Uruguay 1930: Así fue la primera final del mundial
El primer encuentro terminó con el título para el organizador, pero antes pasó de todo
Las selecciones europeas llegaron en un viaje trasatlántico de dos semanas; Castro, «El Divino Manco», marcó el primer y el último gol; la final se jugó con dos balones; los entrenadores pintaban muy poco...
Todas las grandes citas deportivas de la Historia tienen sus héroes. Pelé, Di Stéfano, Maradona, Bolt, Michael Phelps, Michael Jordan, Roger Federer, Rafa Nadal... Uno de los héroes iniciáticos en la historia del fútbol apareció en el primer Campeonato del Mundo. Fue el uruguayo Héctor Castro (Montevideo, 1904-1960). «El Divino Manco» fue uno de los protagonistas de la primera selección campeona del mundo. Se trata del único jugador con discapacidad en la historia que ha marcado un gol en la final de un Mundial. Uruguay levantó el título al imponerse por 4-2 a Argentina y Héctor Castro fue el primer goleador de los campeones en aquel torneo y también el último. Marcó el cuarto tanto de la celeste en el partido definitivo y el primero del encuentro inaugural. Castro empezó a trabajar siendo un niño. Lo hizo con 10 años y con 13 sufrió un accidente laboral. Una sierra eléctrica le seccionó el brazo derecho unos centímetros por debajo del codo. No fue suficiente para que dejara el fútbol. Es más, convirtió su minusvalía en una ventaja. Era delantero, un peleón al estilo de Diego Costa. Usaba el brazo mutilado para empujar, hacerse con balones divididos y su muñón era un «arma» para intimidar a los rivales. En Uruguay pronto se le bautizó con el apodo de «El Divino Manco». No fue el único protagonista de la primera final. El otro fue el balón o mejor, los balones. Cada parte se disputó con una pelota diferente. Las selecciones debían llegar a un acuerdo para elegir el balón con el que se iban a jugar el título. No hubo manera de entenderse así que la primera mitad se jugó con un balón argentino y la segunda, con uno uruguayo. La albiceleste mandaba al descanso por 1-2 y con el balón de los anfitriones terminó goleado, 4-2. También hay que resaltar que como no había cambios, Argentina terminó con ocho jugadores por las lesiones. Las crónicas de la época hablan de que los goles se celebraban con disparos al aire en el mismo estadio y que Montevideo vivió varios días de fiesta con las celebraciones del título.
Y, ¿por qué se celebró el primer Mundial en Uruguay? La FIFA nació a principios del siglo XX (1904). Y en apenas dos décadas el fútbol se convirtió en el deporte más popular del mundo. La Federación Internacional recién fundada pronto entró en guerra con el Comité Olímpico Internacional y la negativa de éste a incluir el balompié en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1932 precipitó el nacimiento del nuevo torneo. El 26 de mayo de 1928, en Amsterdam, el congreso de la FIFA votó el nacimiento de un campeonato que se organizaría en 1930 y estaría abierto a todos sus países miembros. Un año después, el congreso de Barcelona decidió que Uruguay sería la primera nación anfitriona de la bautizada como Copa Mundial de la FIFA.
Uruguay era doble campeona olímpica (1924 y 1928), había prometido la construcción del estadio más grande del mundo (el Centenario con 90.000 espectadores) y como en 1930 se conmemoraban los cien años de su independencia, la FIFA apostó por el país suramericano. El arranque no fue sencillo. Dos meses antes de la fecha prevista para el inicio, el 15 de julio, ninguna nación europea había confirmado su asistencia. Sólo la intervención personal del entonces presidente de la FIFA, el francés Jules Rimet, llevó a Bélgica, Francia, Rumanía y Yugoslavia a dar el sí. Las tres primeras selecciones partieron en el mismo barco desde la Costa Azul. Los balcánicos lo hicieron en otra embarcación y ambas naves tardaron dos semanas en llegar a su destino. Lucien Laurent, un internacional francés de la época, aseguraba en la web de la FIFA: «Hicimos un viaje de 15 días en barco y los entrenamientos los hacíamos en la cubierta de abajo. No teníamos ningún tipo de premios, éramos amateur y no sentíamos que estuviésemos haciendo historia».
El estadio Centenario
No hubo ningún tipo de torneo clasificatorio anterior. El sorteo de los grupos se realizó cuando las trece selecciones (Argentina, Chile, México, Rumanía, Bélgica, Estados Unidos, Paraguay, Uruguay, Bolivia, Francia, Perú, Yugoslavia y Brasil) ya estaban en Uruguay y quedaron divididas en cuatro grupos, uno de ellos con cuatro equipos. Se jugó el torneo a una vuelta y el mítico estadio Centenario se inauguró con seis días de retraso por culpa de unas lluvias torrenciales. Eso provocó que los anfitriones no debutasen hasta cumplida la primera semana de competición. El retraso no impidió que alcanzaran las semifinales junto a Argentina, Yugoslavia y Estados Unidos. Los «plavi» fueron la única selección europea entre las cuatro mejores. Y es que los europeos se quejaron amargamente de las actuaciones arbitrales casi un siglo antes del VAR. En el Argentina-Francia (1-0) el árbitro pitó el final en el minuto 84. Tras las protestas los jugadores regresaron al campo una vez que algunos ya incluso se habían duchado. En la semifinal Uruguay-Yugoslavia (6-1) también hubo polémica. Los balcánicos acabaron tan disgustados con el arbitraje que no se presentaron en el partido por el tercer puesto.
Un testigo directo, el argentino Francisco «Pancho» Varallo, recuerda en una entrevista en la web de la FIFA cómo era aquel fútbol: «Los entrenadores apenas hablaban y los once que entraban a la cancha los decidían los jugadores de mayor experiencia. El día del debut ante Francia le pregunté al capitán Ferreira cómo tenía que jugar y me respondió: ''Juegue como sabe, haga lo que quiera''». Varallo recuerda que en la década de los 30 se entrenaba apenas dos o tres veces por semana y que cada jugador comía lo que le apetecía. En Argentina solo había una prohibición: no comer sándwich de salami.
En las vísperas del torneo también hubo polémicas. Andrés Mazali, el portero titular de Uruguay y la pieza decisiva en los dos oros olímpicos, fue expulsado de la convocatoria de su selección por no respetar los horarios establecidos. ¿La razón? Se había escapado del hotel del equipo para encontrarse con una mujer. Eso no evitó que su selección terminará levantando el trofeo «Victoire aux Ailes d’Or». La estatua de 30 centímetros, fabricada en oro y con un peso de 4 kilos terminó en manos del anfitrión.
España renunció porque «estaba demasiado lejos»
España no era una potencia mundial, pero ya se había ganado cierto nombre. La plata en los Juegos de Amberes 1920 con el nacimiento de la «Furia Española» había dado a conocer a la Selección a nivel internacional. La Liga se había fundado dos años antes con Real Madrid, Barcelona y Athletic Club de Bilbao como equipos más potentes y la España de Ricardo Zamora y Samitier ya había disputado amistosos muy prometedores: 5-0 a Portugal, 8-1 a Francia y 4-3 a Inglaterra. Pero la «lejanía del país, la larga duración de los viajes marítimos transatlánticos –dos semanas hasta Uruguay– y la oposición de los clubes» dejaron a España sin su primer Mundial.
La Federación Española incluso convocó una Asamblea Extraordinaria en la que se rechazó la participación por 113 votos contra 16. No fue la única selección europea que renunció y eso que los organizadores estaban dispuestos a pagar los gastos del viaje, el alojamiento y la manutención, pero Uruguay entonces era un país «inaccesible». Francia, Bélgica, Rumanía y Yugoslavia fueron las únicas cuatro selecciones europeas que se lanzaron a la aventura.