Sección patrocinada por: sección patrocinada

Golf

Jon Rahm, un número 1 con la cabeza de Ballesteros

El jugador español tuvo que trabajar el autocontrol cuando era adolescente y trabajaba en la Blume. En Estados Unidos acabó de pulirse hasta llegar a ser el número 1 del mundo

Jon Rahm
Jon Rahm posa con el trofeo como ganador del Memorial. (AP Photo/Darron Cummings)Darron CummingsAgencia AP

Jon Rahm sólo tiene 25 años y aún nadie le ha puesto una foto al apartado de sus datos personales en la Wikipedia, pero es el número 1 del mundo. Lo consiguió en la madrugada del domingo al lunes en España después de ganar el Memorial, el torneo que organiza el legendario Jack Nicklaus. «Es increíble», le decía Nicklaus de su genial golpe en el hoyo 16, un «approach» que le permitió terminar el complicado par tres en sólo dos golpes.

En ese momento el español supo que había ganado el torneo y, por lo tanto, también era el número 1 del mundo. Una carrera para la que se estaba preparando desde que, siendo un adolescente, aprendía en la residencia Blume tutelado por la Federación española. «Se veía que era especial. No por la parte técnica, no era un jugador que resaltara sobre otros, sino por la determinación que tenía. Se le veía que tenía entre ceja y ceja llegar a lo más alto y era lo que daba energía a su vida», explica Nacho Gervás, el director técnico deportivo de la Federación, que trabajó con él en aquellos años.

«Cuando ganó el campeonato del mundo individual en Japón, al llegar al sitio donde se jugaba, Kurisawa, acababa de terminar el torneo de chicas y había una especie de fiesta de despedida. Alguien del equipo dijo “bueno, Jon, si quieres irte a la fiesta”. Se giró y dijo “yo no he venido aquí de fiesta, he venido aquí a ganar el campeonato”. Y lo ganó», cuenta Gervás. «No eran fanfarronadas ni muchísimo menos, simplemente tenía claro a lo que iba y por eso era muy diferente a la tipología de jugador con la que nos solemos encontrar», añade. Tan claro como eso tenía que su objetivo era llegar a ser número 1 del mundo. «Ha sido un objetivo desde que tenía 13 o 14 años», reconocía después de conseguirlo.

El adolescente Jon Rahm tenía la determinación, pero le faltaba el autocontrol. Un aspecto que tuvieron que fortalecer con él en la Federación. «Trabajamos con él mucho el control de las emociones y diría en cierto modo que con muy poquito éxito», asume Gervás. «Con 16 y 17 años es muy difícil controlar a un adolescente, un purasangre desbocado. Nosotros lo trabajábamos y no conseguimos el objetivo totalmente porque no estaba preparado para hacerlo. Necesitó cuatro años más y sobre todo su etapa en Estados Unidos para ir haciéndose mayor y darse cuenta de que tenía que cambiar», añade. «Sigue siendo su talón de Aquiles, pero también lo define como jugador. Probablemente si no tuviera ese temperamento no hubiera llegado donde ha llegado».

«Él nunca rechazó el trabajo psicológico. Hay muchos jugadores que lo rechazan, sienten que no lo necesitan porque no tienen la mente suficiente madura todavía para entender la importancia de esas habilidades y que hay que trabajarlas, pero Jon lo entendía perfectamente», asegura el director técnico de la Federación. Lo que sí tenía Jon era una «capacidad de concentración espectacular». «Nuestro psicólogo deportivo un día me lo dijo: “yo no he visto unos niveles de capacidad de concentración como los que tiene Jon. No lo he visto en todos los test que he hecho”», recuerda Nacho Gervás.

Después, el viaje a Estados Unidos terminó de completar su formación. «En Arizona State encontró la horma de su zapato, un entrenador muy disciplinario, como es Tim Mickelson, el hermano de Phil. También le apretó las tuercas y le hizo reaccionar. Y lo que hay en Estados Unidos es una competitividad que no hubiera tenido aquí en Europa», asegura Gervás.

Todo eso ha formado un jugador capaz de llegar al número uno del mundo sin ganar un Major. Sólo Severiano Ballesteros lo había conseguido entre los golfistas españoles. Y no parece casualidad. «La determinación que tenía Severiano es la que ves en Jon. Son dos jugadores que tenían muy claro que eran los mejores y que lo iban a ganar todo. Del resto del juego son estilos muy diferentes, Jon tiene un juego mucho más certero. Seve era más imaginativo, capaz de sacar golpes únicos. Por cómo les funciona la cabeza no hemos tenido otro como ellos», explica Nacho Gervás.