Triunfo de Fonseca con los Cebada: veloces de mañana, mansos de tarde
El mexicano cortó una oreja de cada uno de su lote y abrió la primera Puerta Grande, liviana, de San Fermín; Adrián de Torres y Román no tuvieron opciones
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Adrián de Torres debutaba en los sanfermines y a su vez hacía de director de lidia, es decir, abría plaza. Qué cosas. Su primero fue “Delantero” de 580 kilos y lo que más impresionaba no era el peso si no la alzada del toro. Barbeaba por terrenos de toriles porque sabía que hacía unas horas ya había estado por ahí y sobrepasaba la barrera. Joder el tipejo tenía dos pitones de infarto. Pues fue a ese toro al que Adrián se dejó llegar desde el burladero con el capote a la espalda. Gaoneras. La gente entró. Menoooooos mal. Se había jugado la barriga, o de ahí para arriba. Curro Javier estuvo a la altura de su matador y lo gozamos. El toreo en su integridad es deslumbrante. No hay oscuridad que lo apague. Y entonces Adrián toreó con verdad a este Cebada que iba y venía, sin maldad, largura y sosería, pero nobleza. Alargó la faena cuando el animal ya no tenía nada y se le atravesó la espada.
El cuarto tenía la virtud de descolgar, pero reponía y se quedaba por dentro por lo que construir la faena no resultaba tarea sencilla. Adrián lo intento aunque con más voluntad que lucimiento, porque el esfuerzo no trascendía. Se la jugó en el comienzo de faena.
Se rajó el segundo, que era de Román, y tuvo buena condición a pesar del desorden de sus embestidas. Afanoso el valenciano que tampoco llegó a tener tino con la espada.
Al quinto lo picaron con el caballo que hacía la puerta de toriles. Queda dicho. Después campó a sus anchas como preludio de lo que estaba por venir. Manso y sin ninguna entrega en la muleta de Román. A su aire y sin humillar la inmensidad de sus pitones. Gracieta.
Carne de Pamplona es Isaac Fonseca, que supo leer a la plaza desde el primer momento. Un pase cambiado por la espalda de rodillas de vértigo y a funcionar. El toro no se lo iba a poner fácil porque se metió por dentro por el derecho. Dos amagos. Cambió al izquierdo. El toro tenía más ímpetu, más emoción, requería ir cosido a la muleta, al mínimo resquicio se empeñaba el cebada en encontrar hueco. Y desarrolló a mal.
Se desmonteró Juan Carlos Rey con el sexto y Fonseca fue a por la puerta grande. Dos pases cambiados por la espalda que el toro tomó como un huracán. Después el cebada defendió las arrancadas más por arriba que por abajo, a pesar de que se movió y tuvo cosas buenas. Fonseca puso de su parte la revolución y la estocada hizo el resto para que abriera la Puerta grande de Pamplona.
El día contaba con una efeméride de esas que te marcan para toda la vida, porque pase el tiempo que pase nunca olvidarás cómo viviste aquel fatídico acontecimiento. Siete años atrás, un día como hoy, Víctor Barrio perdía la vida en Teruel. Se la arrebataba un toro. Nada volvería a ser igual. La incredulidad recorría los tendidos. Nadie se atrevía a confirmar lo que todos sabíamos. A Víctor Barrio le había matado un toro.
Domingo 9 de julio. Plaza de toros de Pamplona. Cuarta de San Fermín. Lleno en los tendidos.
Toros de Cebada Gago, bien presentados, el primero va y viene, soso y noble; el segundo, manso pero noble; peligroso el tercero; humilla pero repone y acude por dentro con poco fuste el cuarto; manso imposible el quinto; y va y viene, sin humillar pero más encastado el sexto.
Adrián de Torres, de blanco y oro, estocada perpendicular, aviso, seis descabellos (silencio) y dos pinchazos, estocada tendida (silencio).
Román, de pizarra y oro, estocada que hace guardia y descabello (silencio) y pinchazo, bajonazo (silencio).
Isaac Fonseca, de grosella y oro, estocada desprendida (oreja) y estocada (oreja).