El nuevo Tour

Vingegaard revienta a Pogacar

El danés se corona en Granon y se viste de amarillo en la mejor etapa de la última década en el Tour. El esloveno demuestra por fin que es humano

Pogacar, destrozado después de cruzar la meta
Pogacar, destrozado después de cruzar la metaChristian Hartman / POOLAgencia EFE

Es un cambio de ciclo. El inicio –mejor dicho, la consagración– de una nueva era en el ciclismo profesional. Como todo en la vida, también en el deporte profesional hay tendencias, idas y venidas. Un día llega un corredor, o un equipo, con una forma de hacer las cosas que rompe el statu quo anterior e implanta su sistema.

Los últimos años fueron los del denominado como «ciclismo científico». El control extremo. Los vatios como unidad de medida de los entrenamientos y también de las carreras. Esas imágenes de Froome mirando su potenciómetro sin importarle si sus rivales atacaban o no. Él sabía lo que tenía que hacer. Una forma de correr casi robótica, con un punto inhumano, que hizo que un enorme campeón como él no llegase a conectar del todo con la afición.

Todo eso fue definitivamente borrado ayer. Por Pogacar, sí, pero especialmente por Jonas Vingegaard. Una nueva generación de ciclistas de actitud ofensiva y desafiante que a la afición ya casi se le había olvidado. Jumbo-Visma, que hasta ahora había salido perdedor de todos los duelos, hizo todo lo que tenía que hacer para ganar el Tour en el día decisivo. El día de la altitud, los grandes puertos y la agonía colectiva. Y, esta vez, ganaron. Metieron a dos ciclistas en la fuga, y lo hicieron con sentido táctico. Justo para que, en el corto descenso del Télégraphe al Galibier, Christophe Laporte estuviese en el sitio preciso para dar continuidad al fuerte ritmo que puso Benoot. Las primeras rampas del Galibier fueron una sucesión de ataques de Roglic y el propio Vingegaard contra Pogacar, a quien quizá su carácter ofensivo le cegó.

UAE salvó la situación y se recompuso mientras alcanzaban los 2.648 metros de altitud del titán alpino. Pero no estaba todo dicho. Ni mucho menos. Incluso, el maillot amarillo llegó a forzar la máquina en los últimos kilómetros de ascenso hasta quedarse solo con Vingegaard, sin pensar que cabía la posibilidad de que pagase los esfuerzos en Granon. Por un momento llegó a dar la sensación de que, solo y con un equipo debilitado –Majka está corriendo siendo positivo en Covid, y Bennett tuvo que marcharse a casa por el mismo motivo–, Pogacar había podido contra la mejor escuadra del Tour. Pero faltaba Granon, que iba a llegar después con las rebajas. Wout Van Aert, el otro fugado de Jumbo-Visma, mantuvo la máquina a todo trapo en los kilómetros llanos previos a esa última subida. En cabeza sólo quedaba un Barguil que luchaba en cada pedalada contra la montaña, pero absolutamente roto.

Por eso su compañero Nairo Quintana –en Francia no deben estar muy contentos con él– arrancó desde abajo en las primeras rampas, convencido de que tenía algo de margen para poder llevarse la etapa y el nivel para reverdecer su época más gloriosa. Aquella en la que Colombia vivió junto a él lo que se denominó el sueño amarillo. Un sueño que al final sería Egan Bernal quien lo convirtió en realidad.

Quedaba el último giro de guion. Pogacar pertrechado con Majka y Vingegaard sin compañeros en un grupo con Bardet, Thomas y Adam Yates. Jumbo empezaba a dar la imagen de un digno perdedor que había tenido la mala suerte de encontrar a un rival superior cuando intentaban correr a lo campeón. Hasta que, a seis kilómetros de meta, arrancó Vingegaard.

Majka cerró el hueco al momento… pero Pogacar no. Se sentó y agachó la cabeza. Los segundos empezaron a caer en su contra, mientras su rival sobrepasaba a Nairo como una flecha en su camino a la vez agónico y triunfal hasta la cima. Mientras, al líder no sólo le iban metiendo tiempo, sino que fue viendo cómo algunos rivales lo adelantaban. Había reventado.

Bardet y Geraint Thomas primero. Después Gaudu. Luego Adam Yates. Al final le cayeron casi tres minutos en meta. Vingegaard ha dado un golpe muy fuerte y ahora es el patrón de la carrera, además con el equipo más sólido a su lado. Un sobresaliente Bardet se coloca segundo, mientras que Pogacar es tercero a 2:22. En cualquier otra carrera, un abismo insalvable. En el Tour los segundos caen muy rápido. Y todavía queda Alpe D’Huez, Mendé y unos Pirineos de locura.

De todo esto sale un ganador: el ciclismo. Ayer se vio la mejor etapa de una gran vuelta en muchísimos años. Vingegaard reventó a Pogacar, pero quien piense que el esloveno se va a quedar quieto es que no lo conoce. Por las reacciones en las redes, la afición saluda esta nueva era, que se parece mucho a la de sus años dorados.

Enric Mas se deja el podio en Granon

Fue el gran perjudicado de la etapa de ayer. Enric Mas, que aspiraba a meterse en el podio y había pasado la primera mitad del Tour en las primeras posiciones, tuvo su día malo en el momento menos indicado. Cuando se desataron todas las hostilidades en el Galibier, el ciclista balear se quedó y no fue capaz de volver a conectar en el largo descenso previo a Granon. Guiado por Verona, que logró cerrar el hueco una vez, Mas se dejó más de ocho minutos en meta y ahora es décimo en la general, a 9′29″ de Vingegaard. Esto tiene una consecuencia dramática para Movistar porque se le escapan puntos muy importantes para mantenerse en el WorldTour el año que viene. Toca replantear el Tour.