The National demuestra su rockera madurez
Masivo concierto en el Primavera Sound del quinteto norteamericano, que presentó lo mejor de su repertorio
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Masivo concierto en el Primavera Sound del quinteto norteamericano, que presentó lo mejor de su repertorio.
The National eran los grandes cabezas de cartel de ayer, y vaya si se tiraron de cabeza, se lo comieron enterito, en uno de los grandes momentos del día. Los estadounidenses volvieron a demostrar que son los reyes del alarido tras la calma, con canciones tan redondas como «Bloodbuzz Ohio» o «Born to beg». Su rock de tintes dramáticos ha alcanzado nuevas cotas en su último álbum, como demostraron desde el principio con la nocturna y espectral «Nobody else Will be there». Con «The system Only dreams in total darkness», la voz de Matt Berniger sonó a un mismo tiempo cavernosa y lírica, una de esas voces que mejoran todo lo que digan, y así continuó durante poco más de una hora. Demasiado corto.
La tarde del viernes comenzó con un peso, una melancolía que el indie rock de Waxaharchee le sentaba de fábula. Estas chicas en realidad reducen el power pop a un suspiro y el efecto reconforta. Muy cerquita, Marion Harper se volvía melodramática, como esas actrices que se ponen la mano en la frente y sollozan, «por favor, me matas». Su pop afectado no consiguió mucho público, aunque éste todavía estaba un poco perezoso y despistado.
Y todo por culpa de una intensa madrugada del jueves que comenzó en las alturas con Nick Cave and the Bad Seeds, concierto que acabó con público en el escenario y una expiación de la culpa colectiva. Su rock tormentoso de espíritu bluesero arrancó con tanta furia que el público sufrió un auténtico sobresalto después de las atmósferas templadas de Björk. Canciones como «Do You love me» o «The weeping song» congelaban la sangre con un Warren Ellis haciendo auténticas diabluras con su violín eléctrico.
Una guitarra para él
«Que alguien le de una guitarra, que se le ha olvidado», decían desde el público por el estruendo que sacaba de un instrumento tan pequeño. Hasta Slayer podría tocar con ukeleles si tuviesen a Ellis en sus filas. Mientras tanto, Cave se sacudía los demonios de encima con convulsiones que parecían multiplicarle por dos. Inolvidable.
La noche no podía ir cuesta abajo a partir de allí, pero aún hubo tiempo de disfrutar el pop electrónico para estadios que nos preparó a lo asistentes Chvrches, siempre efectivos o del hip hop más mesmerizante de Vince Staples, cuyas rimas son como movimientos de ajedrez que siempre te dejan contra las cuerdas, en jaque mate, y sólo te queda rendirte y aplaudir.
La tarde del viernes continuó con un poquito de world music, con la malinés Oumou Sangaré, cuyo ritmo de bajo te hacía creerte un león en la estepa con ganas de sangre. Y desde Italia, llegó Cesare Basile con una propuesta post rock excéntrica y muy personal.