sobre el deseo, la lealtad y el feminismolarazon

La Compañía Nacional de Teatro Clásico pone por primera vez en escena «La hija del aire» en una versión muy feminista dirigida por Mario Gas y que protagoniza Marta Poveda.

Drama filosófico y simbólico para algunos y tragedia de naturaleza mitológica para otros, «La hija del aire» es hoy, para todos, una de las obras capitales de quien es, a su vez, uno de los autores teatrales más importantes de todos los tiempos: Calderón de la Barca. No obstante, esta será la primera vez que la ponga en pie la Compañía Nacional de Teatro Clásico en sus más de 30 años de existencia. Mario Gas es el encargado de dirigir el montaje de un texto tan complejo como extenso –consta de dos partes que suman más de 6.200 versos en la edición clásica de Domingo García Morrás– que el dramaturgo madrileño estrenó en 1653 en presencia de los reyes Felipe IV y Mariana de Austria.

Calderón recuperó, a su manera, la leyenda de Semíramis, la reina de Asiria, en torno al siglo IX a. de C., a la que se le atribuye la construcción de la ciudad de Babilonia, aunque esta posibilidad, como muchos otros acontecimientos relacionados con el personaje, sean desestimados hoy por la comunidad académica. Ciertamente, el mito de Semíramis se ha ido modificando y reelaborando a lo largo de la historia hasta tal punto que, en torno a él, se han escrito cosas de índole muy diversa y a veces contradictorias. También la obra teatral incurre en algunas paradojas argumentales que han movido a algunos estudiosos –sin demasiado respaldo hoy– a cuestionar que Calderón fuese el autor de las dos partes. En cualquier caso, el texto en su conjunto es admirado unánimemente por la hermosa y profunda reflexión que subyace en él en torno, según Mario Gas, «a los abismos profundos del poder y a sus consecuencias vitales». Pero, circundando este asunto tan medular en la trama, hay otros que, para el escritor Benjamín Prado, autor de la versión, resultan asimismo relevantes: «“La hija del aire” habla, por supuesto, sobre el poder, pero también sobre el deseo, la lealtad, las tentaciones, los celos... Además, es muy feminista. Lo tiene prácticamente todo. Creo que, después de “La vida es sueño”, es la mejor obra de Calderón».

Por el hecho de ser mujer

La actriz Marta Poveda, que da vida en la función a Semíramis, también comparte esa lectura feminista que ofrece el texto: «Mi personaje es cuestionado por los demás muchas veces solo por su condición de mujer. Hasta tal punto es así que se tiene que hacer pasar por un hombre para poder seguir gobernando. Cuando tratan de obligarla a que ceda el poder a su hijo, ella se rebela. No entiende que tenga que hacerlo por el hecho de ser mujer; considera que ella es quien ha estado gobernando hasta ahora y quiere seguir haciéndolo».

La historia de Semíramis es trágica en sus mismos orígenes, pues nace fruto de la violación sufrida por su madre, una ninfa consagrada a Diana que muere al dar a luz después de haber matado a su agresor. Temiendo que Diana quiera hacer daño a la niña, Venus ordena a Tiresias, un viejo sacerdote, que la encierre en una gruta fuera de todo contacto con los seres humanos. Semínaris conocerá entonces su funesto destino, que es el de ser «horror del mundo» y causar «tragedias, muertes, insultos, / ira, llanto y confusión». Cuando el rey Nino conquista la provincia en la que se encuentra la gruta, y su valido Menón descubre a la protagonista allí encerrada, la destrucción acompañará sin remedio la incorporación al mundo de Semíramis, que acabará casada con el rey y que, una vez muerto este, ya en la segunda parte, llegará a recluir a su propio hijo, Ninias, y a usurpar su personalidad para seguir ocupando el trono.

Sobre este rocambolesco e intrincado argumento ha trabajado con ahínco Benjamín Prado para que el espectador pueda hoy «entenderlo con claridad». «A la hora de hacer una versión sobre una obra como ésta, lo primero que tiene que hacer uno es olvidarse un poco de sí mismo y de Calderón, y pensar solo en el público –explica el escritor madrileño–. Mi trabajo ha consistido en hacer que ese público pueda entender la historia y la disfrute. Obviamente, he tenido que aligerar el texto de todo aquello que es circunstancial y que, en cierto modo, obedecía a gustos y concesiones de la época en la que fue escrito. También he intentado dar más coherencia a la secuencia de los acontecimientos, para que se perciban con mayor verosimilitud. Pero la historia es exactamente la que cuenta Calderón».

Una historia en la que hay una fuerte tensión entre el determinismo y el libre albedrío que se expresa en la poesía del autor barroco con una hondura inigualable. Así lo entiende también Mata Poveda: «Dentro de los héroes calderonianos, Semíramis es uno de los fundamentales. Tiene muchas similitudes con el Segismundo (protagonista de “La vida es sueño”). Ambos están marcados por una profecía y ambos tratan de rebelarse contra ella. Semíramis es una mujer traumatizada, que ha pasado su vida en una cueva. Cuando entra en contacto la gente, se da cuenta de que todos los hombres se obsesionan con ella y de que está en condiciones de gobernar el mundo. Trata de eludir los augurios e intenta forjar su propio destino». En ese desesperado intento por zafarse de los hados, Poveda estará acompañada en el escenario, entre otros, por Germán Torres, Agus Ruiz, Marta Betriu, José Luis Torrijo y Lander Iglesias, que dan vida a algunos de los personajes principales de la tragedia.