Boxeo
Activista a la fuerza
Del islam a Vietnam. Se hizo objetor de conciencia y abanderó los derechos civiles. Mantuvo un discurso primario pero efectista
El 22 de marzo de 1967, Cassius Clay/Muhammad Ali se enfrentó a Zora Foley, un curtido púgil que se vino abajo en el séptimo asalto ante los certeros golpes de aquel bailarín de 191 centímetros y 90 kilos de peso. Acababa de cumplir 25 años años y en su haber profesional sumaba 29 victorias (22 de ellas por KO) y ninguna derrota. Un récord histórico en manos de aquel púgil amado y odiado por igual, charlatán, maleducado, provocador y con un coeficiente intelectual tan bajo que le eximía del servicio militar. Los críticos del boxeo especulaban sobre su incierto futuro porque escaseaban los desafiantes que pudieran medirse a él en igualdad.
- Conversión al islam
Pero, además, en su trayectoria vital existía un tema de controversia, que le otorgaba una inmensa popularidad en el tercer mundo, en gran parte por negro y musulmán, pero que le enfrentaba a la mayoría de la sociedad norteamericana, blanca, cristiana y muy conservadora. Se trataba de su acercamiento a la comunidad musulmana, captado por el proselitismo de la organización The Nation of Islam hacia 1959. Esa vinculación se confirmaría en los años siguientes gracias, sobre todo, a la amistad del púgil con el líder de los derechos civiles Malcom X.
La relación entre ambos sería considerada de auténtica dependencia del púgil ante el brillante activista, del que diría que había sido «el primero en descubrir la verdad: que el color no hace de un hombre un demonio». Y otra muestra: en 1964, tras su primera victoria sobre Sonny Liston, anunció su conversión al islam y su adopción de un nuevo nombre: Cassius X. Esto duró apenas unos días, pues de inmediato proclamó el nuevo nombre, Muhammad Alí.
De esa época data la ruptura del púgil con Malcom X (asesinado en 1965) y la dependencia del boxeador respecto a la Nación del Islam: en la revancha con Liston (mayo, 1965) Ali ya contaba con un nuevo mánager, Herbert Muhammad.
La amistad e influencia de Malcom X y la pertenencia a la Nación del Islam dieron a Ali notoriedad en la lucha por los derechos civiles, en boga aquellos años.
- Objetor de conciencia
Estados Unidos se había implicado en la guerra de Vietnam y en 1966 tenía en el sureste asiático cerca de 300.000 soldados, que serían medio millón un año después. Eso obligó a las autoridades militares a un cambio en las leyes de reclutamiento, rebajando las cuotas de capacidad requeridas en los soldados. Muhammad Ali fue llamado a filas, pero rechazó la citación proclamándose «objetor de conciencia». En ese momento quedó inmerso en la controversia nacional sobre la guerra y los derechos civiles. Los líderes negros comenzaban a protestar de que sus soldados fueran utilizados como «carne de cañón» y Ali, cuyas declaraciones alcanzaban resonancia mundial, no se recataba en responder a los periodistas: «Pueden preguntarme lo que deseen sobre la guerra de Vietnam. Yo siempre les responderé que ningún Vietcong me ha hecho daño ni me ha insultado llamándome negro despectivamente».
El 9 de mayo le fue retirada la licencia profesional y se le negó el reconocimiento de los títulos que ostentaba. Como eso no le hizo cambiar de opinión, ni aunque discretamente se le comunicara que no sería enviado a un puesto de combate, fue juzgado y condenado a una multa de 10.000 dólares y a cinco años de prisión, que, ante el escándalo universal suscitado, quedaron reducidos a la pérdida del pasaporte y a 42 meses de inhabilitación para la práctica del boxeo.
- Propaganda y retorno
En ese tiempo, Ali quedó plenamente inmerso en la lucha contra la guerra de Vietnam y en favor de los derechos civiles. Dicen que perdió más de cuatro millones de dólares en las veladas que pudiera haber participado y no se lo permitieron, pero, a cambio, pronunció centenares de charlas en las que clamaba por la igualdad de derechos, hacía propaganda islamista y arremetía contra la guerra de Vietnam, que favorecía a la gran industria militar norteamericana a costa de la sangre de las clases más modestas –fundamentalmente negros–, mientras que los jóvenes movilizables de las grandes familias hallaban los canales para eludir el combate. Aunque su discurso fuese muy primario, causó un enorme daño en la moral norteamericana.
Trascurrido el plazo de la condena, recuperó su licencia profesional y volvió al cuadrilátero en una de las verdaderas «peleas del siglo», teniendo como rival a Joe Frazier, que le venció a los puntos en un brutal combate tras el cual ambos terminaron en el hospital.
Meses después, Ali cosechó una gran victoria: la Corte Suprema revisó su caso, desestimó la decisión de no haberle concedido la objeción de conciencia y el presidente Gerald Ford le recibió en la Casa Blanca. La rehabilitación parecía llegar un poco tarde, pues contaba treinta años, pero Ali era especial: boxeó con éxito hasta 1977, logrando las mayores bolsas de su vida en las memorables peleas con Frazier y Foreman y en dos docenas de combates más. A los 36 años, con su cinturón lleno de títulos, volvió a dejar el boxeo, pero era un hombre impredecible y aún tuvo un lamentable retorno, en el borde de sus cuarenta años, indigno de figurar en su deslumbrante y accidentado palmarés.
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