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Una vida nada fácil

Tom Sharpe, el humorista que fue educado en el nazismo

«Fragmentos de inexistencia» aporta abundante información nueva sobre el genial escritor británico conocido por ser el padre de Wilt

Tom Sharpe, en su casa de Llafranc, en marzo de 2010, durante la nevada que vivió la localidad
Tom Sharpe, en su casa de Llafranc, en marzo de 2010, durante la nevada que vivió la localidadMontserrat Verdaguer

«Un hombre es demasiado complejo para su propia inteligencia. / El hombre es un milagro que ningún hombre puede conocer, ninguna inteligencia previa puede conocer». Estos versos pueden servir para retratar perfectamente a su autor, Tom Sharpe, uno de los grandes nombres de la literatura de humor, el padre de Wilt. El pasado día 4 se cumplieron diez años de su fallecimiento y, coincidiendo con la efeméride se ha cumplido uno de los más anhelados deseos del autor hasta el punto de dejarlo por escrito en su testamento; la publicación de una biografía sobre su vida que llevara como título «Fragmentos de inexistencia».

El reto de hacer realidad esa esperanza es obra de Miquel Martín i Serra, con la colaboración de Montserrat Verdaguer, albacea del novelista. Ayer se presentó en Llafranc, la localidad marinera de la Costa Brava donde Sharpe decidió retirarse para trabajar y vivir la vida, el libro que editan Anagrama en castellano y Navona en catalán. El propio Tom Sharpe se encargó de explicar por carta a su hermano Phil por qué quiso irse a vivir a Llafranc y hacerla su destino último: «Me gusta la casa donde vivo. Durante la semana no hay nadie. Soy como un guisante en una vaina vacía. El único sonido es el viento y ahora el concierto para violín de Beethoven que estoy escuchando. De una manera interesante, soy feliz en esta soledad. Tal vez es porque tuve una infancia solitaria».

Precisamente la infancia de Sharpe, en especial su relación con su padre, el reverendo George Coverdale Sharpe, es clave para entender el universo del autor de «Lo peor de cada casa» o «El temible Blott». «Nunca se quitó de encima la presencia de su padre. Cuando nació sus padres eran muy mayores para la época: él tenía 56 años y ella tenía 41 años. Llegaron a regalarle una escopeta que se disparaba casi sola», apuntó Martín i Serra. El biógrafo añadió que Tom Sharpe, «de pequeño fue educado en los principios del nazismo hasta el punto de que quería ser un miembro de las SS durante su adolescencia». El propio escritor británico lo contaba en un pasaje de «La libreta roja», una de sus inconclusas autobiografías, donde escribía al respecto que «a los doce años mi padre me llenó la cabeza con tonterías nazis. Escuchábamos las marchas militares de la Wehrmacht en la Hilversum Radio. A los trece años yo era un nazi auténtico, iba a la escuela con un cinturón de las SS con la inscripción Gott Mit Uns (Dios con nosotros) en la hebilla. Más tarde quería cruzar el canal de la Mancha para unirme a los nazis. No sabía nada de los campos de concentración». Posteriormente, como añadió uno de los autores de «Fragmentos de inexistencia», Tom Sharpe descubrió la realidad del nazismo al ver un noticiario de época en el que informaba de la liberación de los campos. «Quedó impactado», dijo Martín i Serra quien añadió un epílogo relacionado con la relación entre padre e hijo: «Tom Sharpe murió dándole un beso a una fotografía de su padre, una manera de demostrarle su amor y perdón».Y es que el novelista «era alguien muy divertido con una vida sin gracia».

Una biografía sobre Tom Sharpe airea su drama interno al cumplirse diez años de su muerte
Una biografía sobre Tom Sharpe airea su drama interno al cumplirse diez años de su muerteDavid BorratAgencia EFE

Ya se ha citado aquí «La libreta roja». Sharpe pensó muy seriamente en los materiales que podría necesitar en el futuro quien se encargara de escribir su biografía. A ellos se le suman otros textos inconclusos como «Letterss to Monsieur Printemps», «A Patchwork Life» y «A Stranger to Himself». Pero hay más, mucho más, unas mil páginas recogidas con paciencia por Montserrat Verdaguer quien, entre el 2 de agosto de 2001 y el 6 de junio de 2013, fecha de la muerte de Sharpe, anotó cada una de las conversaciones que mantuvo con el padre de Wilt. Verdaguer no aclaró ayer si publicará alguna vez ese ingente material. «Primero se tiene que acabar la catalogación de todo el material que se guarda en la cátedra que lleva su nombre en la Universitat de Girona», dijo.

Ya hemos citado por aquí a Henry Wilt, el mítico personaje creado por este maestro del humor. Protagonista de una serie de cinco novelas, el personaje era un peculiar profesor de literatura en un politécnico de formación profesional, con problemas tanto en su vida laboral como en la privada. Es tentador preguntar si había algo de Sharpe en su criatura literaria. «Él era mucho más valiente que Wilt. Coges Wilt y ves que es un pobre desgraciado. Él, con cuarenta años, dejó su trabajo en Cambridge para dedicarse a escribir. Él sabía que saldría adelante y no se equivocó. Su primer libro se convirtió en un “best-seller”. Wilt es muy él, es su álter ego. Él mismo lo aseguraba, pero matizaba que no era tan alocado», apuntaron los biógrafos.

¿Y cómo era en realidad este atípico hombre aficionado a fumar habanos, a beber una copa en el Hotel Llevant de Llafranc, a la música clásica y el jazz, además de a la fotografía? Una de las personas que mejor lo conoció tiene la repuesta. «Hay momentos en los que lo estrangularías mientras que en otros era una persona totalmente entrañable. Él hace reír con sus libros, aunque sus personajes son unos desgraciados. Sus libros son obras muy divertidas, pero también hay en ellas un compromiso moral. Sus novelas deben continuar leyéndose», concluyó Montserrat Verdaguer.