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Toquinho retrasa el reloj

El músico presenta, acompañado por Maria Creuza, un homenaje al emblemático disco que ambos grabaron en «La Fusa» con Vinícius de Moraes
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Toquinho huyó de la represión militar de Brasil en 1968 y estaba en Italia cuando Vinícius de Moraes, le llamó para hacer un espectáculo.
El reloj de Toquinho marca las dos menos cuarto aunque la tarde está bien entrada en Madrid. Se acerca a hablar con los periodistas con gesto somnoliento al poco de haber aterrizado en la capital, donde hoy rendirá homenaje a un disco emblemático, el que grabó en «La Fusa» (Argentina) junto a Vinícius de Moraes, Maria Bethânia y algunos de los artistas más prometedores de Brasil entonces, entre ellos, Maria Creuza, su aparcera en esta gira que recala en las Noches del Botánico (21:30), y que después pasa por Valencia (7 de julio), Barcelona (8) y Vigo (9). El viaje transoceánico es la causa de la modorra de Toquinho y de que la cantante bahiana no baje a hablar con la Prensa.
Toquinho recuerda cómo grabó aquel trabajo, «como jugando, de manera irresponsable». Ese doble álbum «es hoy el disco más longevo de la historia de la música de Brasil, lleva 46 años siendo editado sin interrupción en muchos países del mundo», cuenta el compositor de «Aquarela». Toquinho huyó de la represión militar de Brasil en 1968 y estaba en Italia cuando Vinícius de Moraes, el gran patriarca de la música del país y un personaje inigualable, le llamó para hacer un espectáculo. «Por entonces, la bossa nova ya estaba en decadencia, porque la censura había hecho mucho daño y también porque una generación de jóvenes comandada por Caetano Veloso y Gilberto Gil estaba fascinando con el tropicalismo. Así que Vinícius, que se había refugiado en Buenos Aires, actuaba con regularidad en un lugar chiquito, que se llamaba La Fusa y en el que podía hacer un espectáculo minimalsita para las élites. En realidad, la bossa nova nunca fue masiva sino para los intelectuales», comenta. «Vinícius siempre tuvo una respiración joven y nos acogió a Maria Creuza y a mí cuando no éramos nadie. Yo soy un hijo de la bossa nova, pertenezco a una generación que tomó el lenguaje de nuestros padres para hacer algo diferente. Era otro Brasil cuando empezamos, queríamos hacer un país nuevo por entero, teníamos ganas de ser brasileños aunque hoy no lo tengamos tanto. Era, desde luego, más sano», dice el cantante, que ve la situación actual de su país como un «cuchillo de doble filo. Hay una corrupción generalizada, pero les sacaron del poder y les metieron en la cárcel. Todo eso provoca mal olor en el país, pero es como una medicina que es desagradable aunque luego te hace bien».

El whisky amigo

Vinícius bebía todos los días. «Y teorizaba por qué. Decía que el whisky le ponía en armonía con su periferia humana, que le sabía a agua de Escocia o que el whisky jamás le había traicionado y las mujeres sí. O te soltaba que era su mejor amigo y el mejor amigo del hombre: el whisky era el perro embotellado». Un día le llevó una expresión en dialecto «A tonga da mironga do kabuleté», que es un insulto terrible y la dirigieron contra todos los cómplices de la dictadura. «Y fue un éxito increíble, aunque no sé si se entendió, pero lo que queríamos era mandarlos a todos a la mierda», explica. «Después planteamos que el espectáculo podía grabarse y lo hicimos de forma infantil, sin ninguna protección. Pienso que ese disco así grabado, lleno de defectos pero con un lado humano muy poderoso, es por lo que le gusta a la gente, que lo recibe como familiar. Con ese trabajo, nos quedamos en el tiempo, que es esa cosa que todo lo destruye. Las canciones siguen 50 años después y eso es maravilloso», añade. En el reloj de Toquinho dan las dos. No sabemos si va retrasado o adelantado, pero como él dice, ya se ganó el tiempo para vivir en la hora que le plazca.