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Ruina, creatividad y trascendencia: la ambición desmedida de C. Tangana convertida en documental

El documental dirigido por Santos Bacana, Cris Trenas y Rogelio González, presentado fuera de concurso en el certamen donostiarra, desnuda parcialmente la vulnerabilidad del artista madrileño y muestra las problemáticas bambalinas de la gira mastodóntica de "Sin cantar ni afinar"
Participación de C. Tangana en el 71 Festival de Cine de San Sebastián
Participación de C. Tangana en el 71 Festival de Cine de San SebastiánJavier EtxezarretaEFE
  • Periodista. Amante de muchas cosas. Experta oficial de ninguna. Admiradora tardía de Kiarostami y Rohmer. Hablo alto, llego tarde y escribo en La Razón

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El veneno que recorre los mapas arteriales de la pulsión de Pucho, de C. Tangana o de Antón Álvarez, que son, al cabo, la misma persona desdoblada en diferentes figuras fraccionadas por la intervención pretendida del ego, es un veneno denso, torrencial, imprevisible, cruel y violento, pero profundamente estratégico, capaz de dosificarse creativamente con el suficiente virtuosismo como para consolidar la figura del artista como uno de los más reconocidos e influyentes de los últimos tiempos.
«La gente ya está un poco hartita de eso, del C. Tangana marketiniano ¿no? Además eso es algo que me ha desprestigiado como artista porque yo soy uno de los mejores que ha tenido esta generación y el discurso siempre es el de “sí es muy inteligente, sabe muy bien lo que quiere” pero la realidad es que yo escribo unos barrotes (o versos propuestos con excesiva fuerza) y se me ocurren unas ideas de producción increíbles y soy un puto artista como la copa de un pino», comparte con una seguridad que se percibe impostada en un momento inicial del documental «Esta ambición desmedida», presentado hoy fuera de competición en el marco del Festival de San Sebastián y acompañado de un título que no solo alude a la canción compuesta por Tangana junto al Niño de Elche, sino que define de manera certera la magnitud excesiva de las pretensiones depositadas en un proyecto más grande que su deseo.
En el transcurso de las poco más de dos horas que dura este diletante retrato homérico de los pormenores logísticos, económicos pero también humanos que acompañaron durante más de cuatro años al artista también asistimos a la desnudez parcial de alguien a quien todavía le sigue provocando pánico pisar el suelo de un escenario. Desde el proceso de génesis del disco «El Madrileño», pasando por el desarrollo de creación del mismo y mostrando finalmente toda esa madeja de complicaciones, luchas internas y problemáticas surgidas durante la puesta en marcha de la gira mundial «Sin cantar ni afinar», -un plan que desde el principio apostó por unos mimbres marcadamente cinematográficos arropándose en la configuración de un escenario con excesivo predominio de lo audiovisual, el uso imponente de la multipantalla, los créditos iniciales como si de una película se tratara y un «acting» por parte de algunos de los integrantes creado ad hoc para el directo-, el espectador puede identificar por un lado el establecimiento de una enorme ambición creativa por parte de Pucho y por otro, la imposibilidad o la dificultad de sacar adelante la condición progresivamente faraónica de un proyecto que terminó siendo un absoluto fracaso en términos de beneficios a pesar de que «no nos hemos arruinado pero han sido dos años de trabajo en los que me podría haber comprado un piso», tal y como afirmó ayer durante la rueda de Prensa de presentación del documental.
«Estamos "out off". Lo que ha pasado es que hemos comprometido primero y después has hecho el bolo, o sea que tenemos un “cojobolo” imposible porque hemos cerrado una gira sin saber ni fechas ni qué era esa gira», inquiere su asesora financiera Chave en un momento bastante ilustrativo de la definición verbalizada de catástrofe. «Yo he estado semanas deprimido. Cuando vi los números tío no me lo creía. O sea llevo dos putos años currando en esta gira y no voy a ver un puto euro. Esta gira era para hacer millones: podríamos haber hecho esta gira cinco personas o diez y seríamos millonarios», añade defraudado Kigo, su manager, antes de que la primera termine de alumbrar la dimensión del fiasco: «Eso está para que en vez de 15.000 entradas en el WiZink tuviéramos 30.000, esas 30.000 las hubiéramos vendido y entonces ganaríamos dinero. Pero tenemos un Wanda y hemos vendido un WiZink. Somos 107 personas, es muy heavy mover todo esto, se va la pasta corriendo porque no nos da tiempo a sumarla tal y como va sucediendo todo y la cantidad de gente que somos», completa.
Es en esa mirada hacia el engranaje de lo colectivo y la perversión contemporánea del funcionamiento de la industria musical que sustenta la realización de un proyecto de estas características donde el documental, planteado estructuralmente como una suerte de tragedia griega dividida en tres actos y dirigido por Santos Bacana, Cris Trenas y Rogelio González, fundadores de la productora Little Spain cuyo sello estético impregna cada fotograma, encuentra su razón de ser tal y como explica el propio Bacana en entrevista con LA RAZÓN horas antes de la presentación oficial de la película en el Velódromo. «Si lo piensas, la forma de operar de nuestra productora tiene un sistema muy parecido al que se ve en el documental del propio equipo de la gira, heredado casi de los rodajes del propio disco. Hay una directora de arte, un director de fotografía: en definitiva, un sistema ingente de personas trabajando juntas para que todo funcione que es mucho más parecido a una producción que a lo que era antes tradicionalmente una gira», admite antes de reconocer que otro de los propósitos del filme era «enfocarlo como un retrato más natural, más cotidiano del artista, porque Pucho es alguien que no se ha prodigado mucho a nivel personal, aunque sea bastante famoso aquí y en Latinoamérica nunca ha mostrado su vida, siempre ha dibujado una línea muy clara en este sentido. Había que hacerlo de una forma que realmente le hiciese justicia y no sé si realmente lo hemos hecho».
"Pucho es alguien que no se ha prodigado mucho a nivel personal aunque sea muy famoso aquí y en Latinoamerica"Santos Bacana
Un objetivo que Roge por su parte asume como "algo que tenía que surgir más naturalmente y que era inevitable porque en realidad queríamos registrar y contar el desarrollo de esta gira faraónica. Con Pucho aprendes cada día. Lo ves actuar como un auténtico pulpo con sus tentáculos en todos los pequeños engranajes y los departamentos que engloba una gira de estas características y dices hostia es increíble. Además de sus valores como persona", completa.
«Al final para ser una persona tan creativa y con una ambición tan grande a veces tienes que asumir un montón de conflictos personales, gestiones emocionales complicadas, asumir al final del día todas esas conversaciones pendientes con gente del equipo y es increíble ver todo eso desde otro lado. Pucho se porta muy bien con todo el mundo que tiene a su alrededor y no es tan común como pensamos porque normalmente un artista, aunque no quiero poner nombres, llega al show y tampoco tiene una relación tan fuerte con el tío de sonido, con el equipo de trabajo en general y él genera todas esas relaciones creativas, esos vínculos para llevar a la gente al límite y generar una explosión de sensaciones», añade estableciendo de manera inconsciente la raíz de otro de los temas que orbitan a lo largo del documental y que ya ha sido tratado por el propio Tangana en entrevistas: su concepción de trascendencia.
Un fotograma de "Esta ambición desmedida"
Un fotograma de "Esta ambición desmedida"Sony
“El legado de C. Tangana tiene que ver con su forma de haber sabido cambiar el juego. Ya ha dejado un legado muy grande en el hip hop en España por ejemplo. Es una figura icónica que a los 16 hacía unos discazos de locos y luego supo moverlo de una forma u otra para que esa música de nicho fuera mainstream. Todo el mundo escuchaba después a C. Tangana fuera del rap, ahora va a dejar otro legado. Cada paso que ha dado en su carrera ha generado un cambio de juego para mucha gente”, apuntala González sobre esta idea de la mixtura de géneros propiciada por Pucho. “Creo que es muy acertado el comentario este que cuenta a mí en un restaurante sobre la idea de la comunidad. Su trascendencia como artista no va a depender tanto de su figura, sino de su capacidad para saber rescatar y juntar cosas buenas para crear algo nuevo. Quizás junto a Rosalía y algún otro artista grande, Tangana ha generado un universo musical donde ahora hay un montón de artistas de la Generación Z en los que puedes sentir su inspiración de una forma bonita, no como copia, sino como enriquecimiento para sus propias creaciones. Y también me parece importante destacar su gran aportación a las letras. Desde mi punto de vista las letras dentro de la música urbana estaban un poco desbocadas y siento que en este sentido Pucho les ha dado un peso. No es el único pero sí uno de los más relevantes”, añade Santos.
Ese dibujo natural en el trazo de la personalidad de Tangana se sustenta en algo que al propio Bacana le resulta particularmente entrañable y es la vulnerabilidad mostrada por parte del artista. «Ha habido una época en la que he trabajado para él y esa parte más sensible sólo la veía en pequeñas dosis en el estudio cuando escribía una letra o en una madrugada de borrachera, pero rodando este documental es como que de pronto todo ha sido distinto. Sobre todo, cuando lo ves todo en la sala de edición porque en el momento no lo estás viviendo tan intensamente y de repente piensas joder está a punto de partirse a llorar, de ser superado y me ha encantado ver eso», reconoce con tono ilusionante.
Unas sensaciones proyectadas a través de la generosidad para con el equipo que muestran su parte más emocional en una escena en la que el artista se reúne con los más cercanos para cenar y hacer balance del significado que ha tenido la gira en términos no solo profesionales sino también afectivos agradeciendo a cada uno de los presentes con el obsequio de unos anillos toda su implicación y no puede evitar el quebrantamiento de la voz ni la humedad de sus ojos cuando admite dirigiéndose a su manager que «todo el mundo sabe que a veces soy egoísta, maleducado, pero yo pensaba que había que ser un tiburón en la industria y siempre te he presionado para que fueras un hijo de puta en las reuniones o con la gente y esa nunca ha sido tu forma de proceder». Es entonces cuando el que habla, despojado de cualquier ornamento comercial, es Antón. Pero también lo está haciendo C. Tangana y también lo está haciendo Pucho, porque son, al cabo, el mismo genio, el mismo inseguro, el mismo maniático, el mismo talento, la misma persona.