Valencia C.F.
El Valencia, un club en guerra civil
Han pasado de ganar la Copa en 2019 con Marcelino a «regalar» a sus cracks y ser un equipo de media tabla. Los curiosos colaboradores de Lim no dejan de sorprender
¿Alguna vez ha tenido una pesadilla en la que, de repente, su equipo de toda la vida está presidido por un diplomático venido de Singapur y que de fútbol sabe lo justo? ¿Sucedía que ese personaje, tirando de humor inglés, ponía como imagen en su usuario de WhatsApp un montaje en el que aparece como si fuese Apu, el de los Simpsons, junto a la fachada del estadio con el cartel de «Badulaque»? Bueno, pues si usted es hincha del Valencia que sepa que no se trata de un mal sueño.
Es una realidad que, por el momento, tiene toda la pinta de que va para largo. El presidente en cuestión es Anil Murthy, la mano ejecutora de Peter Lim en el Valencia y, seguramente, el directivo que más de quicio ha sacado a la afición valencianista en toda la historia del club. «Esto se ha convertido en un club de fútbol sin gente de fútbol», claman desde Valencia, y esta frase incluye a Murthy, que desde hace unos meses va acompañado de guardaespaldas para moverse por la ciudad.
Cuentan que la gente no puede ni verlo y que aceptan que Peter Lim haga y deshaga, pero quieren que el empresario ponga al frente de la entidad a alguien serio y que no tenga tanta tendencia a los incendios innecesarios. Es una costumbre en el modo de actuar del empresario de Singapur: poner en cargos de responsabilidad a directivos llegados de muy lejos que no saben nada del deporte más popular de mundo. Sin ir más lejos, se nombró director de cantera a Sean Bai, que nada más llegar reconoció su realidad. «Quiero ser honesto: me gusta el fútbol, pero no tengo experiencia en él. Jugué al waterpolo en Singapur». Ahí queda eso, mientras la lista de profesionales que han acabado dejando el club por culpa de Lim y Murthy es interminable: desde Suso García Pitarch a Rufete pasando por César Sánchez, que era director de fútbol cuando se enteró por la Prensa del despido de Celades. A Alemany y a Marcelino los echaron después de que ganaran la Copa del Rey, rompieran muchos años de sequía y metieran al equipo en Champions casi cada curso. La plantilla estaba de su parte y jugaban con fuego en el tema del «fair play» deportivo, pero siempre vendían un futbolista importante a última hora (Neto, Cancelo...) para equilibrar las cuentas. Lim se acabó cansando de ellos y los futbolistas que se rebelaron contra esta decisión ya están fuera. Regalaron a Parejo, gran capitán, al Villarreal, y a Coquelin lo traspasaron por ocho millones. Rodrigo Moreno, cuya casi salida al Atlético enfrentó al propietario con Marcelino, ya marca goles para el Leeds de Bielsa, porque ahora el Valencia es un equipo de mitad de tabla, con Javi Gracia al frente de un banquillo en el que no desea estar. Le prometieron fichajes y, como no llegaron, pidió irse. Se sentó con el presidente y al confirmarle que si quería salir tenía que pagar tres millones, reculó sin creer en el proyecto. No entrar en la Champions y los efectos del coronavirus han adelgazado el presupuesto, que era de 180 millones y ahora es de 90.
Por eso Lim está soltando lastre y el último del que se ha desprendido es Kondogbia, que acusó públicamente al club de haberlo engañado. Dicen en Mestalla que han recaudado 20 millones, aunque quizá no sea ni la mitad. La plantilla no tiene nada que ver con la que ganó la Copa de 2019. Guedes sigue porque es un hombre de Mendes y tira del carro Musa, un ex canterano del Arsenal de 17 años que trajo Pablo Longoria, un cazatalentos que cogió la puerta y ahora trabaja en el Marsella. La cuarta plaza es una quimera ahora para el Valencia, que hoy recibe al Real Madrid en medio de esa guerra civil que nunca cesa. En la ciudad reconocen que la culpa es suya por no saber gestionar el club y tener que ponerlo en manos del capital extranjero. A día de hoy no hay ni jefe de comunicación y el candidato es Joey Lim, que no habla castellano.
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