Una gala recortable
No estaba el horno para bollos. Lo sabían los productores, presentadores y el artisteo del cine español entero. Lo sabían hasta los radicales titiricejas, después del abucheo a la nueva perroflauta encumbrada por los socialistas, «la pobre Talegón», que, entre sollozos, decía: «¿Por qué hacéis esto? Yo sólo he sido coherente». La superioridad moral de los socialistas se viene abajo. Pero, ¿hará mella en los artistas de la Gala de los Goya? La sociedad está harta de las subvenciones. Ése es el sentir general de los cabreados españoles, horas antes de que retire el plástico de la alfombra roja de la Gala de los Goya y comiencen a desfilar las estrellas del cine español luciendo sus preciosos trajes prestados. Eva Hache, con su chistosa hipocresía, lo advertía ayer en una contra: «Los Goya no deben ser un mitin» ¡Y vaya si lo fueron! A la gente lo que más le gusta es el desfile de la alfombra roja, donde este año ha brillado un glamour elegante pero discreto. Excepto el espectacular traje de Nieves Álvarez, de Stephanne Rolland, adornado con una inmensa rosa roja, la alfombra redujo la gama cromática al rojo y al negro intenso, al borde de la antracita y el luto. Algunos vestidos talares rojo Armani y dorados brocados y un nude. La más elegante fue «el cuerpo», Belén Rueda, de negro, con una abertura lateral más discreta que la de Blanca Suárez, que lucía esplendorosa. Aitana Sánchez Gijón también de un negro chapapote, como los globos de los figurantes que se manifestaban a la entrada del Auditorio. De terciopelo negro, Ángela Molina, a lo Morticia Addams. De gran gala de los años 50, Maribel Verdú, y la gran Concha Velasco, Goya de Honor de esta vigésimo séptima edición, con un elegante el traje negro tormento.
Ha vuelto la barba. Los chicos, Hugo Silva, Miguel Ángel Silvestre, Mario Casas y los tres «amantes pasajeros» lucían barbas modelo Homer Simpson. Eva Hache, haciéndose la graciosa, abrió la Gala con unos toquecitos admonitorios al Ministro Wert, que reía, tenso, oliéndose la que se le venía encima. Críticas crueles al Rey, choteo con Urdangarín y menosprecio a los Príncipes. Y, cómo no, caña a Bankia y a los recortes en Sanidad y Cultura. ¡Ay!, fue mencionar cultura y se oyeron pitidos y ruidosos aplausos de un público entregado. De repente, en la solapa de Antonio de la Torre apareció un «NO a los recortes», y otra en la de Cayo Lara y ¡oh!, sorpresa, entre las lentejuelas de la madre de Javier Bardem. ¡Toma cultura!
Los topicazos «progres» de la rabiosa actualidad se repetían con la recurrencia del sermón interminable de Eva Hache, presagio del discurso del presidente Enrique González Macho, que puso más nervioso aún al Ministro Wert, con su alusión a la «brutal subida del IVA». Gritos. Aplausos. Algarabía. Y caras serias de las autoridades del PP. Rosana Pastor hizo la gracieta de sacar unas tijeras para recortar el sobre. Nos dejó sobrecogidos. Pero menos que las pegatinas y el sobre (sin dinero) de «los amantes pasajeros». La gala se desata. Candela Peña levanta la platea con su demagógico discurso y Corbacho se mete con las dos Infantas y se burla de Ana Mato. Lo mejo, los gemelos Bayona. Lo peor, la omnipresente Eva Hache, auténtica protagonista de una gala que aburrió a las cabras y al director de TVE. Finalmente, ganó Maribel Verdú y su discurso se hizo tan interminable como esta tediosa ceremonia, sinceramente recortable.