Final Europa League

El Villarreal, campeón por primera vez

Tuvo que lanzar once penaltis para superar al Manchester United. Marcó Rulli y falló De Gea el definitivo

Los jugadores del Villarreal celebran el título
Los jugadores del Villarreal celebran el títuloKiko HuescaEFE

Un penalti rondaba en las pesadilla del Villarreal desde hace quince años. El que Lehmann detuvo a Riquelme en la semifinal de la Liga de Campeones. El mejor jugador de la historia del Villarreal carga desde entonces con aquel peso que sus herederos estaban dispuestos a quitarle de encima.

No fue uno esta vez, fueron veintidós los que tuvo que soportar el Villarreal antes de ver cumplido su sueño europeo. Marcaron todos en la primera tanda por los dos equipos. Acertó Moi Gómez en el sexto y respondió Fred. Le tocaba a Albiol, otro emblema del club como Riquelme, y acertó. Fue James el siguiente. Gol de nuevo. Acertó Coquelin sin que De Gea intuyera el lanzamiento. Estuvo cerca Rulli en el siguiente, pero marcó Shaw.

Y así hasta que se agotó la alineación completa y llegó el turno de los porteros. Marcó Rulli para vengar la memoria de Riquelme. Y falló De Gea. El internacional español, que ya cargaba con el peso de no detener un lanzamiento desde los once metros desde 2016, carga ahora con el error que dio el título al Villarreal.

El camino hacia el éxito había empezado con un gol de Gerard Moreno. El delantero del Villarreal es un futbolista de verdad, de los que desprecian la trampa y el engaño y aman el gol. Por eso marcó el primer gol de la final. Podía haberse quedado en el engaño fácil de dejarse caer cuando Lindelof le agarró de la camiseta en el área. Pero persiguió la pelota para poner por delante al Villarreal en su primera final.

No había llegado tan lejos nunca el equipo castellonense, ni en España ni en Europa. Varias semifinales continentales y dos triunfos en la difunta Intertoto que no era más que una fase previa de la UEFA a la que la patronal del fútbol europeo vistió de competición con nombre propio para darle importancia.

Pero la Liga Europa es una cosa seria y enfrente tenía a un millonario dolido. Uno de los principales instigadores de la Superliga, de esos que vendían la excelencia y que llegó a la Liga Europa descendido de la Champions. Un fracasado entre los mayores que no encuentra más salida que abusar de los pequeños para cumplir sus objetivos.

Y se esforzó para lograrlo, encerrando cada vez más al Villarreal en su campo, que no tenía más esperanza que confiar de nuevo en el acierto de Gerard o en la pierna de Parejo que le puso la pelota en el gol para sumar de nuevo.

El Manchester United encontró el gol en un rebote que cazó Cavani en el área. Estaba persiguiéndolo el uruguayo, uno de los mejores delanteros del mundo en el último decenio que disputaba su primera final europea. El año pasado ya se había desligado del PSG cuando se jugó la Champions contra el Bayern.

Tenía hambre, y tantas ganas de reivindicarse como su amigo Luis Suárez, decisivo para el título de Liga del Atlético.

Para el Villarreal, la final que había comenzado como una disputa entre iguales se había convertido en una cuestión de supervivencia. Un asedio constante del que a veces se escapaba –un enredo de Bacca en el área, un remate de Pau Torres que se marchó desviado– con dificultades y sin mucho éxito.

Eso servía para que el United no se confiara, para que entendiera que enfrente tenía un rival con hambre, con aspiraciones de grandeza, con el poder de un sueño que cumplir.

Llegó la prórroga y el equipo amarillo, que había ido ganando confianza en los instantes finales de los primeros noventa minutos, se quitó todos los miedos de encima. En los primeros pasos del tiempo extra era el Manchester United el que sentía el temor. Un disparo de Alberto Moreno y otro de Alcácer le hicieron sentir que era mortal de nuevo. Aunque la comisión de Mino Raiola por el traspaso de una uña de Pogba cueste más que el Villarreal entero. Pero no era eso lo que se medía, ni dinero ni presupuestos ni delirios de grandeza. Era sólo fútbol. Y ahí el Villarreal está dispuesto a competir. Capoue se ocupaba de guardar las espaldas y Parejo de jugar.

El Villarreal se dejó por el camino sangre sudor y lágrimas para llegar hasta ahí. La sangre la puso Foyth, que vio su nariz convertida en un manantial después de un choque involuntario en la primera mitad. A partir de ahí pareció Camacho en aquel partido del Mundial 86 contra Irlanda del Norte que jugó con la cabeza vendada después de que Clarke, el delantero norirlandés le clavara un taco. El sudor no hace falta explicarlo después de 120 minutos de esfuerzo. Y las lágrimas al final fueron de felicidad. Lágrimas de alegría de una ciudad que ha encontrado en su equipo un motivo de orgullo.

El Villarreal entregó el banquillo a Unai Emery para llegar hasta aquí. Nadie mejor que él sabe cuál es el camino. Lo recorrió tres veces con el Sevilla y ahora ha dado su primer título al Villarreal.