Ciclismo
El mito del ciclismo acusado de encargar la muerte de cuatro personas
Lucho Herrera fue el más destacado de los escaladores colombianos de los 80. Ganó la Vuelta a España en 1987
Colombia emergió como un país a tener en cuenta en el ciclismo mundial allá por los años 80. Apareció una generación de corredores acostumbrados a la altitud y a la montaña que destacaron en las principales carreras de este deporte y fueron bautizados como «escarabajos». Los máximos exponentes fueron Fabio Parra y Lucho Herrera. Precisamente, este último ha vuelto a la actualidad casi cuarenta años después, pero por hechos que nada tienen que ver con la bicicleta.
Y es que el que fuera ganador de la Vuelta a España en 1987, un pionero del ciclismo colombiano, se encuentra en una batalla judicial para defenderse de unas acusaciones que, de ser ciertas, acabarían con su cartel de leyenda. Ni que decir tiene que, para los apasionados aficionados colombianos, Lucho es un ídolo nacional. Sin embargo, la sombra que le persigue es muy alargada. Un antiguo paramilitar lo acusó de participar en la desaparición –y, por tanto, muerte– de cuatro personas.
El objetivo, según el excombatiente Luis Fernando Gómez, conocido como «Ojitos», era quedarse con las tierras de las cuatro víctimas, todos ellos vecinos de Lucho. De acuerdo con este testimonio, Lucho Herrera habría pagado 40 millones de pesos colombianos –algo más de 14.000 euros– como encargo del crimen, justificándolo en que se estaba anticipando a los cuatro hombres, que planeaban su secuestro.
Eran los años de las FARC, los grupos paramilitares mandando en provincias enteras, los cárteles y el vacío de poder de un estado incapaz de controlar a todas las facciones en lucha. Herrera, de hecho, fue secuestrado y tuvo que pagar un alto rescate para poder salir libre. Hablamos de una estrella del deporte colombiano que, además, ganaba un sueldo desorbitado para su época, hasta el punto de desarrollar los mejores años de su carrera en el equipo Café de Colombia. Los testimonios de los paramilitares insisten en que por su mano fueron asesinados los cuatro agricultores, a los que él identificó como guerrilleros.
Como cabría esperar, el exciclista lo niega. A través de sus representantes legales, Herrera asegura que no conoce de nada a los paramilitares que lo incriminan.
«Entregué mi vida al deporte. Y, cuando acabó mi trayectoria profesional, me he dedicado a trabajar de forma honesta», dijo el campeón latinoamericano, que niega absolutamente cualquier implicación: «Jamás he pertenecido a organizaciones criminales ni he provocado daño a persona alguna», continuó.
Su abogado defensor redunda en la misma idea al decir que se trata de «personas malintencionadas buscando beneficios judiciales» y señala que el ciclista es «víctima de acusaciones falsas». Todo esto tendrá que dirimirlo la fiscalía colombiana, pero entre los familiares de las víctimas queda la sensación de que se ha reabierto una herida que no llegó a cicatrizar. Y que se ligue el nombre de una figura tan venerada en el país a la desaparición de sus familiares aumenta el dolor.
La investigación dirimirá si finalmente Lucho Herrera es culpable o no. Pase lo que pase, va a ser muy difícil que el ciclista colombiano se aleje de las sombras que lo persiguen.