
Feria de San Isidro
Marco Pérez: «Ya no basta con tener gracia o valor. Aquí hay que mandar»
Esta tarde, el novillero salmantino se despedirá del escalafón menor sometiéndose al escrutinio del Foro madrileño en solitario, ante seis novillos

Viene de cortar dos orejas en Sevilla y se presenta como no villero en la plaza más importante del mundo el próximo 30 de mayo. Las Ventas lo espera con el cartel de «No hay billetes» colgado desde semanas antes. Será su despedida del escalafón de novilleros, el cierre de una etapa precoz, deslumbrante y marcada por una expectación poco habitual en estos tiempos. Marco Pérez no ha cumplido aún los 18 años, pero su discurso, su actitud y su forma de entender el toreo hacen pensar en un torero con conciencia de futuro y memoria de los que fueron. En esta conversación con LA RAZÓN, reflexiona con serenidad sobre lo que está por venir, consciente de que su sitio en el Olimpo del toreo está reservado.
¿Qué piensa uno cuando se entera de que Las Ventas cuelga el «No hay billetes» para su presentación?
Se te pone la piel de gallina, claro. Porque no es solo Madrid. Es que es San Isidro. Es que es la plaza que todos los toreros han soñado conquistar. Y a mí me va a tocar pisarla en un momento decisivo, en el que por primera vez me van a ver con caballos. Cuando me lo dijeron, sentí vértigo, pero también algo parecido a la certeza. No me sorprendió. Dentro de mí sentí que ese día tenía que llegar. Que ese sitio me esperaba.
¿Desde cuándo tiene consciencia de ver se en ese ruedo como profesional?
Desde niño. Siempre que venía a Madrid, pedía ir a Las Ventas, aunque estuviera cerrada. Me quedaba mirando el ruedo desde las gradas, como si ya estuviera abajo. Lo soñaba, pero lo sentía posible. Siempre he tenido claro que, si uno nace para esto, acaba ahí. Y yo he nacido para esto. No lo digo desde la soberbia. Lo digo desde la necesidad. Hay gente que necesita escribir, cantar o correr. Yo necesito torear. Es la única forma que tengo de estar en paz conmigo mismo.
¿Y cómo se prepara uno para una tarde así?
Con orden: Mental, físico y espiritual. Uno no puede presentarse en Madrid con dudas. Llevo meses en un tipo de entrenamiento que no es solo físico, sino de enfoque. Cada día me levanto sabiendo que todo lo que haga me tiene que acercar a esa tarde. He entrenado el cuerpo, pero también la cabeza. He tentado en ganaderías muy distintas, para no dejarme sorprender. He escuchado mucho. A mi apoderado, a toreros mayores, a ganaderos. Me he empapado. Y al final del día, me voy a la cama pensando en ese paseíllo. No hay descanso emocional cuando sabes que vas a entrar por esa puerta.
¿Qué ha cambiado dentro de usted desde que toreaba sin caballos?
He cambiado yo entero. Porque ahora sé que el público exige otras cosas. Ya no basta con tener gracia o valor. Aquí hay que mandar. Hay que dominar al toro, al miedo, a la plaza. He aprendido a hacer pausas. A entender por qué un muletazo puede emocionar más que tres. A sostener la mirada del público, a no esconderme cuando algo no sale. Con caballos, todo es más duro. Pero también más verdadero. Ahí se ve de qué estás hecho.
¿Siente miedo?
Sí, claro que sí. Y sería un irresponsable si no lo sintiera. Pero ya no es el miedo al toro. Es otro tipo de miedo. Es el miedo a no estar a la altura de lo que uno espera de sí mismo. El miedo a defraudarme, más que a defraudar a los demás. Porque yo soy el que más me exijo. Madrid es la vara de medir. Si allí sale bien, lo demás tiene otro color.
¿Y cómo se gestiona esa mezcla entre juventud y madurez?
Con mucha gente buena cerca. Tengo la suerte de estar rodeado de personas que no me tratan como a una estrella, sino como a un muchacho que tiene que aprender. Eso me salva. En casa no hay sitio para el ego. Allí soy Marco, el de siempre. El que recoge la mesa, el que ayuda a su hermana, el que tiene que estudiar porque aún no ha terminado el instituto y que le gusta escribir. Esa normalidad me sostiene. ¿Sigue con los estudios?
Sí. Este año tengo la EBAU y voy a presentar me. Es el mismo día de mi alternativa y todavía no sé cómo lo vamos a resolver. Me he organizado como he podido, entre viajes y entrenamientos. No es fácil, pero quiero cumplir. Y si todo va bien, después del verano me gustaría empezar Veterinaria. Siempre me ha gustado el campo, los animales, y creo que es algo que me ayudaría también a entender mejor al toro.
¿Se siente distinto a otros novilleros?
No me comparo. Cada uno tiene su camino. Lo que sí sé es que yo no me conformo con torear bien. Quiero dejar algo más. Que el que me vea no olvide lo que sintió. Que diga: «Ese chaval tiene algo que no se puede ex plicar». Porque el toreo es eso. Técnica hay muchos que tienen. Pero alma… eso ya no es tan fácil.
¿Qué le gustaría que dijera el público cuando acabe la tarde del 30 de mayo?
Que vieron a un torero de verdad. Que no fui un producto, ni una promesa hueca. Que me dejé la piel. Que lo que hice tuvo sentido. Y, si se puede soñar, que esa tarde no se les olvide nunca.
¿Y después?
Después vendrá Nîmes, la alternativa. Pero no me gusta correr, pienso en Madrid. Ese día es el que puede marcarlo todo.
✕
Accede a tu cuenta para comentar