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Jiménez Fortes, después de reventar Madrid: «Si he salido vivo de cornadas tan fuertes, cómo iba a enterrar al torero"
El conocido torero malagueño ha revolucionado este San Isidro 2025; con una carrera de cimas y simas admite que el año pasado estuvo a punto de quitarse de la profesión

Volvemos al lugar donde comenzó todo, al Hotel Wellington de Madrid. Un todo relativo. Hablamos del triunfo de San Isidro. La historia de Saúl Jiménez Fortes es tan ancha y larga, que se extiende en las raíces de un limbo en el que parece convivir las alma de otras vidas, «tengo la sensación de haber sido muchos toreros». Nosotros tenemos la certeza de haber transitado por el misterio de su resurrección y haber asistido a una de las tardes que quedarán para la Historia de la tauromaquia con Madrid a sus pies, la plaza de dureza inmisericorde, la catedral que duele, como el toreo de Fortes, esa descarnada actuación del malagueño que lo tuvo todo en perfecta armonía y en honor del toreo. Fortes puede que haya transitado otras vidas para llegar hasta aquí, a ser quien es, «si he salido vivo de dos cornadas tan fuertes cómo voy a enterrar al torero si me han dejado para algo. No sería agradecido conmigo y con la vida si dejara morir mi vocación simplemente por evitar lo que no al final no ha sido». En su verbo también conviven la profundidad y la pureza. Tiene la palabra exacta, el ritmo contenido y no hay un paso en falso. Tiene la virtud de sobrecoger, y no solo en el ruedo.
Madrid es una tarde redonda, pero antes vino Málaga. ¿Cómo fue?
Llegué muy responsabilizado porque ya la tarde de Málaga del año anterior fue muy importante en mi carrera, y cuando llegué a la Picassiana sabía que había mucha ilusión, muchas expectativas mías y de mucha gente. Había alta probabilidad de que no se cumpliera con ese nivel y afortunadamente se pudo corresponder con una faena intensa, bonita y buena...
Y llegó Madrid.
Viví la tarde desde la tranquilidad. La semana previa con presión, nervios y mucho miedo, pero más tranquilo que otras veces por la experiencia y la confianza que tenía. Veía que había mucha ilusión en aficionados que habían visto lo que se veía venir y tenían la ilusión de que aquello que habían visto en Málaga ocurriera en Madrid y me daba mucha tranquilidad.
Fue la tarde. Falló la espada, pero no fallaron muchísimas cosas...
Que se hicieran faenas con toros difíciles no me sorprendió porque en el campo en mi día a día voy encontrando soluciones con lo que hay, con animales con más o menos talento, pero sí creo que ratifica el momento en el que estoy. Creo que ha sido una de las claves de la tarde no solo encontrar una solución técnica, sino que eso pasara a un segundo plano porque había algo más importante que era el sentimiento, la emoción, la belleza, la intensidad, ya se había vivido en Málaga, pero podía quedar la duda de que habían sido toros buenos y a favor, pero no con dos medios toros. No es fácil ni probable que ocurra.
¿Cómo es la felicidad del día después?
Mucha satisfacción, orgullo y serenidad. En otros momentos me hubiera imaginado con más éxtasis y emoción. Pero ahora tengo más tranquilidad y la sensación de que todo comienza ahora. En estos años en los que he toreado menos me ha hecho ser más consciente de que una cosa es la sensación que uno tiene y otra es la sensación que tienen los demás. Para mí ha sido muy importante ir a lo esencial, el torero que eres, que es muy diferente del espacio como torero que he ocupado en este tiempo, por eso intento no dejarme llevar por el ruido, por las luces, por lo de fuera, por lo bonito que es el reconocimiento, el giro que va a dar mi carrera, los contratos, pero soy consciente de que eso cambia en un momento, como la bolsa, tan pronto estás arriba como abajo y sigues siendo el mismo torero. Me gusta asentarme en lo que me ha traído hasta aquí, que es mi rutina, mi entrenamiento, mi obsesión por la mejora continua y disfrutar del momento, pero desde la tranquilidad.
Tampoco se dejó arrastrar por la oscuridad los años que no había contratos.
Era un contraste muy grande, porque acababa un tentadero en el que se habían conseguido cosas magníficas, con cosas especiales y era curioso que en ese momento en el que estaba encontrando la excelencia en el toreo, o lo que para mí es la excelencia, es cuando menos estaba toreando. Y cuando más estaba toreando es cuando peor toreaba, o al menos peor que ahora. Es un contraste grande y no sabía por qué estaba ocurriendo así, parece que ahora se está alineando.
¿Nunca perdió la fe?
Nunca es una palabra muy grande. He tenido dudas, y no sabes hasta qué punto es constancia y disciplina u obsesión y si merece la pena. Y he tenido momentos de duda y desesperación, pero en términos generales me he aferrado a mi vocación, mi concepto, a torear y me ha dado una fuerza interior muy grande. Sin tener nada y sin tener nada a cambio, encuentras la felicidad en el torero que realmente eres, simplemente el hecho de mejorar como torero para mostrarte en el campo al día siguiente te hace feliz y deja de tener importancia si estás o no puesto en tal o cual feria. Entonces, cuando llegan esas ferias no necesitas de esa aprobación de nadie porque había esa aprobación mía y es una fuerza muy interna, muy fuerte, que sostiene lo que está ocurriendo y es la intensidad que las faenas tuvieron. Es la fuerza de esa vocación.
¿Cuánto trabajo personal hay aquí?
Mucho, pero de un poquito cada día. No resumiría mi carrera como un esfuerzo grande ni una odisea, pero cuando miras atrás ves muchas pequeñas cosas que se han superado y algo de lo que me tengo que sentir orgulloso. Pero el trabajo o el esfuerzo quizá no son las palabras que yo utilizaría.
Las cornadas
En su caso, las cogidas y los percances forman parte de su carrera desde que pone un pie en la profesión, ¿qué suponen para usted?
Como cualquier otro lance de la lidia. Va a sonar feo, pero igual que te rompe una muleta te rompe la piel, a veces apuestas por un muletazo, como aposté por el segundo toro en Madrid, que era de cara o cruz y te juegas la vida y no pasa nada y otras veces tiras la moneda te juegas la vida y te coge y no te hace nada y otras veces te coge y sí te hace, es una probabilidad, de muchas. Lo asumes desde que haces el paseíllo y una vez que sucede lo que tiene que suceder le doy continuidad, me enfoco en lo que haya ocurrido, si es una cornada o una lesión, y en volver a torear. No le doy mucha más conversación que esa.
¿Y no tiene miedo?
Miedo tengo antes de torear, porque pueda ocurrir una cogida, un fracaso o por decepcionar.
¿Qué asusta más el miedo físico o la decepción?
Normalmente me da más miedo decepcionar a los demás, pero es un miedo que estoy deshaciendo porque en una carrera en algún momento decepcionas. Todas las personas que me han seguido han salido decepcionadas alguna vez, depende de sus expectativas, y es algo que he dejado de darle importancia. El que me sigue me sigue porque le gusta y muchas tardes se habrá ido satisfecho y otras decepcionado. Esto antes me quitaba el sueño, pero ya no, sobre todo cuando hay momentos, así como estas tardes de Madrid, que te dicen que no van a olvidar esa emoción en la vida.
En este tiempo se ha dedicado a un proyecto de crecimiento personal.
En este tiempo de tanto crecimiento vi que debía trabajar muchas cosas a nivel mental y me formé mucho. Todos esos conocimientos que la vida me había enseñado los debía poner al servicio de otras personas que es el proyecto «Más allá del toreo», que es muy bonito porque ayuda a otras personas a afrontar momentos difíciles de una forma diferente.
Si tuviera que recapitular su carrera en tres palabras.
Pasión, intensidad y reinvención, porque tengo la sensación de que he sido muchos toreros.
¿Le ha cambiado la perspectiva ser padre?
Yo que siempre he sido el pequeño y no he tenido sobrinos no me veía niñero, y la verdad es que ha sido sorprendente, me da mucha satisfacción y tranquilidad.
Ha mamado el toreo desde pequeño, ¿qué le dicen en casa?
Creo que tengo una madre satisfecha, no le gusta dar consejos, pero lo disfruta. Y en casa el día de la corrida de Madrid, los niños no vinieron, pero cuando llegué a casa tuvieron mucha gracia porque me dijeron, pero ‘¿por qué lo has matado mal?’ Y yo les decía que no siempre salen las cosas bien. Y ya se pusieron tan insistentes, que les tuve que decir que también había hecho cosas bien.
En su carrera, valores que pueden ser muy positivos llegaron a volverse en contra, como el valor.
Ha habido momentos que me ha costado asumirlo, porque me sentía incomprendido cuando se hablaba de la torpeza. Yo sabía que no me cogían por torpe ni por un problema físico, sino que intentaba una forma de torear que unas veces salía y otras veces no y asumía un riesgo consciente. Cuando lees que es porque estás a merced del toro o porque no eres capaz de irte, porque no tienes la técnica suficiente cuando realmente sí sabías no exponerte, pero decides hacerlo no es algo fácil de asumir, pero era cuestión de tiempo y mejora. A veces me ponía como en resistencia y lo quería explicar. Pero era importante escuchar, porque tenía su parte de verdad porque era lo que yo estaba proyectando al mundo y de esa escucha ha salido la evolución. No me apetecía que me siguieran recordando ese no puedo verte porque lo paso muy mal. No ha bajado mi compromiso, ha crecido mi conocimiento delante del toro que me permite hacer aquello que quería hacer, pero no estaba terminando de darle forma. Cuando intentas hacer cosas excepcionales y difíciles, al menos a mí me ha costado tiempo llevarlo a cabo, para algo superficial es más fácil y sí estaba preparado. En esos años de un toreo más épico y dramático, era tan fácil como hacer un toreo más lineal, pero no estaba dispuesto a hacer eso. Yo creía en un toreo emocional, visceral y sin renunciar a la pureza.
Además, usted es epiléptico, ¿le influye en algo?
Para mí es como cualquier otra cualidad, forma parte de mi día a día y no le doy importancia y no condiciona nada. Tengo un tratamiento con pautas a seguir como todos tenemos que comer o beber y no ocupa espacio.
¿Es capaz de asumir los mismos riesgos a pesar de la paternidad?
A mí me da fuerza, estoy feliz, también tengo más inquietudes por salir adelante y quiero que mis hijos estén orgullosos de su padre. Me ha dado fuerza, claro que no es agradable cuando tengo alguna cornada, pero les he hecho parte del proceso. Entiendo que pasarán miedo cuando sean más mayores y no me gusta el sufrimiento que les puede llevar cuando eso ocurra, pero es lo que les ha tocado.
Si tuviera que cuantificar la felicidad y el sufrimiento en su carrera, ¿cómo quedaría el porcentaje?
Es difícil. Los momentos de felicidad son pocos, pero creo que hay pocas cosas en la vida que te hagan llegar a esos niveles de felicidad. Por eso merece la pena. Tardes como las de hoy día o en el campo de conexión con el animal de ponerle a la velocidad que quieres... Igual que los momentos duros duran lo que duran y tampoco merecería la pena que dejara todo. Mucha gente después de la cornada en el cuello me decía que por qué seguía toreando y yo les contestaba que si he salido vivo de dos cornadas tan fuertes cómo iba a enterrar al torero si me habían dejado vivo para algo. No sería agradecido conmigo y con la vida si dejara morir mi vocación simplemente por evitar lo que no al final no ha sido.
Cornadas de ese tipo perturban la cabeza mucho tiempo...
Tienen un proceso de recuperación que fue costoso, laborioso e intenso. La mayoría de las cornadas que he tenido no me han afectado tanto para volver a la cara del toro, pero cornadas tan fuertes como la de Vitigudino me costó casi un año.
En ese proceso hay un momento de se acabó, esto no merece la pena.
Hace ya diez años de esto, pero recuerdo que tardé un par de meses solo en decidir coger una muleta y entrenar y me tomé un tiempo para mí y decidí que hasta que no me apeteciera torear no lo iba a hacer y claro cuando cogí por primera vez la muleta sentí mucho vértigo. La primera vez que me puse delante del toro estaba paralizado, tenía un instinto de conservación tan fuerte que no era capaz ni de llamar al toro. Por eso digo que el valor es algo tan relativo y que es algo que se trabaja y se consigue con el tiempo, con tu propio convencimiento.
¿Ha habido algún otro momento que haya pensado en abandonar?
Hubo un día en el mes de enero o febrero del año pasado que recibí una noticia para la que no fui seleccionado y yo pensaba que iba a comenzar el año pronto en un proceso y ahí dije hasta qué punto merece la pena tanto esfuerzo, tanto sacrificio, hablé con Mabel (su mujer), tengo una familia maravillosa, me puedo buscar la vida en cualquier otra cosa, no concibo el toreo como medio de vida únicamente, puedo subsistir de otra manera y hasta qué punto tengo que condenar a mi entorno con tantos sinsabores. Y le dije hasta aquí hemos llegado, esa noche lloramos mucho.
¿Cómo se retomó la historia?
Curiosidades de la vida. Al día siguiente tenía un tentadero en Jandilla ya programado. Fueron tantas las sensaciones, de tanta emoción, madurez y pensé no merecía dejar todo ahora. Debía continuar. Y me siento muy agradecido porque la vida me regaló ese mano a mano con Roca Rey en Málaga en una situación tan límite.
¿Cómo fue esa tarde?
Dramática e importante, con su punto de épica que ha marcado mi carrera y bonita. Después de la salida a hombros entré en la furgoneta le di un beso a mis hijos y por la misma puerta que había salido volví a entrar para que me operaran la cornada. Retrataba mi carrera, fue el precio a pagar, pero quedaba en segundo plano porque lo que había ocurrido era mucho más importante.
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