Historia

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Teruel, la batalla por la que Hemingway cobraba 500 dólares por crónica

Miles de bajas y un frío que los soldados recordarían durante años. Este choque fue uno de los más duros de la Guerra Civil y el que abrió el camino de la victoria para las tropas de Franco

Las ropas no protegían a las tropas reunidas en Teruel de las bajas temperaturas que se dieron en esas fechas
Las ropas no protegían a las tropas reunidas en Teruel de las bajas temperaturas que se dieron en esas fechaslarazon

Miles de bajas y un frío que los soldados recordarían durante años. Este choque fue uno de los más duros de la Guerra Civil y el que abrió el camino de la victoria para las tropas de Franco.

«Empezamos a perder la guerra en el Norte...», decía el coronel Ciutat, uno de los jefes republicanos allí, y hubiera podido continuar: «y la perdimos del todo en Teruel». La victoria de Franco en el Norte privó a la República de los importantes recursos de la zona, de no menos de 150.000 soldados y de sus equipos militares, con la ventaja añadida de que todo ello quedó a su disposición y que los 150 batallones (cien mil hombres) utilizados en el Norte podía emplearlos en otros frentes. Y el objetivo elegido fue Guadalajara. Se cree que los agentes anarquistas de Cipriano Mera, jefe del IV Cuerpo de Ejército republicano que defendía aquel frente, le informaron de fuertes concentraciones enemigas en la línea de Soria-Calatayud-Zaragoza cuyo propósito solo podía ser uno: cortar las comunicaciones de Madrid con Cataluña y Valencia. A la sazón, Vicente Rojo, jefe del Estado Mayor republicano, planificaba una ofensiva en el inactivo frente de Extremadura para alcanzar la frontera portuguesa cortando en dos la zona sublevada, pero su ministro de Defensa, Prieto, y su jefe de Gobierno, Negrín, juzgaron que la operación era demasiado compleja y arriesgada, pues si se les adelantaba Franco, el centro republicano se hallaría desguarnecido.

Como alternativa, Rojo presentó la ofensiva contra Teruel, sencilla, propagandísticamente muy rentable y que cogería a contrapié a Franco. Teruel, apenas 16.000 habitantes y con una guarnición que no llegaba a 4.000 soldados, mandados por el coronel Domingo Rey d’Arcourt, era un saliente dentro del territorio republicano que llevaba inactivo toda la guerra porque ni la economía ni las comunicaciones parecían ofrecerle nada a nadie, salvo para Hemingway que visitó la zona en septiembre de 1937 y estimó que su posición parecía propicia para un ataque franquista hacia el Mediterráneo.

El ataque republicano, mandado por Hernández Saravia (cien mil hombres, 400 cañones, cien carros de combate y 120 aviones), comenzó en la madrugada del 15 de diciembre de 1937. Los soldados republicanos avanzaron sobre la nieve a -2º, alcanzando sus primeros objetivos sin disparar un tiro y el 16 rodearon la ciudad sobre la que se había replegado Rey d’Arcourt. Los atacantes, veinte veces superiores, doblegaron la resistencia en la periferia y penetraron en la ciudad, tomando la Plaza del Torico el día 22. El corresponsal Herbert Matthews describió en «The New York Times» el dantesco asalto: «Se distinguía a los dinamiteros corriendo por las primeras calles y los fogonazos de sus granadas al estallar dentro de las casas. Había (...) llegado uno de esos momentos dramáticos de la historia y del periodismo». Pero los defensores plantearon una defensa casa por casa hasta verse reducidos a los edificios más sólidos: convento de Santa Clara, Banco de España, Seminario, Gobierno Civil, Diputación...

Planes frustrados

El mando nacional, establecido en Burgos, intuyó que el propósito republicano era tomar la iniciativa y frustrar sus planes, pero Franco sopesaba el valor propagandístico de la toma de una capital de provincia por la República. Remachando la idea el ministro de Densa, Prieto, comunicaba satisfecho a la prensa: «Ya soy ministro de Defensa y Ataque». Berlín y Roma presionaban a Franco para que olvidara de Teruel . El 20 de diciembre Galeazzo Ciano, ministro italiano de Exteriores, anotaba en sus diarios: «A Franco le falta el concepto estratégico de la guerra. Conduce las operaciones como un magnífico comandante de batallón: su objetivo es siempre el terreno...». Pese a tales objeciones, cuando Franco vio que la ciudad estaba perdida, ordenó al general Dávila (cien mil hombres, 140 aviones, 500 cañones) que rechazara la ofensiva republicana.

El contraataque comenzó el 29 de diciembre y el 31 alcanzaron la periferia. La embestida parecía imparable y Andrés Nieto, jefe republicano de la plaza, replegó a sus hombres. Franco comunicó que la ciudad había sido liberada, mientras el ministro Prieto clamaba indignado: «Apenas se ha combatido. Es de temer que (...) no haya esperanza de reaccionar tras la ola de pánico que ha envuelto a las tropas». El general brigadista Walter comentó: «Un día difícil, lleno de pánico, en que las fuerzas republicanas han huido del frente y abandonado Teruel. Se ha debido, sobre todo, al pánico sembrado por los agentes fascistas». Sin embargo, ni los libertadores entraron en la ciudad ni salieron los sitiados de reductos. «Por varias horas, Teruel no fue de nadie», según el republicano Julián Zugazagoitia, debido a que durante el fin de año la temperatura descendió hasta -7º y, en los días siguientes, a -15º. Los republicanos se retiraron temiendo quedar aislados por el temporal y rodeados por el enemigo. Los atacantes, sin reservas y con sus transportes paralizados por el frío, se detuvieron; los asediados, mermados en número y energía, esperaron el socorro, que veían a 500 metros. Teruel fue recuperado por la República, los «nacionales» no pudieron avanzar y Rey d’Arcourt, reducido al seminario, con centenares de hombres helados, hambrientos, sin munición y civiles refugiados en sótanos infectos, capituló el 8 de enero. En las jornadas posteriores llegaría la reacción de Dávila, que, tras un largo forcejeo en las riberas del Alfambra, rechazó a las tropas de Hernández Saravia, obligándolas a replegarse agotadas el 22 de febrero, fecha de la recuperación de Teruel.

La batalla de Teruel con su ampliación a la del Alfambra se prolongó 67 días con insatisfactorios resultados para todos. Franco recuperó el terreno perdido, pero la propaganda internacional le fue muy negativa y tuvo que soportar reproches de alemanes e italianos. Por su lado, Madrid había vuelto a salvarse y la prensa internacional le dio aire. Las pérdidas humanas fueron parecidas (20.000 muertos, 25.000 heridos y 14.000 prisioneros, por parte republicana; 14.000 muertos, 33.000 heridos, 3.500 prisioneros en el lado franquista). 15.000 soldados, e16% de las bajas se debieron al frío.

No fue un empate. La República tardaría seis meses en recuperarse; Franco, 15 días: aunque irritados, Hitler y Mussolini incrementaron sus suministros y el 7 de marzo, a partir de las posiciones de Teruel, rompió las defensas republicanas en Belchite, tomó Alcañiz, Caspe, desbordó Gandesa y avanzó por el Maestrazgo... El 15 de abril la 4ª de Navarra tomó Vinaroz, en el Mediterráneo. La República, partida en dos, quedó en situación crítica pero prolongó la guerra en la esperanza de que el intuido conflicto europeo implicara a España... Negrín alimentaría tal posibilidad con su consigna preferida: «¡Resistir es vencer!».