Tenis
A rueda: ¿Por qué llora Federer?
Es muy posible que simplemente se trate de una cuestión de sensibilidad, que Federer sea incapaz de controlar sus emociones cuando se vacía física y mentalmente para lograr un objetivo. Sí, es bastante probable que las lágrimas de ayer tras conseguir su vigésimo «major» (se escribe pronto) se deban a que es un sentimental y nada más. Pero, permítanme, voy a ir un poco más lejos con una teoría un tanto particular. Más allá de que llorar sea la forma de expresar sus sentimientos, creo que Roger Federer se emociona de esa manera porque es plenamente consciente de su condición de personaje histórico. Es decir, porque tiene la capacidad de sentir la magnitud de lo que está haciendo en una pista de tenis, lo que significa para millones de personas que le observan alrededor del mundo. Federer huye despavorido de ese lugar común que utilizan muchos colegas cuando se les pregunta por su palmarés. «Cuando me retire ya pensaré en lo que he logrado», suelen decir con altanería. Roger, no. El suizo gana y lo disfruta plenamente. Tanto que las lágrimas afloran como si de un niño de cinco años se tratara. Esto le hace tan humano, tan terrenal, que resulta imposible no admirarle más allá de banderas y predilecciones por un deporte u otro.
Más allá del tenis
Lágrimas y teorías aparte, la realidad es que Federer ya excede al propio tenis. Su extraordinario palmarés le sitúa en la mesa de los grandes de la historia del deporte. Gente como Bill Russell, Agostini, Nicklaus, Pelé, Schumacher, Bolt, Merckx o Phelps. Deportistas que lograron ganar tanto que algunos llevan décadas sin ser igualados y el resto, a buen seguro, lo estarán. La carrera de Federer, sin lesiones de por medio y dado su nivel físico y mental actual, terminará más cerca de los 25 que de los 20 «Grand Slams». Como para no echarse a llorar.
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